Comedia romántica.

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Pov. Jade:

Perrie seguía alterada, aunque permanecí abrazada a ella un tiempo más, no sirvió. Parecía que deseaba romper todo a su alcance cada vez que recordaba de quien se había quedado embarazada su hermana. Aunque fue difícil, conseguí distraerla de un modo u otro.

Nos estábamos besando cuando una chica interrumpió. No sé qué tipo de maldición tenia este lugar, que cada dos por tres las puertas se abrían interrumpiéndote. Perrie resopló levantándose y atendiendo a la chica, quien le habló en el oído.

–Creo que todos ya sabéis quien está aquí, así que al próximo que vuelva a abrir la puerta le pego un tiro entre las cejas –Habló sin tapujos, lo que pareció un poco chocante para aquella chica, no pude evitar una leve sonrisa.

–Lo siento mucho Perrie, estamos a final de mes y solo te traía papeleo –, Perrie le hizo una seña para que dejase los papeles sobre su escritorio, obediente la chica lo hizo y después se marchó casi sin respirar, como si hacerlo fuese a provocar una muerte segura. Perrie cerró la puerta volviendo a mi lado.

–Estoy agobiada, deberíamos salir ya de aquí, odio este lugar dios mío –, dijo llevándose las manos a la cintura.

–¿Debo recordarte que es tu trabajo? –, alcé una ceja, seguidamente ella hizo lo mismo, y después ambas reímos, aquel comentario fue absurdo.

Sin decir nada me levanté con la ayuda de su mano, y salimos del edificio. Cuando entré y supieron quién era, sentía decenas de ojos sobre mi espalda, susurros y dedos apuntándome, pero saliendo de aquel lugar infernal, con mi mano sujeta a la de Perrie, no volví a sentirme de aquella manera. Posiblemente por una parte sabían quién era Perrie y los trabajadores que sabían su nombre completo evitaban cualquier tipo de contacto visual. Aunque yo tampoco tendría valor a mirarla si me dijese que me dispararía entre las cejas por abrir una puerta. Y por la otra parte; muchos allí visitaban el lugar con el fin de acompañar a algún familiar o venían a hacer rehabilitación. Sentí un gran alivio al salir de aquel edificio, aunque ahora sabía un poco más sobre la chica que sostenía mi mano, no quería volver ahí dentro a no ser que fuese por una razón de vida o muerte. Después de casi dos horas allí dentro, fue agradable pasear por Nueva York y ver a personas que iban a trabajar, de compras, o simplemente daban un paseo. No sabía que secretos ocultaban cada uno de ellos, pero seguro que ninguno tenía un rascacielos como empresa de salud corporal que realmente era una tapadera para poder traficar droga y sacarla del país sin levantar sospechas.

–El autobús está allí –, me volteé señalándolo, Perrie le dio un leve tirón a mi brazo, haciéndome verla.

–Después de todo lo que has visto hoy, quiero recompensarte con una buena cena... puedes escoger el sitio, te llevaré donde quieras –, acarició mis brazos, dándome calor.

–¿Dónde yo quiera? –, asintió –Y... ¿Si te pido que me lleves al restaurante más caro de la ciudad? –, volvió a asentir, dándome un delicado beso en los labios.

–Te llevaría a la luna... –, sonrió mientras lo decía, pero al mismo tiempo hizo lo mismo que siempre hacía cuando soltaba algún que otro comentario como aquel; frunció el ceño y se preguntó mentalmente porque acababa de decir semejante cursilada.

–Suenas como el típico hombre de película millonario que se dedica día y noche a complacer a la chica normal y corriente que conoció tomando café, ¿Dónde está mi collar de diamantes?

Ambas reímos a la vez, sin motivo.

–Te has dejado la parte en la que hacen el amor salvajemente sobre la mesa del despacho de él, y la becaria los pilla infraganti –, me miró picara.

I'm in love with a dirty | Jerrie thirlwardsWhere stories live. Discover now