Corazón de hielo.

874 80 10
                                    

Pov. Perrie:

Jade insistió en volver andando, por lo que fueron casi tres horas más en la calle, pasando frio. Pero no podía decirle que no. Hoy había visto y sabido sobre mi más de la cuenta y que nadie, posiblemente si yo estuviese en su piel hubiese salido corriendo. No todos los días te enamoras de una contrabandista de droga. Incluso a mí me cuesta mirarme al espejo por las mañanas sabiendo a lo que me dedico. Todos los que trabajan allí, están por decisión propia. Y yo en su día también, pero sin saber todo lo que conllevaba un riesgo como aquel, después de la cárcel quise alejarme, pero ahora es una obligación, y en parte un favor.

Jade volvió a contar las estrellas mientras caminábamos, lo hacía con tanta calma que avanzábamos un paso cada dos segundos. Pero si todos la vieran como yo la veo, se pararía en cada acera para que contase cada una de ellas sin prisa alguna. Me odié por haberla metido dentro de aquel mundo, alguien que cuenta estrellas no puede estar sometida a algo así. Ahora ella estaba expuesta a mi mundo, algo que traté de evitar, al igual que traté de evitar el enamorarme de ella. Pero no fue mi decisión. Fue la de mi corazón. Increíblemente, me arrepiento de haber pasado toda la vida pensando que mi corazón era de hielo, y que nunca necesitaría a nadie como hoy en día necesito a Jade.

Un rato después, Jade se cansó de contar las estrellas y el paso entre ambas se aceleró. Ella disfrutaba las vistas de la ciudad, y según ella "Si la ciudad no dormía, ella tampoco" pero no se daba cuenta de cómo sus ojos cada vez se encogían más, y como le era de difícil mantenerlos abiertos y enfocar la vista. Supongo que desde que llegó estuvo más preocupada en llevarse bien conmigo que en visitar Nueva York, fui egoísta. Pero si no lo hubiese sido, posiblemente ahora mismo no estaría sujetando su mano, y sintiendo el alivio que tengo en el pecho desde que escuché a mi corazón latir con tanto ímpetu cada vez que estaba a mi alrededor.

–¿Cómo puedes mantenerte tan despierta? No puedo más, mis pies van a acabar más planos que mis pechos –, se llevó las manos a la cintura, encorvándose hacia un lado, y, aunque intenté no hacerlo, exploté.

Las carcajadas salieron sin control alguno, las calles vacías hicieron eco, haciéndome escucharme a mí misma reírme. Llevé mis brazos al pecho, presionándome para poder volver a respirar. No podía creer lo que Jade acababa de decir.

–Si tanta gracia te hace que mis pechos sean pequeños, déjame decirte señorita que ni por ti ni por nadie los haré más grandes, me gustan mis granitos de arena.

–Jade... –, la risa sonó aún más fuerte, mirándola desde abajo y aun sujetando mi abdomen con fuerza la vi refunfuñar en silencio. –Solo a ti se te pueden ocurrir ese tipo de comentarios...

Aunque pude recuperar mi compostura, seguí riendo unos minutos más y de vez en cuando tenía que dejar de caminar para volver a reírme. Fue tan adorable.

–Perrie, deja de reírte de mí, esto es injusto...

–No estoy riéndome de ti, me estoy riendo contigo mi amor –, acaricié su mejilla, aun sonriendo.

–Lo que tú digas, sigue caminando, ya hemos llegado –, Refunfuñó de nuevo pasando frente a mí y pisoteando el suelo.

Volví a reír, esta vez fue una leve carcajada, volví a coger su mano y fue cuando la sentí tiritar, volvimos a parar. Jade me miró confundida, pero lo captó en cuanto empecé a quitarme la chaqueta de cuero.

–No, Pezza estoy bien, tu camisa es de manga corta, vuelve a ponértela –, negué colocando la chaqueta sobre sus hombros. –Aquí llega la caballería. 

–Siempre dispuesta a complacer a mi princesa –, sentí un leve dolor en las facciones de mi rostro por haber reído tanto, fue agradable.

Con los pies molidos, llegamos a casa. No pude creerlo cuando giré la llave y vi el apartamento. Por fin en casa.

I'm in love with a dirty | Jerrie thirlwardsWhere stories live. Discover now