1

12.7K 770 15
                                    

Isabela miraba la foto enmarcada y rodeada de flores de su mejor amiga. Aris Market, una chica de una familia adinerada que había escapado de su casa a muy joven edad, siguiendo una vida loca y que había muerto muy joven. Porque si, se encontraba en su funeral.

Rodeada de personas que no conocía, que murmuraban cosas desagradables sobre su amiga, aun cuando no conocían todo por lo que había pasado. Una chica hermosa, con un característico cabello rizado que llamaba la atención por donde quiera que pasaba, pero por dentro se destruía día por día hasta que la encontró en la bañera, con su cabello danzando sobre el agua y sus venas cortadas. Ya era demasiado tarde.

Isabela se había quedado impactada cuando la encontró. Sabía de sus problemas, de sus debilidades, pero nunca pensó que se rendiría tan fácilmente. Pero era de esperarse para chicas como ellas que apenas acababan de cumplir los 18 años pudieran flaquear cuando la presión era demasiada.

Más Isabela, a pesar de su dolor, quería levantarla de la tumba y golpearla. Como haría eso, por qué había sido tan egoísta. Había dejado algo muy importante atrás y ni siquiera se había tomado un segundo para analizarlo. Si hubiera pedido ayuda se la hubieran dado. Muchos la querían, la estimaban, aun con todos los secretos que ella guardaba.

Pero era más fácil dejar todo atrás y dejar solo al pequeño niño de cuatro años que lloraba desconsolado delante de la tumba de su madre.

Isabela se levantó de su asiento y se arrodilló al lado del infante acariciándole la espalda. El niño alzó su pequeño rostro rojo e hinchado de tanto llorar en dirección a ella y se lanzó a sus brazos llorando más audiblemente.

-Calla a ese niño, es escandaloso- una voz detrás de ella resonó y le siguieron algunos otros comentarios.

-Desagradable-

-Un niño bastardo-

-Era una mujer descarada que solo disfrutaba el dinero de sus padres y hasta tuvo un hijo-

-Mujer interesada y aprovechada, que bueno que ya no está en este mundo.

Esos y más eran los comentarios que los propios familiares de Aris soltaban sin pensar que el que escuchaba eso era la pobre criatura en sus brazos. Siempre había sido así. Aris era de una familia pudiente, con mucho dinero, estatus, fama, pero como mismo eran poderosos, así era de estrictos.

Por eso cuando ella había aparecido embarazada la habían echado de casa y quitado todas sus pertenecías. Y gracia a ella que le había dado un techo, Aris había podido seguir adelante. Incluso ella misma había recibido a Allen en sus brazos, cuando lo había dado a luz. Unos cuatro años de tanta locura, desde el embarazo hasta la crianza del pequeño niño.

Algo de lo que no se arrepentía.

Pero si despreciaba a esa familia, a esos padres que a pesar de poder dar una mano la habían echado a patadas de allí y no se habían preocupado ni una sola vez por ella.

Ya era incluso un milagro que le permitieran estar en el velorio, donde la mayoría iba solo por apariencia, no porque realmente estuvieran dolidos con la muerte de la joven.

Isabela se levantó cargando a Allen contra ella, dejando que el pobre niño ahogara su llanto en su hombro. En ese momento ella tenía que ser fuerte por dos porque no lo dejaría en una casa de adopción o con esa familia que de seguro le haría la vida un infierno. Por lo que salió de allí antes que los comentarios fueran más violentos.

Ella ya era mayor de edad. Estaba en último año de la carrera gracias a su cerebro prodigioso y de poder adelantar cursos, tenía un apartamento lo suficientemente grande para ella y el niño, y un trabajo a medio tiempo que le reportaba lo básico para vivir. Así que...

Como estafar al Ceo siendo virgenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora