72 (seventy-two)

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La paciencia es una virtud y a veces para conseguir lo que quieres no te queda más remedio que armarte de ella (mejor eso que un rifle, digo yo). No es fácil, hay momentos en los que sientes que estás perdiendo el tiempo y te cuestionas si merece la pena seguir esperando o no. De esto algo sabréis, que seguís aquí después de tanto tiempo. ¿Cuánta gente habrá desistido en el primer capítulo? ¿Y a los veinte? ¿Y a la mitad? Seguramente mucha, para qué engañarnos, pero da igual porque es lo que tiene el arte que a veces no se entiende ni se valora lo suficiente. No está hecha la miel para la boca del asno, con todos mis respetos a los que ya no leen este fanfic.

¿Por qué había sacado yo el tema de la paciencia? Ah, sí, porque hay una persona que habitualmente no suele tenerla (y ya nos lo ha demostrado en más de una ocasión) pero que le va a hacer falta de aquí en adelante. Había muchas ganas de que llegara el momento de la verdad, el clímax donde por fin se resuelve el conflicto principal, pero ahora toca saber manejar la situación. El pasado (por suerte o por desgracia) no se puede borrar e inevitablemente afecta al presente y a la manera de afrontar la vida y las relaciones. Aunque así de primeras pueda parecer que ya está todo controlado, sigue habiendo una amenaza por ahí suelta llamada Tomás Ledesma que tiene pocos escrúpulos y muchas ganas de molestar. No quería venir yo a estropearos el momento pero alguien lo tenía que decir. Pensad que al menos sabéis que ninguna lesbiana se va a morir... el resto de mortales que se ponga a cubierto por lo que pudiera llegar a pasar.

La cuestión es que Amelia se ha quitado un gran peso de encima, teniendo en cuenta que una de sus preocupaciones era que le estaba ocultando a Luisita la verdad y temía su posible reacción. Cosa que no entiendo muy bien porque como habéis visto ella se lo ha acabado tomando estupendamente (¿alguna bronca ha habido por ahí? a ver, yo más bien lo llamaría pequeña discrepancia). Sin embargo ahora hay otro tema que abordar... un tema que más que un tema es EL tema. Y es que Amelia a lo mejor podía llegar a sospechar algo pero ahora tiene la confirmación de que Luisita no solo la corresponde en la actualidad, sino que además había sentido algo más que una amistad por esa Amelia más conocida como la del pueblo. Es un motivo de alegría, eso está claro, pero la cabeza de Amelia da más vueltas que una lavadora centrifugando y necesita ponerse en orden. Yo creo que no le vendría mal una sesión con Benigna, que desde aquella encerrona de Manolita no ha vuelto a pisar la consulta. Ahí lo dejo.

En situaciones complejas una está a mil cosas y cuesta acordarse de todo, por eso he decidido tomar medidas al respecto y aportar mi humilde grano de arena a que esta relación funcione.

— ¿Qué pasa?

— Nada, que me ha mandado un mensaje un chico que me habló hace tiempo pensando que era su prima. Supongo que no borraría la conversación y se habrá confundido otra vez.

Claro, eso es exactamente lo que ha pasado. Una confusión.

— ¿Y qué te ha dicho?

— Que tenga paciencia.

— Pues para haberse confundido razón no le falta.

Luisita la mira y suspira.

— Ay, María... estoy que no me lo creo. Si hubieras visto su cara cuando me lo contó todo...

— Se nota que lo ha pasado muy mal, por eso tienes que ser paciente con ella.

— Ya, si lo sé...

— ¿Pero? Que esa cara me la conozco.

— Pues que cuesta, que ha sido mucho tiempo perdido y una tampoco es de piedra.

— Ya... te entiendo, si no fuera porque estoy con Ignacio... 

— Oye, vamos a ver, un respeto. 

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