68- Isabelle

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Escena Natalia :
-      ¿A qué hora llegas? –le preguntaba Maria desperezándose como podía-.
-      ¿quién es, cariño? –le preguntó Vicky adormilada entre sus brazos-.
-      Es Natalia... -le susurró ella dándole un beso en la frente mientras su novia volvía a agachar la cabeza y volvía a dormir sobre su pecho-. No, no te preocupes, si ya me había puesto el despertador para ir a recogerte... no digas tonterías, voy yo a por ti, sí... dentro de hora y media en la estación, vale... -le confirmó la chica con decisión-. Ah, Natalia... -la llamó cuando ya estaba a punto de colgar-... ella también te quiere, así que tranquila.

Ambas colgaron el móvil. Hacía dos semanas que Alba se había ido de Madrid y el contacto telefónico entre Maria y la morena se había hecho constante, amigable y tranquilizador, sobretodo para la más joven, que incapaz de volver a Madrid sola para afrontar aquello, había pospuesto su regreso lo máximo posible refugiándose en las bodegas a pesar de tener que soportar los constantes asedios de su madre ante sus ojeras, sus constantes llamadas, su aspecto pálido y su entrega enfermiza a horas de trabajo. No saber de la rubia la estaba matando.

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Escena Alba:

Aquella noche había sido tan larga como las otras, a pesar de encontrarse más tranquila durante el día, era tocar el colchón y añorarla enormemente. Salió de la ducha y se puso algo cómodo, luego entró en la cocina en busca de un café que bebió a sorbos mientras miraba con ausencia por la ventana. Todo era equilibrado, sereno, sin embargo ella seguía con aquel rugido por dentro y ni siquiera había conseguido todavía encontrar el camino. Se desplazó por la casa, subió unas pequeñas escaleras y llamó a la puerta de una habitación.

-      Pasa... -la invitó a entrar-. Buenos días princesa... ¿Qué tal la cama hoy?
-      Igual... -le contestó Alba poniendo una mueca en su cara mientras le daba un sorbo al café-.

La mujer soltó la barra en la que estaba haciendo flexiones, dejándose así caer hasta el suelo.

-       Ya veo– le contestó Isabelle, mientras se quitaba las muñequeras y cogía una toalla-. Ven, siéntate aquí conmigo.

La chica obedeció, y fue hasta el banco donde Isabelle se había sentado.

-      Sabes que no soy de meterme en las cosas de nadie, y que para mí es un regalo tenerte en casa de nuevo, pero desde que llegaste no puedes dormir, estas más apagada de lo normal y sé que hay algo que quieres decir y que por alguna extraña razón no eres capaz de hablar conmigo, así que empiezo a preocuparme –la mujer se detuvo un momento, miró a Alba y la vio jugando con la taza de café en silencio-. ¿Reche, debo preocuparme?

Al recibir aquella pregunta directamente, la joven se giró a mirarla sin evitar sentir aquel nudo en la garganta. No podía posponer por más tiempo sus decisiones, parecía haber llegado el momento.

Escena de Natalia:

Maria recogió a la navarra en la estación como le había prometido. Nada más verla detectó que había perdido peso y que el cansancio marcaba su rostro, como lo había visto anteriormente en el de Alba el día previo a su loca partida. Sin pensárselo la abrazó cuando se encontraron de frente.

-      Me alegro de que hayas venido -le dijo-. Ya verás, como aquí estarás mejor.
-      ¿Tú crees? –le preguntó Natalia con desaliento-.
-      Ya verás cómo sí, de momento, vámonos a casa que Vicky se quedó preparando algo para comer... y luego ya trataremos de encontrar una forma de ocupar el tiempo sin subirnos por las paredes ¿vale? –le propuso la Mari sonriéndole-.
-      María, quiero que vuelva... -dijo ella dando un resoplido-

A la chica se le encogió un poco el alma, Alba era su amiga y no quería traicionar la palabra que le había dado, pero la morena se merecía explicaciones, noticias, algo... quizá era hora de iluminar un poco aquella oscuridad.

-      Lo sé, tranquila volverá... anda vamos

Tras la comida, y unas cuantas copas, Natalia se quedó dormida en el sofá. Vicky la cubrió con una manta y se reunió en la cocina con su novia que estaba limpiando los platos.

