Capítulo 54

721 63 0
                                    

Sentí que los ojos de las seis personas que me rodeaban se posaban en mí. Hice un esfuerzo por sonreír, a pesar de que sentía que una nube negra y enorme se posaba sobre mi corazón.

No me quedé mucho tiempo; intentaron convencerme de que fuera con ellos a la fiesta que seguía a la ceremonia pero eso era algo que no soportaría. Simplemente opté por regresar a la casa de Miranda, estaría tranquila y tendría tiempo para mí.

Últimamente, eso era todo lo que buscaba: momentos donde pudiera quedarme yo sola, con mi mente y mis pensamientos, ideas y recuerdos.

Esto había terminado de la peor manera posible pero nada de esto era difícil de adivinar. Tenía mil y un cosas que decir para hacerme sentir culpable, pero ya estaba bastante triste como para tirarme aún más abajo.

Simplemente, dejé mi mente tan vacía como pude hasta que llegué a acostarme en mi cama y cerrar los ojos. Entonces fue inevitable detener la enorme cantidad de imágenes y palabras que se formaban en mi cabeza. Por una vez, deseé que se detuvieran, sólo por un día, una hora, un minuto.

Traté de enfocarme en el hecho de que Jaime me había invitado a vivir con él para hacerle compañía en su enorme departamento. Como la mayoría de mis cosas estaban en cajas y maletas, mucho por hacer no había.

Sin poder encontrar nada para entretenerme, más que estar tendida en la cama, tomé un libro nuevo y lo empecé. Había decidido empezarlo en mis vacaciones, pero Miranda me mantuvo ocupada.

Cinco horas más tarde y ya lo había terminado. Estúpidos finales felices, estúpidos amores perfectos, estúpidas historias que no pasan en el mundo real.

-No entiendo cómo lees tanto, ¿no te aburres?

Dio un mordisco a la manzana verde que tenía en la mano, esperando que contestara. Sacudí la cabeza bruscamente.

-Cada libro es un mundo distinto, aunque no pueda meterme en las historias puedo sentir que por un momento las vivo yo misma.

-Toma – dijo, alcanzándome un libro que tenía más de 800 páginas. Lo miré asombrada. Levantó los hombros y sonrió. – Léeme, vivamos esta historia juntos.

Ese libro había sido uno de mis favoritos, Tony había elegido bien. Me reprendí a mí misma por volver a dirigir mi atención a esos recuerdos.Prendí la televisión y busqué algo bueno para ver pero a esa hora sólo daban películas aburridas y series que nadie miraba. Lancé el control, al otro lado del sofá donde estaba sentada, frustrada.

-¿Por qué no vemos…

-No – lo corté, desesperada. Era la octava vez que sugería ver la misma película.

-Aburrida. Entonces ¿qué hacemos?

-Veamos videos divertidos en YouTube.

Prendí la laptop y pasamos tres horas viendo videos de gente que se caía o golpeaba de la manera más estúpida posible, riéndonos como dos niños. Cuando nos cansamos, fuimos a dormir. Él se acostó a mi lado y nos quedamos mirándonos a los ojos hasta que me quedé dormida.

Cerré los ojos, tan fuerte como pude, y volví a abrirlos. Comencé a caminar por toda la casa, buscando algo que hacer. Eran cerca de las cuatro de la mañana, pero era viernes así que tomé una campera y salí a buscar un lugar donde pudiera despejarme.

Encontré un bar luego de unos cinco minutos de caminata. Entré sin pensarlo y pedí una cerveza luego de haberme sentado. Los recueros de Tony inundaban mi mente. Debía echarle la culpa a la boda y a todos los preparativos que tanto tiempo me habían mantenido ocupada. Si tan sólo hubiera…

No, debía dejar de atormentarme. Proyecté mis pensamientos hacia una banda que estaba tocando en ese momento. Era un lugar pequeño pero se las arreglaban para tocar y sonaban bastante bien.

Me perdí en las melodías, casi olvidando completamente la tristeza que sentía y los pensamientos que me hundían. Ese lugar me había hecho bien, ahora estaba más tranquila. Supuse que ya sería hora de volver así que pagué lo consumido y me marché.

Al llegar, Miranda y Alex ya habían vuelto. Serían las cinco o las seis y yo estaba agotada. Por eso, cuando me acosté, no hubo imágenes nuevas dibujándose en mi cabeza y pude dormir en paz. O eso creo pues no recuerdo qué soñé.

En los días siguientes, me mudé con Jaime y fui acostumbrándome a los constantes pensamientos depresivos que llenaban mi cabeza, ya no me esforzaba por mantenerlos alejados.

Era como la primera vez que Tony se había alejado de mí, pero peor. Tal vez no sentía lo mismo que yo. Es más, es posible que nunca hubiera sentido nada por mí. Podría haber estado confundido o no lo sé. Pero todo esto me había sacado una parte de mí que sabía no recuperaría. Lo único que me quedaba, eran los recuerdos. Los recuerdos y las promesas rotas.

Realmente dudo que fuera el último hombre al que fuera amar, pero definitivamente era el primero y esas cosas no se olvidan, por más que se intente.

Cada noche, Jaime se quedaba a mi lado e intentaba ayudarme a despejar mi mente y a veces lo lograba. Al menos, estaba agradecida de tenerlo a él y a mis amigos. No era que no fuera a ver a Tony nunca más pero seguramente ya no fuera lo mismo.

Como pudo, Jaime, el único a quien veía todos los días, fue ayudándome a convivir con todos esos asquerosos sentimientos que había sentido la primera vez que Tony se había alejado y que ahora salían a flor de piel, como si nunca se hubieran marchado y hubieran estado escondidos en mí, esperando el momento adecuado para salir. Sólo que ahora era peor, ya no habría más oportunidades y saber eso era, en parte, lo que más dolía. Saber que, esta vez, sería para siempre.

Permanently yoursDonde viven las historias. Descúbrelo ahora