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- Buenos días – dice Amelia sentándose en la silla.

- Buenos días – responde Marta.

No estamos aún como para llegar a los dos besos, habrá que darles algo de tiempo. A todo esto llega el camarero, les toma nota y se marcha a seguir con su trabajo.

- He hablado con Natalia.

- ¿Y bien?

- Tiene sentido lo que decís. Y me ha dicho que le enseñaste informes médicos.

- Te los puedo enseñar a ti también si lo necesitas, no tengo intención de ocultarte nada.

¿Entonces le va a contar lo de Tomás?

- Bueno, cuando puedas...

- Mañana los llevo al ensayo.

- Marta, a pesar de todo yo... no puedo hacer como si nada hubiera pasado, no me sale.

- Lo entiendo, ya te dije que no te lo conté para que me perdonaras.

- Ya, pero te he tratado fatal y no quiero que -

- Me lo tengo merecido. No te preocupes por eso, en serio. 

El camarero les trae los cafés y las tostadas.

- Tu padre ya está mejor, ¿no?

- Sí, gracias por preguntar.

- Me alegro de que al menos eso sirviera para algo...

- Aunque debería de haberlo gestionarlo de otra forma – le pega un sorbo al café.

- Lo hecho, hecho está. A mí ahora me está pasando algo parecido.

- Con Luisita – adivina y Amelia asiente. – Te entiendo.

- Si me llegan a decir hace unos meses que me identificaría contigo en algo...

- No quieres hacerle daño y también te da miedo descubrir cosas de su pasado.

Amelia se queda callada unos segundos, pensativa.

- ¿Tú sabes algo que yo no sepa? – la mira. – Si lo sabes, prefiero que me lo digas.

- ¿Estás segura?

- No... pero dímelo. - Marta duda un momento. - Por favor. 

Ay, que penica me está dando.

- A ver... ¿recuerdas que tu padre te dijo que Luisita le estaba buscando?

¿Qué? ¿Que lo sabe? 

Amelia se tensa.

- No era un farol...

- No, intentó ponerse en contacto con él para preguntar por ti.

- ¿Y habló con él? – pregunta nerviosa solo de pensar en que Luisita lo hubiera hecho.

- No, tranquila, por lo que pude escuchar estuvo mareándola con pistas falsas hasta que tuvo que dejarlo.

- ¿A quién escuchaste?

- A tu padre. Había quedado conmigo en su despacho y recibió una llamada para avisarle.

- ¿De quién?

- Beltrán.

- Qué sorpresa – dice con ironía. – ¿Y cómo le llegó eso a Beltrán?

- Eso ya no lo sé... pero escuché algo más.

- ¿El qué?

- Al parecer Luisita fue a tu pueblo y estuvo preguntándole a los vecinos si sabían algo de tu familia, aunque eso tampoco sé cuándo fue.

7Donde viven las historias. Descúbrelo ahora