Capítulo 7

1.2K 92 2
                                    

-Me encargaré de que eso pase.

Nos levantamos y entramos a la escuela. Estuve toda la semana esperando el viernes, hacía mucho tiempo que no invitaba a nadie a mi casa, casi desde que mi madre se había mudado. Lo mejor de todo, es que podría estar con dos personas que me hacían sentir bien, cosa que no solía pasar cuando papá estaba en casa. 

Por fin escuchamos el último timbre que avisaba que llegaba el fin de semana. Giré mi rostro hacia Tony y ambos sonreímos. Todavía no había hablado con él sobre los cortes, para mi suerte, no habíamos encontrado un momento para hacerlo, pues Miranda estaba siempre con nosotros. Tomamos las cosas y salimos para esperar a nuestra amiga, quien se había quedado hablando con la profesora. Nos sentamos en un banco frente a la puerta del colegio. Tony apoyó sus brazos en las rodillas y cerró los ojos, al mismo tiempo que yo me dejaba caer en el banco. 

Escuché unos pasos acercarse y subí la mirada para ver a Nick. Me dedicó una sonrisa de medio lado para luego patear el pie de Tony, haciendo que perdiera el equilibrio y cayera de la banca. Después volteó hacia mí, con su sonrisa aún en los labios.

-Pasaré a buscarte a tu casa a las siete, nos vemos a la noche – de acuerdo, eso había sido raro. Rodeé a Tony con los brazos y lo ayudé a sentarse. Miranda se acercó corriendo hacia nosotros.

-¿Estás bien Tony? ¿Qué pasó? – cuestionó preocupada.

-Vino a molestar, nada más. ¿Qué harás con él, ___? Irá a buscarte esta noche, y parece que no aceptará un no por respuesta – nos levantamos y emprendimos el camino a mi casa. 

-No iré con él, no entiendo por qué se enganchó conmigo.

-¿Enserio no puedes verlo? Eres… - noté que un tenue color rojo se posaba en el rostro de Tony. – eres bonita __, varios de nuestro curso han estado enganchados contigo.

Comencé a reír a manera exagerada. Miranda puso su brazo en mis hombros y miró a Tony, moviendo la cabeza en señal de negación. Para mi suerte, ya habíamos llegado a casa, así que tomé mis llaves y las coloqué en la entrada.

-No se habla más del tema, ¿entendido? – abrí la puerta y los dejé entrar. – Bueno, ¿qué haremos hoy?

Tiré todas nuestras cosas del colegio en mi cuarto y las dejé ahí dentro. Los tres nos pasamos una linda tarde. Vimos unas películas tirados en los sofás de mi comedor, hicimos muchas palomitas y nos la pasamos comiendo. Estábamos por comenzar a ver la tercera película, cuando sonó mi timbre. Alcancé a ver el reloj y noté que ya eran las siete. Diablos, seguramente se trataba de Nick. 

Me puse las zapatillas como pude y fui a abrir la puerta. Me encontré cara a cara con aquel petulante espécimen humano, quien tenía esa ya aburrida sonrisa en su rostro.

-¿Lista? – preguntó con un tono que intentaba ser sensual, pero sonaba forzado.

- De hecho, no. No iré a ningún lado, tú sólo asumiste que iría contigo. Así que puedes irte, estaba viendo una película cuando interrumpiste. Vete por favor, nos vemos el lunes, adiós – intenté cerrar la puerta, pero él se interpuso.

-No no, está equivocada. Tú vendrás conmigo, no permitiré que el raro te lleve a la cama antes que yo – casi escupí una carcajada en su rostro. – No entiendo por qué ríes, pero vendrás conmigo, vamos – tomó mi mano y tiró de ella, provocando que diera una paso adelante. Tony apareció detrás de mí y me rodeó la cadera con sus brazos.

-Déjala, ella se quedará aquí – Nick alzó las cejas, medio sorprendido, quizá, por oír la voz de Tony. Volvió a tirar de mi mano, acercándome a él y alejándome de Tony.

-Ella viene conmigo.

-No soy un objeto, ¿sabes, Nick? Yo decido si me quedo o no.

-Adelante, decide, __. – replicó Nick, apretando un poco más mi mano. Miranda había aparecido por atrás de Tony y observaba la situación. 

-Me quedo aquí, Nick. No saldré contigo – tiré de mi brazo y me alejé de él, entrando a la casa junto con Miranda. Lo escuché protestar, y me giré para ver qué le pasaba, y pude ver como Tony le pegaba directo en la cara. Después lo empujó fuera de mi casa. Posó los ojos en nosotras, se encogió de hombros y sonrió, en gesto inocente.

-Si no puede aceptar ser rechazado, no es mi culpa. No tiene derecho a obligarte a hacer algo que tu no quieres y encima intentó entrar a la fuerza – comentó rascándose el cuello.

-Vamos, Tony – lo acerqué a mí y lo abracé, entre risas. Tony Perry resultaba ser un gran paquete de sorpresas.

Permanently yoursWhere stories live. Discover now