-      ¿crees que nos hemos pasado con el tranquilizante? –le preguntó preocupada-.
-      No lo creo, además ya has visto las ojeras que trae... venía agotada. Cuando pille a Alba se le va a caer el pelo, solo a ella se le ocurre dejarla incomunicada después de soltarle que la quiere –Maria estaba enfadada, enfadada por tener que apoyarlas a las dos sin terminar traicionando a ninguna, enfadada por estar en medio de aquello cuando veía tan claras las respuestas-.
-      Bueno no te enfades... ya sabes que no es fácil para ninguna de las dos, así que esperemos que Isabelle sea la llave que necesita y que vuelva pronto –trató de tranquilizarla Vicky abrazándola por la espalda-.
-      Tienes razón, si no escucha a esa mujer no creo que sea capaz de escuchar a nadie... -reconoció Maria cerrando el grifo del fregadero-. Vicky...
-      Dime –le contestó-.
-      ¿Crees que traicionaría a Alba si le aclaro algunas cosas a esta pobre chica sobre su pasado? –le preguntó girándose para ver su expresión-.

Vicky lo pensó un segundo, luego la acarició en la cara y le regaló una sonrisa.

-      No cariño, no lo creo... Además, alguien tendrá que darle algo a lo que aferrarse a esa pobre mujer... está en un sin vivir –le dijo apoyándola-.
-      Eso mismo creo yo...–se animó Maria con su respuesta-. Cuando se levante hablaré con ella.
-      Me parece una gran idea –le contestó ella, dándole un beso-.

Maria la correspondió y luego se le quedó mirando con una sonrisa atronadora. A su chica se le contagió.

-      ¿Qué? –le preguntó Vicky viendo que quería decir algo pero no lo decía-
-      Que te quiero, y que me alegro de haber abierto los ojos a tiempo para verlo –le contestó ella-.
-      Yo también te quiero... -le contestó y la volvió a besar-. Pero que sepas que me las hiciste pasar putas, nunca mejor dicho... jajaja

A Maria se le desencajó la mandíbula por la referencia hacia su profesión y aquellos días de refugio que pasó de clienta en clienta después de aquel beso robado y borracho que le dio a Vicky en la discoteca y que retiró las vendas definitivamente entre ellas.

-      Eres mala... -se quejó ante las risas de la chica por su cara-.
-      Jajajja...  si, y más vale que no lo olvides, porque como te acerques a cualquier otra, te morderé.. y no precisamente del modo que te gusta a ti ...- volvió a reír ante la cara que puso a continuación la más mayor-.
-      ¿Desde cuándo te volviste tan loba? –se hizo la sorprendida- Te juro que a veces tengo la sensación de que a pesar de los años, jamás te vi.
-      Eso cariño, es porque nunca miraste bien... -le dijo Vicky dándole un azote y alejándose de ella-.

Maria sonrió, jamás pensó que las cosas con ella se sucederían así, pero cada día que pasaba estaba más segura del camino que habían empezado a andar juntas. Sólo esperaba que su amiga corriera la misma suerte y felicidad que ellas estaban viviendo.

Natalia se despertó cerca de las ocho de la tarde, un poco aturdida pero más descansada. Maria le sugirió una ducha para despejarse y ella la aceptó sin decir mucho, se sentía como si le hubieran dado un golpe en la cabeza. Tras el baño buscó a la chica por la casa, hasta dar con ella en el balcón. La preocupación porque Alba hubiera llamado mientras ella dormía, volvió a sobrecogerla.

-      Hola -salió la morena al balcón-.
-      Eh, hola... ¿qué tal la ducha? ¿mejor? –le preguntó Maria preocupada por si se habían pasado con los tranquilizantes-.
-      Sí, ya estoy bien. Es raro que me haya dormido de ese modo, desde luego ya sé que vino comprar cuando tenga insomnio, porque nunca me había pasado algo así... -trató de distender el momento, pues notaba a su amiga un poco rara-.
-      Ya, bueno pues también tendrás que apuntar el nombre de los tranquilizantes que te metimos en la copa, porque si no, no te hará el mismo efecto... -le confesó-.

Ella la miró con el entrecejo fruncido a modo de interrogante, mientras procesaba aquella confesión repentina e inesperada.

