38 (thirty-eight)

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- Así que Mateo...

- Sí, ¿pasa algo?

- Pasa que Mateo es el novio de Sebastián, así que no me extrañaría que lo de apuntarse a la comida de repente tenga que ver con Amelia.

Pillados.

- Ya... o sea que lo ha hecho para espiarme, ¿pero cómo coño se ha enterado Amelia de que iba a comer con ellas?

- Bueno, es que Luisita se ha dejado aquí el móvil así que a lo mejor ha visto la notificación.

- Pues qué suerte.

- Pues sí... - escucha a alguien entrar en casa – Bueno, te dejo, que tengo cosas que hacer.

- Vale, gracias por la información, Natalia.

Sabía que Natalia era la topa (a ver, tampoco era muy difícil, he mantenido el suspense hasta el final de la conversación como si fuera esto un plot twist de la leche pero no ha sorprendido absolutamente a nadie)

- Nada, hasta luego – cuelga – Uy, ¿y esa cara?

La cara de una persona que lleva aguantando mis estupideces durante 38 capítulos.

- Que tengo muy mala suerte en la vida – responde Amelia – pero lo hablamos luego, que ahora no tengo ganas – se va y cierra la puerta de su habitación.

Una puerta se cierra pero otra se abre, en este caso la de la casa de Luisita que deja su abrigo tan tranquilamente, enciende la luz del salón para echarse en el sofá y...

- Joder, Manolín – exclama sobresaltada – Qué susto me has dado, ¿se puede saber qué haces aquí a oscuras?

- Pensando.

- ¿Te ha pasado algo? – Manolín asiente con la cabeza - ¿El qué? – no recibe respuesta y cuando se acerca se percata de que está llorando - ¿Qué pasa? Me estás asustando.

Manolín la abraza sin poder ni hablar y Luisita deja que se desahogue, pasándole la mano por la espalda para intentar tranquilizarle.

- Es... Emma – dice al separarse, secándose las lágrimas.

- ¿La chica con la que tenías un rollo?

- Bueno... es difícil de explicar, no nos llevamos muy bien pero...

- Ya, entiendo.

Se hace de nuevo el silencio en el salón.

- Me ha dicho que... está embarazada.

¿Aquí también? Hay que ver... esto pilla a Luisita por sorpresa y no sabe qué decir, lo único que tiene claro es que no es el momento de reproches ni de señalar lo irresponsable que ha sido (que lo ha sido) viendo su estado.

- Luisi – dice viéndole la cara – lo siento, sé que hemos sido unos inconscientes y que ahora vengo y te suelto esto, así de sopetón... pero es que no quería ir a casa y que papá y mamá me notaran nada.

- Tranquilo, puedes contar conmigo para lo que sea.

- Gracias...

- Para eso estamos los hermano, ¿no? – le seca las lágrimas.

- Me ha dicho que se lo va a pensar, pero que no sabe si quiere hacerlo o no...

- Necesita su tiempo... ¿tú qué opinas?

- Da igual lo que opine, la decisión es suya.

- Ya, pero yo quiero saber lo que piensas.

- Yo... no me veo preparado.

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