1- Se mira pero no se toca.

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Mientras en la otra punta de la ciudad, la fiesta de presentación de la bodega Lacunza seguía su curso entre invitados de renombre y la presencia enigmática de su real protagonista, que a aquellas alturas ya había elegido a su presa nocturna.

-      No puedo creer que esté hablando contigo -la joven, totalmente embelesada por la atención con la que Natalia le colmaba, no podía dejar de temblar de pura expectativa-.

Ella observó a la joven, por sus pequeños diálogos sabía que no entrañaría ningún problema: novata, fotógrafa, tímida, y sin duda alguna por la manera que tenía de morderse los labios y cruzar nerviosamente sus piernas, abierta a sus necesidades. Apuró otra copa más de vino, echó un vistazo para divisar dónde se encontraba su madre y cuando la vió plenamente distraída con sus invitados, decidió que era hora de tomarse un respiro.

-      ¡Ven conmigo! -fue todo lo que dijo, pero su mano estratégicamente posada en la curva exacta del bajo de su espalda, hizo que la joven se erizara y se dejara conducir por aquella cálida mano hasta un rincón oscuro detrás de las bambalinas-.

A solas, los ojos de la morena eran más certeros y su perfume se dispersaba por el aire dejándola desorientada.

-      ¡Estás temblando!, ¿tienes frío? – le encantaba sentir que tenía el poder, y el hecho de que la joven respirara entrecortadamente sólo porque ella se encontraba cerca, le hacía desear aun más perturbarla-.
-      No -dijo la joven, pero no le dió respiro y se dirigió hacia ella-.

Por inercia la fotógrafa empezó a retroceder hasta que notó su espalda contra la pared y una media sonrisa se dibujó en el rostro de su acompañante. "Diosss míooo... esta mujer no puede ser real", pensó la joven que no podía creer lo que estaba pasando. Sabía que Natalia Lacunza era lesbiana, nunca lo había ocultado y durante años, su escándalo en la prensa había sido cotilleo suculento del ambiente. Guapa, atractiva, inteligente y rica... su culo prieto había sido una de las fantasías más calenturientas entre sus amigas, sobretodo después del reportaje fotográfico cedido a la revista "Nosotras" donde hablaba sobre el éxito y su comodidad fuera de los roles y los "armarios" preestablecidos. Claro que, aunque la entrevista era muy estimulante, mucho más lo fueron las fotos que se adjuntaban con ella enfundada en unos Levi's de cintura baja que cortaban la respiración, y sus piernas largas y estilizadas sobre una Harley Davidson que remarcaba aun más la fuerza de sus antebrazos. Un icono sexual lésbico, que en aquellos momentos se alzaba ante ella dejándola más paralizada que ninguna otra mujer con la que hubiera estado nunca.

-      Creo que me pones un poco nerviosa -admitió la joven finalmente viendo que ya estaba a dos pasos de ella-.
-      ¡Me he dado cuenta! –sonrió ella y volvió a repasarla con la mirada-. ¿Harías una cosa por mí? –le preguntó de pronto-.

La joven titubeó pero asintió sin más.

-      ¿El qué? –preguntó-.
-      ¡Desabróchate la blusa! ¡Quiero verte! –le pidió mientras sus ojos se clavaban en aquel rostro aturdido pero excitado-.

Natalia esperó, impasible, sin alterar ni el rumbo de su mirada ni la expresión de sus rasgos. La joven dudó, pero finalmente aceptó sin decir nada y empezó a desabrochar uno a uno los botones de su camisa.

-      ¡Despacio! ¡Déjame verte! –añadió-.

Y la joven volvió a obedecer ralentizando sus movimientos, cada vez más agitada ante lo sensual de la situación.

-      ¡No te la quites! –volvió a ordenarle cuando la joven finalizó de desabrocharse la camisa e hizo el amago de desprenderse de ella-.

Natalia dio otro paso y con dedos ágiles deslizó sus caricias por el contorno del sujetador de la fotógrafa que no pudo contener un gemido cuando hizo una leve presión sobre sus pechos.

-      ¡shssss...! –le susurró con una lasciva sonrisa-, ¿no querrás que nos oigan, verdad?

La joven negó con la cabeza incapaz de articular palabra, estaba tan mojada que creía que se desmayaría.

-      ¡Abre las piernas! –una vez más pedía y la joven accedía como hipnotizada-.

Natalia interpuso una de sus piernas entre las de la joven y luego se limitó a deslizar sus manos por debajo de la falda. Las caricias sobre las medias empezaron a surtir efecto y la joven empezó a tiritar entre sus manos. Viendo que desfallecía, la sujetó con fuerza, y con mano suave apresó aquel cuello lánguido que empezaba a brillar por el calor. Lo besó, le apetecía tanto hacerlo, era tan dulce que no pudo contenerse y la joven empezó a articular sonidos inconexos a medida que sus caderas se peleaban deseando que ella las cercara para aliviar su tensión.

Absorta en el sabor, la chica no lo vio llegar. Notó la presión de unas manos extrañas en sus hombros y su cuerpo se tensó como una cuerda.

-      ¡No me toques! –la frialdad de la voz de Natalia dejó a la joven cortada y aturdida-.

Como en el fin de un encantamiento, se separó de la muchacha dejándola caliente y extrañada.

-      Tengo que irme, me están esperando -dijo Natalia pasándose las manos por el cabello como si no hubiera pasado nada-.
-      Pero... pero... -la joven no sabía que hacer ni que decir, todo era tan raro, no quería que se terminara-. No puedes dejarme así, ¿acaso he hecho algo mal?

Ella le dedicó un poco más de su tiempo. Se acercó guardando las distancias.

-      No, has estado fantástica, pero me tengo que ir... no es culpa tuya, soy yo.
-      Pero...

La joven iba a quejarse, a intentar batallar aquella situación, pero Natalia la cogió por los brazos apretándola contra la pared y la besó intensamente. Cuando la liberó, a la joven le latían tanto los pulsos de todo su cuerpo que no encontró el sonido con el que hablar. Caliente y confundida, sólo pudo ver como aquella mujer de pelo negro y sedoso se alejaba de ella dejándola en tinieblas.

Cuando reapareció en el salón nada parecía diferente salvo su excitación. "Porqué coño me habrá tocado... siempre tienen que cagarla, mierda"; pensaba Natalia con amargura pues le hubiera apetecido jugar un poco más.

-      Natalia, por Dios, dónde te metes -su madre la atrapó justo antes de que saliera rumbo al bar-.
-      ¿Qué quieres mamá? –le preguntó cansinamente-.
-      Quiero que hables con Virginia , lleva media hora buscándote y hay que tenerla contenta -le dijo su madre-.
-      ¡¡¡Y una mierda!!!! –dijo de pronto furiosa-.
-      ¡¡¡Nataliaa!!! –se escandalizó su madre por su reacción-.
-      Si quieres contentarla ve tú, yo me largo de aquí.
-      ¿Pero qué mosca te ha picado hoy? –le preguntó su madre mientras simplemente se alejaba rumbo al aparcamiento.

Algo le decía que si no salía de allí, acabaría poniendo su vida patas arriba.

Sex education. //Albalia.Where stories live. Discover now