-      ¿Me habéis dado tranquilizantes? –preguntó directamente, aún asimilando aquello-.
-      Perdona Nat, pero ... ¿tú te has visto? –trató de justificarse Maria-. ¿Cuántos kilos has perdido? ¿ cuatro, cinco? Llevas dos semanas matándote a trabajo y sin apenas descansar nada, me imaginé que cuando te viera estarías cansada, pero cuando te recogí esta mañana, es que estabas muerta... ¿qué querías que hiciera? Necesitas descansar, te tienes que tomar esta espera de otra forma, o cuando llegue la Reche se va a encontrar un zombie... ¿así piensas tú quitarle sus miedos? ¿haciéndole sentir que es responsable de tu bienestar y de tu salud? ¿siendo una carga, en lugar de alguien que le de la seguridad y que sea el pilar que necesita para decidirse a atreverse a cambiar lo que ya conoce?

A Natalia le golpearon en la cara una a una cada palabra que salió de la boca de aquella mujer. Aturdida aún por la medicación, inestable por la debilidad que había dejado en ella aquellos días angustiosos de incertidumbre y desinformación, reculó hasta sentarse en una de las sillas de la terraza. Maria tenía razón.

-      Tienes razón. No quiero que me encuentre así a su regreso, porque... ¿Alba va a regresar, verdad? –le preguntó-.

La rubia por primera vez pudo entender a Alba cuando le comentaba la dulzura y la necesidad que Natalia le trasmitía, en los ojos de aquella mujer ambas cosas rebosaban mientras formulaban aquella pregunta que sólo esperaba una respuesta.

-      Sí,  va a volver. No me ha dicho aún cuando, pero lo hará y tú vas a encargarte de que cuando lo haga, no tenga opción para salir huyendo, ¿está claro? –le dijo mientras se sentaba a su lado-.
-      Sí, muy claro –le contestó ella-.
-      Estupendo.

Maria se le acercó y le dio un abrazo, ella se dejó abrazar emitiendo un suspiro. Echaba de menos a Alba, el no poder si quiera oírla la estaba ahogando, pero estaba en lo cierto, tenía que crecerse, hacerse más fuerte, más segura... debía volver a ser no sólo la Natalia que fue antes de que Virginia ensombreciera su vida, sino esa nueva que despertó al encontrarse con la rubia y que la hacía irradiar una energía blanca e irresistible.

-      ¿Sabes? Cuando me encontré con Alba por primera vez, su seguridad me golpeó de frente... se le veía tan tranquila, feliz y tan cómoda con quien era, con lo que hacía, y yo me sentía tan vacía con mi propia vida, que quise aferrarme a ella para que me trasmitiera algo de todo eso que ella tenía –le confesó a Maria-. Jamás imaginé que ella también pudiera tener miedos.

La madrileña escuchó con atención como Natalia describía a la perfección el cambio que había sufrido Alba desde que la había conocido, sin embargo estaba segura de que le faltaba por comprender lo más importante, los motivos.

-      Natalia... -la llamó-.
-      Dime... -le contestó-.
-      Alba y tú, bueno... ¿ella alguna vez te ha hablado de su pasado? –le preguntó-.
-      Sí algo, poco en realidad. Sé que adoraba a su madre y que tuvo una infancia feliz a pesar de no tener padre y eso... -le contestó la morena-.
-      ¿Sabes que su madre era lesbiana? –Maria vio como asentía con la cabeza-. ¿Qué murió a causa de un accidente de tráfico?
-      Sí, lo dejó caer, pero no seguimos hablando de aquello porque noté que la ponía aún muy triste –le dijo ella-. ¿Pero, a qué viene todo esto?

Maria la miró callada, se cogió las manos y pensó por unos segundos si hacía bien siguiendo por aquel camino.

-      ¿Mari? ¿qué pasa? –se inquietó Natalia por aquella conversación que estaban teniendo-.
-      ¿Te ha contado alguna vez cómo decidió entrar en este mundo? ¿Cómo se hizo "acompañante"? Vamos.. ¿puta? –le soltó a bocajarro, un poco nerviosa, acababa de cruzar la línea y ya no habría vuelta atrás-.

La morena sintió como el corazón se le azoraba. En muchas ocasiones había querido conocer la repuesta de aquella incógnita, pero al mismo tiempo le daba miedo enfrentarse a aquella realidad.

Para quien no lo sepa Isabelle es el nombre real de Zaz, no me he resistido a meterla en la historia, aunque quizá os sorprenda de qué modo... ;)

Sex education. //Albalia.Où les histoires vivent. Découvrez maintenant