62- ¿Es que no lo ves?

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A Natalia le llevó algún tiempo recobrar el aliento. Alba se quedó admirando aquel rostro sonrosado, mientras con las yemas de los dedos borraba con suaves caricias las pequeñas gotas de sudor que habían perlado aquella frente.

-      ¿Mejor? –le preguntó con una sonrisa, aún sobre el cuerpo de aquella mujer-.
-      Mucho mejor -le contestó ella con una sonrisa traviesa, mientras le tomaba el rostro y besaba con devoción aquella boca-.

Alba pudo sentir de nuevo aquella suavidad que anunciaba el inicio de otra tormenta.

-      Laura y Bea deben estar al llegar... -puso de excusa entre beso y beso-.
-      Entonces no perdamos tiempo... -le contestó ella volviendo a besarla mientras conseguía tenderse sobre su cuerpo-.

El corazón de la rubia empezó a latir con violencia, las caricias de aquella chica eran certeras y sus besos un laberinto muy difícil de abandonar. La necesidad de aplacar sus miedo le hizo hablar más de la cuenta.

-      En serio te has propuesto hacerme trabajar todo lo del mes en un par de días, ¿eh?... -le dijo en tono de broma, tratando de calmar sus nervios tras las emociones vividas al poseer su cuerpo-.

Las palabras escogidas clavaron una daga con sirenas de emergencia en el pecho de Natalia, que se detuvo abruptamente. Alba se arrepintió al instante de lo dicho, y más cuando se separó de ella.

-      Perdona... yo no, no pretendía... -trató de disculparse mientras se sentaba en el sofá y liberaba su cuerpo-.

Ella se sentó también, queriendo borrar el dolor que veía reflejado en el rostro esquivo de la morena.

-      No quise decir... era una broma, Nat –trató de corregir, aunque había algo dentro de ella que le impedía decir las palabras correctas para corregir aquel mal entendido-.
-      Tranquila. Es cierto, Bea y Laura tienen que estar al caer... no es plan que nos pillen en medio de su salón... -se levantó del sofá sin mirarla-. Voy a por agua, ¿tú quieres algo?
-      Eh.. no –acertó a contestar Alba, que sintió como se le helaba la sangre cuando los ojos de Natalia se le clavaron en los suyos fríos e hirientes, jamás los había visto así, se sorprendió-.

Ella salió del salón sin decir nada más, dejandola con una sensación de desolación en el sofá.

Alba: Joderrr... joderrr... joderrr.... ¡por qué tengo que ser tan bocazas!
Conciencia: porque no lo puedes evitar, y cuánto más acojonada estás peor.
Alba: ¿y tú como sabes que estoy acojonada?
Conciencia: Sencillo, no la dejaste hablar...

Se dejó caer en el sofá tapándose los ojos con el brazo. Era cierto, no la había dejado hablar... había pasado por situaciones muy parecidas con otras clientes, e intuía cuándo le iban a confesar algún sentimiento hacia ella que traspasaba lo profesional. Por lo general, ella solía escucharlas, las trataba con dulzura, las hacía comprender lo equivocadas que estaban respecto a esos sentimientos y las rechazaba con cortesía, tratando de hacerlas entrar en razón... pero con ella las fuerzas le flaqueaban, una parte de si le decía que debía desengañarla y continuar con su vida como siempre, que con el tiempo se daría cuenta de su capricho y ella se quedaría rota.... Otra parte sin embargo quería creerla y arriesgarse, y aquello sin duda ero lo que más le aterraba de todo.

-      No, no quiero. No puedo oírlo, todavía -se dijo en voz alta, tratando de imponer a su corazón una cordura que ya no tenía-.

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A pesar de beberse un par de vasos de agua helada, y de poner distancia con Alba, las manos y las piernas aun le temblaban. Se apoyó en una silla, pero no fue suficiente, y terminó sentándose tratando de tranquilizarse.

-      Oh, por favor, deteneros... -les pidió a sus piernas, mientras las frotaba con sus manos, pero no cedían-.

Su cabeza iba a mil por hora, su corazón le bombeaba herido y ella no podía contener aquel temblor que empezó a producirle un castañeo de dientes ya conocido. Cruzó los brazos sobre su pecho, y luego flexionó el tronco contra sus piernas, cerró los ojos y trató de respirar. Los nervios siempre le habían jugado malas pasadas, pero aquello era distinto... "te has propuesto hacerme trabajar... trabajar..." aquel verbo la golpeaba una y otra vez, la hacía sentirse sucia y cobarde, y no podía soportar la idea de que Alba imaginara que cuando ella le hacía el amor, era porque se sentía con derecho a ello por haber pagado aquel burdo dinero. Empezó a marearse, agotada por el esfuerzo físico y por las nauseas que empezó a sentir tras ser consciente de lo que estaba haciendo. "La he comprado... ¡no!... ¡no!... no se puede comprar a quien quieres, pero qué, qué estoy haciendo..." .... "no debí acostarme con ella... no, hasta que hubiera terminado el contrato... ahora piensa que soy como las demás... que pido lo que pagué..."  trató de ponerse en pie... los temblores habían retorcido sus tripas y sentía ganas de vomitar; trató de dar unos pasos para alcanzar un apoyo en la encimera, pero antes de que llegara la vista se le nubló y cayó al suelo.

Desde el salón un ruido sordo seguido del estruendo de unas sillas cayendo al suelo hicieron incorporarse a Alba de golpe...

-      Nat! –gritó, y salió corriendo hacia la cocina con el corazón en un puño-.

Sex education. //Albalia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora