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Para que nos situemos: después de la comida con parte de los Gómez, Amelia vuelve a su casa pero antes hace una parada en la de su mejor amigo al que no ve desde que se fue a Sevilla (aunque no perdió su silla) porque le ha mandado un mensaje diciendo que tenían que hablar y parecía urgente. ¿Malas noticias? No ganamos para disgustos.

— Dios, es que no te vas a creer la mañana que llevo. — llega hasta el salón y se sienta en el sofá. — Dime que no me vas a dar más malas noticias.

— A ver, lo mío tampoco es tan grave... solo que Marcelino ha estado por los alrededores del teatro preguntando por ti.

— Bueno... no me sorprende.

— Pero vamos, que Marta y Natalia me han echado un cable y hemos avisado al resto de compañeros por si se encuentran con él, sin entrar mucho en detalles.

— ¿Ya te llevas mejor con ella?

— Bueno... poco a poco. Después de lo que me contaste la tolero algo más.

Amelia le contó por teléfono todas las novedades, incluyendo que Germán sabía que Marta era un topo y que en cierta manera si siguió con ese doble juego fue porque él se lo pidió para no levantar sospechas y así tampoco empeorar su situación.

— Me alegro. Si es que no merece la pena guardarle rencor, siento que me he quitado un peso de encima con ella.

— Ya, bueno... ¿qué ha pasado?

— Pues en cuanto he llegado a Madrid he pasado por el piso a dejar la maleta y me he ido al despacho de abogados. He dado el consentimiento para que sigan con lo de mi padre y Nacho me ha dicho que María quería quedar para comer conmigo.

— Así que ha habido reencuentro.

— Sí, y no me esperaba un recibimiento por todo lo alto, pero tampoco eso.

— ¿Te ha tratado mal?

— Estaba muy fría y no ha parado de soltarme indirectas reprochándome cosas. No entendía absolutamente nada y el colmo ya ha sido cuando me ha dicho que su hermana se había pasado la noche llorando por mi culpa.

— ¿Pero no hablaste con ella anoche y estaba todo bien?

— Sí, es que no tenía ningún sentido. Hasta que me ha dicho a las claras lo que pasaba y me he quedado muerta.

— ¿Por qué?

— Resulta que un tal Beltrán le dio mi supuesto número de teléfono a Luisita y cuando me habló por mensaje yo le dije que no sabía quién era y que dejara de molestarme.

A Sebastián le cambia la cara y pasa de la confusión al enfado con todas las letras.

— Tu padre. — Amelia asiente. — Es que es increíble — se levanta indignado. — ¿Nunca va a parar de hacer daño o qué?

— Y eso que no sabe que estoy aquí en Madrid y que me he visto con ella.

— ¿Estás segura?

— Beltrán no me ha visto y si supiera algo se lo habría dicho a Ciro o a Rocío.

Sebastián la mira algo más calmado y vuelve a sentarse.

— ¿Entonces qué has hecho? ¿Se lo has contado todo a María?

— A ella y a Leonor, porque por si fuera poco han aparecido ella y Miguel, que me ha reconocido del gimnasio.

— Así que ahora saben que hay dos Amelias.

— Ni que fuera yo Hannah Montana — bromea.

— ¿Te imaginas que poniéndote una peluca no te reconocieran? Sería la hostia.

7Where stories live. Discover now