67- Soy una, y soy fuerte.

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Como no podía dormir, emprendió el camino cuando el amanecer aún no había irrumpido. Puso música, encendió el GPS y se colocó cómoda en el asiento, le esperaban largos kilómetros hasta su destino, pero se había auto-negado a cubrir la distancia en un avión... necesitaba aquello, la conducción mantendría su mente ocupada, la soledad le serviría para darse cuenta que era "una" y que era fuerte. No sabía cuánto le llevaría aquello, no sabía qué se encontraría ni cómo lo abarcarían... simplemente necesitaba estar allí, al lado de quien conocía el inicio. Pisó el acelerador, y no miró atrás.

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-      ¿Aún no se sabe nada? –le preguntó Natalia a Maria por decima vez en el día-.
-      No, ya te he dicho que cuando llegara me llamaría y acto seguido te llamaría yo a ti –le dijo esta tratando de ser paciente -. Te quieres tranquilizar, es normal que aún no haya llegado.
-      Pero si son las nueve de la noche. ¿Dónde coño se ha ido... a Tailandia? –la morena no llevaba nada bien no saber ni dónde ni cómo estaba Alba, estaba de los nervios-.
-      Vamos a ver, no se ha ido tan lejos... pero la muy cazurra ha ido en coche, y me llamó cuando paró a tomar un café a las siete, por lo visto había parado más de la cuenta para mirar paisajes... No te preocupes que ya no le debe quedar mucho y en cuanto sepa algo te llamo yo, te lo juro –le garantizó la Mari-.
-      Dios mío, y ahora resulta que está en carretera... –A Natalia se le ponían los pelos de punta de pensar que fuera conduciendo tantos kilómetros-.
-      Qué está bien exagerada. Anda relájate... -ya no sabía que hacer con ella, cuando llamara Alba se iba a enterar por haberla metido en aquel marrón en lugar de llevar el móvil consigo-.
-      Vale, vale... llámame al segundo de hablar con ella ¿eh? Sea la hora que sea ¿vale? –le pidió la chica-.
-      Que siiiiii, pesadaaaaa.... Y relájate un poco, que al final me vas a poner nerviosa a mí también, coño–le pidió la Mari y a los pocos segundos ambas colgaron.

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Eran un poco más de las diez de la noche cuando el descapotable de Alba entró por el sendero que llevaba a aquella casita en la costa francesa. Aparcó al lado de un todoterreno impresionante que no conocía, al bajarse lo bordeó examinándolo... "Desde luego... siempre pidiendo guerra, hay cosas que nunca cambian" pensó para sí y sin darse cuenta una sonrisa se posó en su rostro. Tiró de la maleta y se plantó en la puerta de la casa, llamó pero nadie abría, así que echó un vistazo y reconoció una escultura pequeña y horrenda que le resultó muy familiar, se acercó y estiró de un par de adornos que tenía, al instante un cajetín oculto salía de ella tendiéndole la llave de la casa...

Recuerdos de Alba:
"-¿No tienes miedo de que un día alguien te robe la figura y con ello la llave de tu casa?  –le preguntaba una rubia de unos quince años a su dueña-"
"-Es demasiado fea para que alguien quiera robarla...  y soy tan despistada que necesito un sitio seguro donde guardar una copia, además, así tú podrás entrar siempre que quieras en casa ... -le había dicho sacándole una sonrisa a la joven-."

Alba cruzó el umbral y dejó la maleta en mitad del salón. Desde fuera la casa parecía vieja y maltratada por el salitre, pero por dentro todo era lujo y exquisitez, igual que su pequeño apartamento de Madrid. Cruzó la sala y luego la cocina, abrió la puerta trasera y la brisa del mar impactó en su cara... aquello era maravilloso. Cerró los ojos unos segundos para oler todo aquello, luego salió para acercarse a la arena.

Miró a ambos lados, estaba oscuro y solo ligeras farolas alumbraban sin llegar a iluminar del todo la orilla... de pronto se paralizó, el corazón empezó a bombearle enérgicamente, la figura imponente de aquella mujer empezó a aparecer aproximándose a la casa. La observó paralizada, hacía más de seis años que no se veían, pero aquella mujer parecía que no cambiaba... con unos vaqueros negros y una camiseta de tirantes del mismo color, parecía aún aquella joven de 23 años que conoció en la casa de su madre y la dejó fascinada. Su pelo y ojos oscuros, penetrantes... su fuerza, su templanza... había olvidado ya, lo impactante que siempre le pareció su presencia.

En mitad de la oscuridad, sus ojos se encontraron, ambas se quedaron apenas unos instantes quietas, hasta que la mujer unos diez años mayor que ella, empezó a borrar la distancia que las separaba mientras poco a poco una sonrisa muy especial teñía su cara y sus ojos. A la rubia se le contagió de igual modo, y al sentir aquel abrazo cerró los ojos, respiró su aroma y se sintió a salvo... aquella era su otra casa, la casa que sustituía su sentimiento familiar.

-      Tenía tantas ganas de verte –le susurró la mujer aún estrechándola entre sus brazos-.
-      Y yo a ti, no sé cómo he dejado pasar tanto tiempo –se disculpó Alba con ella, por esos años que sólo habían sido de llamadas-.
-      Lo importante es que ya estás aquí –le dijo separándola y mirándola a los ojos-. Ven, vamos a dentro, voy a preparar tu plato favorito para cenar...

A la chica se le iluminó la cara, se aferró a la cintura de aquella mujer que la llevaba por los hombros, y deshizo lo andado hasta llegar de nuevo a la casa, como si el tiempo ni la distancia hubiera pasado entre ellas dos.

Aqui tenéis el extra prometido.
Bueno, pues ya sabemos que Alba está en Francia... ¿Apuestas sobre quien será la misteriosa mujer?
Mañana más y mejor 😉

Sex education. //Albalia.Where stories live. Discover now