47- Ponia a la peña de pie.

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Natalia miró por encima del hombro de Alba y divisó la hora en el despertador.

-      Mierdaaaaaaaa... ya son las once –gritó, y de un salto se puso en pie dejandola en la cama, compuesta y sin labios que desear frente a ella-.
-      ¿Te vas? –preguntó frustrada ante la inminente estampida- Ni siquiera hemos desayunado.
-      Eh? –rebuscaba en el armario, debía elegir un atuendo que le sirviera tanto para la comida de al medio día, como la posible cena que sin duda tendría que concertar ahora que ya no podría quedar con ningún cliente en la semana próxima-. Ufff, lo tendremos que dejar para mañana Albi, se me ha hecho tardísimo. ¿Cuál me pongo el negro o el gris? –le preguntó enseñándole dos pantalones-.
-      Mmm ... el gris –dijo la rubia-.
-      Vale!–dijo, y dando un par de brincos enfundó aquellas piernas que a Alba le estaban quitando el sentido-. ¿Y de arriba?

Pidió consejo, y ella se levantó para ponerse a su lado.

-      Espera  -le dijo mientras rebuscaba en el armario de aquella mujer, por fin divisó uno que hacía tiempo quería verle puesto-. ¡Toma!
-      ¿Este? –se sorprendió- ¿No es muy sugerente para ir a trabajar?
-      ¡Anda ya! ¡Es perfecto! –dijo Alba y se puso cara a ella-. ¡Levanta!
-      ¿Qué? –no sabía a qué se refería-
-      Los brazos, levanta... -le ordenó, y Natalia la obedeció cuando la vio tirar de su camiseta para arriba-.

El paso de sus dedos por las costillas de la morena no pasaron desapercibidos para ninguna de las dos.

"Mmm... ¿tiemblas gatita?... más temblarías si me dejaras.... Por Dios que buena estás" pensaba Alba para sí, mientras se demoraba algo más de la cuenta en sacar aquella camiseta.

"Ay mi madre... que ésta ya está despertada y yo aquí aun a media asta..." pensaba Natalia por su parte, mientras se le entornaban los ojos por la suavidad de aquella ligera caricia.

-      Ya, ya lo hago yo, no te molestes... -dijo de pronto cuando vio que Alba iba a ponerle el suéter-.

Esta negó con la cabeza y dibujó una sonrisa pícara.

-      Quiero hacerlo yo... Anda mete el brazo... -le dijo, y no se conformó hasta que no terminó de ponerle el suéter-. ¡Lo sabía!

Dijo contemplándola.

-      ¿Qué sabías? –preguntó la navarra con una sonrisa suspicaz-.
-      Qué te sentaría de vicio, me encanta –reconoció mientras se la comía con la mirada-.

Natalia vio su reflejo en el espejo, el suéter que había elegido para ella era de un rosa pálido agradable y dejaba su hombro izquierdo al descubierto, la caída del tejido era suave y envolvía sus pechos remarcándolos pero con libertad. A ella jamás se le hubiera ocurrido ponerse algo así para trabajar, pero reconocía que el contraste con aquellos pantalones grises de vestir le daban una imagen elegante pero desenfadada que la sorprendió gratamente.

-      ¡Estás guapísima! ¿Te gusta? –le susurró Alba detrás de ella, mientras la envolvía por la cintura mirándose al espejo-.
-      Sí, me gusta... -admitió embobada en aquella imagen que proyectaban las dos frente al cristal-. Gracias.
-      De nada, gatita –le dijo y depositó un beso en aquel hombro desnudo que el suéter le ofrecía-.

Natali se quedó quieta contemplándola, los ojos entornados de la rubia mientras depositaba aquel beso cálido y lento sobre su piel la inquietó más que si le hubiera tocado una teta de pronto. Alba abrió los ojos y la miró a través del espejo, su silencio decía más de lo que estaba dispuesta a admitir y tuvo la sensación de que algo dentro de aquella mujer había cambiado, aunque no sabía bien el qué.

-      Anda vete, que llegarás tarde –la apremió rompiendo aquel momento de descuido, de pronto se sintió nerviosa y soltó aquella cintura cálida que se moría por retener-.
-      Sí, la verdad es que sí –reconoció, a pesar de que romper aquel momento era lo último que deseaba hacer-.

Natalia terminó de recoger su cartera, el móvil, las llaves y el abrigo.

-      ¿No te llevas la moto? –le preguntó Alba siguiéndola hasta el recibidor-.
-      No, mejor voy en taxi, porque aún no sé donde me tocará ir, y si tendré que tomar alguna copa con esta gente –aclaró mientras revisaba que llevaba todo lo necesario-.

Ella se quedó en silencio, deseando que se quedara alli, deseando que al despedirse la abrazara y le dijera que la esperara para cenar. Pero aquello no era muy probable, pues iba contra reloj y parecía distante.

" A saber que has hecho con esa puta rubia que te ha dejado tan relajada... mierda, Alba noooo... los celos, para" –se reprendió a sí misma, respiro.

Entonces Natalia se volvió para mirarla, ella permanecía a distancia y no sabía que pensar sobre aquella lejanía de pronto. Con temor, se atrevió a preguntar.

-      Albi? –la llamó tímidamente-.
-      Dime –le contestó-.
-      ¿te quedarás esta noche conmigo? –le preguntó mirándola suplicante-.

Alba dibujó una enorme sonrisa en el rostro, y dio un par de pasos hacia ella.

-      Si tú quieres, sí –le contestó-.
-      Sí quiero –admitió con alivio-.
-      Entonces aquí estaré –le aseguró, y sin poderse controlar la besó en los labios-.

A Natalia la cogió tan desprevenida que se quedó muda, rota por aquel sabor que había dejado aquel beso apresurado y aquellos labios que con suavidad habían apresado el suyo en un acto espontáneo.

-      Anda... correee... que no llegas –la apremió Alba muerta de vergüenza, ante aquel arrebato del cual había sido la única artífice-.
-      Vale! Hasta la noche! –dijo ella esbozando poco a poco una gran sonrisa mientras la empujaba hacia la puerta para que desapareciera-.

La morena cogió el pomo y abrió la puerta, Alba seguía esperando que desapareciera para poder ponerse a chillar tranquila.

-      Ah, una cosa más... -dijo de pronto-.
-      ¿Qué? ¿Qué te olvidas? –preguntó Alba echando un vistazo rápido a la entradita en busca de algo olvidado-

Pero el brazo certero de la morena la agarró por la cintura haciendo que se girara a ella sorprendida, una ráfaga de calor le traspasó el cuerpo cuando se encontró de nuevo pegada a aquella boca que ahora ya no quedaba quieta, sino que la besaba viva y dulcemente. Alba cerró los ojos sin poderlo evitar, aunque fuera un breve instante, aquella mujer le sabía a gloria y le trasportaba lejos. Cuando la liberó, no pudo más que despertar ante aquella mirada alegre y aquella sonrisa radiante... "Diosss... me morí" pensó ante aquella mujer.

-      Te eché mucho, mucho de menos! ¡Hasta la noche! –fue todo lo que le dijo tras aquel beso y sin más salió por la puerta y cerró tras de sí.

La rubia se apoyó contra aquel amasijo de madera compacta, pegando su mejilla a la frescura del noble material agradecida. No podía dejar de sonreír ni de temblar, aquella era la mayor locura que había cometido en su vida, y por si fuera poco se iba a perder en ella toda una semana sin interrupciones, o al menos, eso era lo que esperaba.

Sex education. //Albalia.Where stories live. Discover now