21- Momentos de normalidad.

18.2K 800 92
                                    


- ¡No! – dijo Natalia en un susurro entrecortado y horrorizado-.

Alba se detuvo, no se esperaba que gimiera y se arrepintió inmediatamente de presentarse allí para torturarla. "¡Qué diablos me pasa! ¿Desde cuándo antepongo mis deseos a lo que quiere la cliente?... Dios..."... pensaba avergonzada.

- Perdona, perdóname Nat... -se disculpó liberándola-.

Ella encogió las piernas sobre el sofá y las protegió contra su pecho.

"No, por favor... no me des esa imagen... no me tortures más"... Alba quería salir corriendo, aparecía como en aquel horrible sueño en el que ella se moría por abrazar a aquella dulce niña y no podía.

- Ha sido un error mío, perdona... no volveré a tocarte –le aseguró-. ¿Estás... estás bien?

Natalia no contestaba y aquello era una tortura para la rubia porque no sabía que le estaba pasando por la cabeza. De pronto habló.

- Perdóname tú a mí... -empezó a decirle sin atreverse a mirarla-... deseo tanto que me toques que no puedo soportar que lo hagas, sé que estoy loca, pero es lo que siento, perdóname.

Los ojos de la morena se clavaron en ella, paralizada por aquellas palabras. La navarra también quería disfrutar de aquello, sólo que le ¿dolía? ¿le asustaba?... no sabía que pensar, no sabía que decir.

- Si no te importa, voy a cambiarme...

Y diciendo aquello trató de ponerse en pie pero aún tenía adormecido el tobillo, lo apoyó y le dolió hasta tambalearse. Alba vio la escena a cámara lenta, de un salto se puso de pie y la cogió para que no se cayera al suelo apresándola contra su cuerpo. Natalia pegó un pequeño grito contenido, y a ella se le paró la circulación. La toalla había caído entre ellas y entre sus brazos se encontraba una chica desnuda y medio mojada. El sonido de sus corazones era tan estremecedor que les dolían los oídos.

Alba no podía moverse, no quería moverse. La tibieza de su cuerpo desnudo era un regalo que no podía permitirse soltar. A pesar de haberse bañado con ella, era la primera vez que la veía completamente desnuda, porque con el sofoco de la fiebre, no había querido quitarle la ropa interior aquella noche... pero aquello era distinto, era real e intenso, y hubiera hecho locuras con aquella mujer si ella hubiera querido.

Natalia por su parte notaba que todo su cuerpo se tensaba, el roce del suéter de la rubia sobre sus pechos desnudos iban a hacer que se desmayara de un momento a otro, y rogaba en silencio porque aquella mujer no moviera ni un ápice su cuerpo y la soltara, pues un movimiento como el que sintió la primera vez que la apresó contra el armario la haría jadear y no quería.

Las respiraciones se entrecortaban, ninguna quiso mirar a la otra, pero se escuchaban.

- ¡Alba! – apenas le salía un hilo de voz cerca del oído de aquella mujer que la contenía-.
- ¿Sí? –le contestó sin atreverse a moverse, pues ya empezaba a conocerla-.
- ¿Te importaría soltarme? –le pidió-.

Si aquello se lo hubiera pedido otra persona quizá la hubiera ofendido, quizá el tono le hubiera molestado, pero la pregunta había sido en realidad una súplica ahogada y Alba empezó a temer por lo que se encontraría al mirar aquellos ojos.

Con cuidado se desprendió de ella sintiendo que las manos que habían tocado por un instante aquella piel seguían quemando. Separó su pecho del de ella y a un par de pasos de aquella diosa desnuda pudo mirar unos ojos indescifrables entre la pasión y el odio. Como ella no se movió ni habló, Alba se agachó a recoger la toalla sin poder evitar deleitarse en aquella figura que recorrió de arriba abajo, y abajo arriba. Extendió la toalla y la cubrió con ella.

Sex education. //Albalia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora