13 (thirteen)

919 104 30
                                    

Ya sé que dije que este capítulo era para contar la cita (que lo haré) pero antes, vamos a ver cómo ha ido la mañana de Amelia. Esta vez no se despierta con una resaca de padre y señor mío... pero sí con compañía. No, ahora no es broma.

- Amelia... no te lleves la manta – dice tirando de ella para taparse.

- O sea que te dejo quedarte en mi casa, duermes en mi cama y encima pones pegas. – se queja.

- Baja la voz... - se da la vuelta – que me duele muchísimo la cabeza.

- Con lo grande que eres y lo quejica que te pones.

- Oye – la empuja sutilmente – que de verdad que me encuentro fatal.

- Es lo que tienen las resacas. – dice divertida.

- No sabía que los mojitos podían subir tanto... -se incorpora, llevándose una mano a la cabeza - ¿Qué hora es?

- Las once.

- ¿Solo? – vuelve a acostarse, tapándose con la manta de nuevo – pues yo me quedo aquí.

- Pero tómate una aspirina antes, hombre.

- ¿Me la traes tú? – pregunta asomando la cabeza, con cara de pena.

- No sé cómo te aguanto...

- Porque soy tu mejor amigo y me quieres.

- Pero si mi mejor amigo es Jesús – bromea, levantándose de la cama.

- ¿Ah sí? Vale, vale... ya hablaré yo con Luisita.

- Imbécil – le tira un cojín – Ahora te la traigo, pesado.

- Gracias – le dedica una amplia sonrisa. – Eres la mejor.

- Encima pelota, es que lo tienes todo... - y sale de la habitación.

Ni Luisita, ni Sara... es Sebastián. Yo esto lo dejé caer en el capítulo anterior, así que no os debería pillar de sorpresa. A decir verdad, no es la primera vez que duermen juntos. Es que son demasiados años ya aguantándose mutuamente y hay mucha confianza. De hecho, de toda la tropa es al que conoce desde hace más tiempo. Comenté que se conocieron en la escuela de teatro, pero no dije que Amelia por aquel entonces tenía unos 11 años. Así que son unos... ¿18 años? de amistad. Casi nada. De ahí que se consideren prácticamente hermanos. Se ayudaron mucho con lo de aceptarse a sí mismos. Amelia le contó todo lo que había pasado con su familia y con Luisita, y Sebastián se portó muy bien con ella, haciendo de paño de lágrimas en más de una ocasión. Y Amelia hizo lo mismo con él, sobre todo cuando Sebastián le contó que empezaba a gustarle un chico de su clase y no sabía cómo afrontarlo. Digamos que ambos aparecieron en la vida del otro cuando más falta les hacía apoyarse en alguien.

- Buenos días – dice entrando a la cocina, desperezándose - ¿Tostadas? – pregunta viendo a Carlos de espaldas preparando algo.

- Buenos días. Sí, y Natalia ha bajado a por cruasanes también. Por si quieres.

- Qué bien – abre el armario para coger las aspirinas.

- ¿Y los dormilones?

- Jesús supongo que seguirá durmiendo y Sebastián me ha pedido que le lleve algo para la resaca – llena un vaso con agua.

- Menuda se pillaron anoche...

- Y que lo digas... bueno, voy a llevarle esto antes de que se me enfade. Guárdame un par, porfa.

- Claro – dice con una sonrisa.

Año nuevo, vida nueva. He decidido darle una oportunidad a Carlos y ahora habla. Amelia vuelve a la habitación y se encuentra a su amigo envuelto en la manta, en la misma posición en la que le ha dejado.

7Where stories live. Discover now