64- Maldita dulzura la tuya

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El día pasó más rápido de lo que esperaban. Sin ganas de salir ni de hacer nada más que estar juntas, improvisaron comida y cena, y llenaron las horas frente al televisor una refugiada en la otra. A Natalia le hubiera gustado hablar con ella, sin embargo cada vez que lo había intentando algo en la mirada de la chica o en su gesto la había contenido, sin darse cuenta que el tiempo se le escapaba de las manos y que había tantas cosas por zanjar y aclarar. No fue hasta bien entrada la noche, que los pilotos de urgencia se encendieron en la cabeza de las dos.

-      Es tarde, deberíamos acostarnos, dentro de unas cuantas horas nos tendremos que levantar –le recordó Alba mientras el programa que estaban viendo llegaba a su fin-.
-      ¿Qué hora es? –preguntó. Había estado tan ocupada tratando de retener cada olor, cada calor, cada detalle de la rubia entre sus brazos, que apenas había prestado atención a aquel televisor que le había servido de aliado para tenerla a su lado-.
-      Las doce y media –le confirmó mirándose el reloj e incorporándose-. Tendríamos que salir de aquí no más tarde de las 6 a.m si quieres que te de tiempo a recoger la reserva.

Natalia la miró, no había tiempo, sin embargo el hecho de que aún hablara en plural en cierta forma la tranquilizaba.

-      Sí, será lo mejor. Venga vamos –le contestó la morena y se puso de pie tendiéndole una mano-.

Alba la siguió callada, sumergida en aquella mezcla de dolor y extraño alivio que sentía. Desde que aquella llamada había puesto distancia entre ellas, una carga dentro de sí se había hecho más ligera. Era una cobarde, se daba cuenta... pero no encontraba otra forma de poder hacerlo, así que poco a poco se fue convenciendo de que era lo mejor.
Durante el cepillado de dientes sus ojos se encontraron en el espejo, clavándose los unos en los otros con una sensación extraña por lo no dicho... las dos se agacharon a la vez para enjuagarse, tratando de esconderse inútilmente. Sin querer, el chocar en el grifo, las hizo sonreír... Nat le cedió la preferencia y ella terminó de enjuagarse y salir del cuarto de aseo. A los pocos minutos la siguió encontrándola sentada en la cama colocando la hora en el despertador.

-      ¿A qué hora lo pongo? –le preguntó la rubia al verla llegar-.
-      A las 5'30 ¿no? –le sugirió ella-.
-      Como quieras –contestó esquivándola-.

Al levantar los ojos, Alba se topó con aquellos otros de color café que la esperaban. El silencio se apoderó de las dos, entremezclado con una sensación de expectación y tristeza. Finalmente se levantó de la cama y se dirigió hacia el cajón del armario donde tenía su ropa. Natalia no dijo nada, sólo la observaba mientras trataba de reunir las fuerzas para decir lo que llevaba tiempo queriendo decir. La rubia miró el fondo del cajón, aquel que no se había atrevido a vaciar aun sabiendo que iba a salir corriendo. Cerró los ojos y se obligó a no pensar, escogió un pijama cualquiera y al sostenerlo entre sus manos se dio cuenta que volvían a temblarle. Los pasos de la morena resonaron en la habitación, ella se giró a mirarla aterrada. No supo cómo, pero algo dentro de sí le dijo lo que iba a suceder y el corazón se le encogió.

-      Albi, hay algo que necesito decir antes de irme... -aquellas fueron las palabras que confirmaron su temor-.

La cabeza de la chica empezó a trabajar frenética, los latidos empezaron a traspasarla violentamente en aquella espera... "No, no, por favor... no", pedía con su mirada, incapaz de que su voz la respaldara.

-      El mes que me otorgaste sé que prácticamente ha finalizado, y sé que no he sido alguien fácil de entender ni de llevar, que te lo he hecho pasar mal con mis desmayos y mis silencios... pero quiero que sepas que para mí esto que hemos tenido ha significado más de lo que te puedo expresar con palabras... para mí ha sido real.

Las manos de Natalia la alcanzaron tomándola por los hombros, agachó la mirada sabiendo que el golpe final no había llegado, tratando de controlar aquel torrente de agua que poco a poco se acercaba cual riada, enérgica e incontrolada.

-      Albi ... -la llamó suavemente, cogiéndole el mentón para obligarla a mirarla-

Los ojos de la rubia se enrasaron, Natalia sabía que no tenía derecho a hacer lo que iba a hacer, pero no podía dejar de intentarlo e ignoró aquella negación que veía en ella.

-      Me has devuelto algo que creí que no sería posible... -continuó-. Me has devuelto la fuerza que di por perdida, y me has dado un camino por el que poder continuar. Sé que no tengo derecho a hacerte esto, pues los conceptos del acuerdo siempre fueron claros -tomó aliento y la siguió tomando con fuerza-, pero es que me resulta insoportable la idea de que pienses que lo yo te he entregado ha sido algo pasajero... Alba, necesito que sepas lo que realmente siento por ti...
-      Nat...No, por favor...no lo hagas... -le pidió con un hilo de voz la rubia, mientras una lágrima se le escapaba-.

Por un segundo la determinación de la más alta se paralizó dubitativa ante el quiebro de la mujer que tenía frente a sí.

-      Por favor... -volvió a suplicar y aquel torrente que contenía se le escapó del pecho-.

Ella la estrechó con urgencia, Alba se desplomó en aquellos brazos que no pudieron sostenerla y la acompañaron despacio hasta el suelo. Las lágrimas de ambas se entremezclaron en el silencio de aquel dolor compartido.

-      No puedo... lo siento, lo siento... -le repetía entre un llanto desgarrado, mientras se aferraba a su cuello con fuerza-
-      Shhh.... lo sé, cariño... lo sé... -trató de reconfortarla Natalia entre lágrimas mientras la sostenía contra sí sentadas en el suelo y hundía la cara en aquel pelo que era el mar de su calma-.
-      Perdóname... no es que yo no sienta....-la miró llorosa, tratando de aclararle lo que ella misma no estaba segura de decir... no estaba preparada-... Nat yo...
-      Shhh... está bien.... –salió a su encuentro la morena cogiéndola de la cara y limpiando con sus manos aquel rastro salado que había surcado su lindo rostro-... habrá tiempo, tenemos tiempo.

Alba quiso creerlo y también trató de borrar las lágrimas de la chica con sus manos. Sus labios se unieron tan despacio y tan ligeros que la daga fue mortal y las hizo volver a llorar calladamente. El sentimiento de la pérdida y lo incierto se materializó en aquel beso de forma insoportable.

-      Nat... -sollozó-.

Esta no pudo soportar la angustia que se apoderaba de ella, y atrajo fuertemente aquella boca mojada enganchandola por la nuca. La desesperación construyó un beso apasionado y anhelante que las dejó sin respiración. Enzarzadas en aquella lucha entre el dolor y el fuego que sentían, se fueron desnudando y arrastrando la una a la otra.

Las manos viajaban por la piel creando marcas imborrables, cada gemido era una entrega nueva y consciente de lo que existía entre las dos... la suavidad se entremezclaba con la violencia frenética de retenerse unidas y sus bocas hablaron de amor en cada beso. Durante horas todo lo que tenían que decir se lo dijeron con la piel, con miradas que abrasaban e incluso con alguna que otra lágrima escapada que no pudieron retener.

Aquello era tan simple como que se habían encontrado y se amaban, tan complicado como que sus vidas, en cierta forma, ya no les pertenecían.

Sex education. //Albalia.Where stories live. Discover now