Capítulo 38

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-Despierta dormilona, Alex nos invitó a tomar un café con él – dijo Miru, recostada sobre mí. Miré a mí alrededor y vi la luz del sol, que entraba por la cortina de mi cuarto. Honestamente, sólo quería dormir. – Y no me vengas con que tienes sueño, te fuiste muy temprano ayer.

Salió de la habitación y pude escuchar la televisión prendida en el comedor. Gruñí, pero finalmente me levanté y me vestí. Decidí no comer nada, simplemente nos fuimos.

Cuando llegamos, Alex estaba sentado en una mesa, justo al fondo del café. Nos vio, sacudió la mano un poco para llamar nuestra atención y nos dirigimos hacia donde estaba. Se puso a hablar con Miranda enérgicamente, pero se interrumpieron cuando notaron que estaba callada, simplemente tomando el café que había ordenado.

Les devolví la mirada, sin inmutarme. Sonreí al ver sus caras expectantes de vaya uno a saber qué.

-¿Qué sucede?

-Dinos tú que no hablas – di otro sorbo a mi café favorito. Apoyé la taza nuevamente en la mesa y crucé mis brazos delante de mi pecho. Casi estallé en risas al ver cómo ambos seguían atentamente cada uno de mis movimientos.

-Pues estoy cansada, eso es todo. No hagan un escándalo por nada.

Se miraron entre ellos y, simultáneamente, rodaron los ojos. A veces daba miedo lo similares que parecían. Casi siempre que los veía juntos, llegaba un momento en que tenía que frenar toda conversación para acotar el ya muy usual “realmente están hecho el uno para el otro” y luego continuar con la charla. Esta vez, me obligué a mí misma a cerrar la boca y guardarme mi comentario.

-Cansada o no, tengo noticias que darte – rio tenuemente por mi repentino interés en la conversación. – Bueno, Natalia y yo hemos cumplido. Así que el lunes…

-Mañana… - interrumpió Miranda, mirándome seria.

-… el lunes empiezas a trabajar – apenas hubo terminado la oración, me tiré sobre él y comencé a abrazarlo y llenarle la cara de besos. Luego giré hacia mi amiga y repetí la escena con ella.

Los tres reímos por mi reacción, pero bueno, ¿qué podían esperar? Estar todo el día en casa era aburrido (mentira, uno siempre encuentra qué hacer, el problema estaba en pagar las cuentas y ayudar en el departamento).

-No te emociones tanto, escucha los detalles. Si no me equivoco, debes estar allí 8.00 am, ¿de acuerdo? EN PUNTO, ___, si llegas tarde tres veces en tu primera semana, te despedirán – asentí, intentando mitigar la enorme sonrisa que se formaba en mi rostro. - Bueno, el resto, cómo vestir, qué llevar, etc., etc., aparece en este hermoso sobre que te daré.

Sacó un sobre de su mochila y me lo pasó. Lo abrí y lo ojeé rápidamente, ya lo leería a la noche. Nos quedamos hablando un rato más pero luego me fui. Quería repasar lo que debía hacer para el otro día y supuse que Miranda y Alex querrían estar solos.

Llamé a Aaron, para contarle la novedad, y terminamos hablando durante más de una hora sobre cosas que no tenían sentido. Decidí colgar y por fin tomar ese endemoniado sobre.

No pedían nada fuera de lo común, ropa formal, puntualidad, unos cuadernos y un par de lapiceras. Busqué un par de cuadernos y los dejé en mi mochila, junto con una cartuchera que tenía desde la secundaria.

-¿Todavía tienes esa cartuchera? Deberías haberla quemado y tirado

-¿Qué? ¿Por qué? La tengo desde el primer año y la tendré hasta el último.

-Perfecto, pero ya sé a quién nunca le pediré un lápiz – levantó las manos en gesto defensivo.

-Que tu perro haya vomitado sobre ella no es mi culpa, idiota.

Ambos reímos y nos abrazamos.

Sonreí ante el recuerdo, cerré el bolso y me recosté en la cama a ver televisión. Último día libre, no pensaba hacer ningún esfuerzo, sólo descansar.

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