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Giovani tenía suficiente con despertar con dolor de cabeza, encontrarse a su... no sabía si novia para ese momento, con la que había tenido sexo pensando que era la mujer que era su fantasía sexual y futura esposa y con la que había vuelto a discutir; que su cuerpo le doliera por la actividad y que hubiera vomitado con el estómago revuelto para escuchar un grito desde la planta de abajo. ¿En serio? ¿Qué era ese escándalo? Bien sabían los empleados de la mansión que era un hombre que le gustaba la tranquilidad. Solo había alguien que tenía permitido hacer un destrozo y se encontraba en uno de los jardines traseros de la mansión jugando de seguro.

Así que de muy mal genio dadas las circunstancias con las que se había despertado se giró y abrió la puerta con solo el pantalón y la camisa mal abrochada. Caminó por el pasillo y se asomó en la cima de la escalera para ver que perturbaba su preciada tranquilidad, cuando no pudo hablar precisamente por quedarse perturbado.

Su alfombra regalada por un empresario indio hacía unos años estaba ahora manchada de gotas de sangre que caían sin cesar sobre esta. Y lo más impactante era la imagen si corría la mirada más hacia arriba.

Era una escena complicada. Su novia con la mano levantada temblorosa con sus peligrosas uñas, con rastros de sangre en las puntas, uñas que él sabía que dolían, su espalda había sufrido más de una vez. Sim embargo delante de ella estaba lo más relevante, la mujer que sería su futura esposa con una mano con uñas cortas y prolijas sobre su rostro, tapando la mejilla empapada en sangre y apretado en su cadera estaba el niño que había venido con ella. El rostro de este no era para nada adecuado para alguien de su edad, nunca había visto una expresión de odio tan severa por alguien tan joven.

A su alrededor los empleados se movían como loco hasta que el mayordomo agarró una servilleta blanca de tela y se la dio a Isabela para que cubierta las heridas en su rostro, que pronto se tornó rojo, sin evitar que el sangrado siguiera. Ella sabía que ese sería el resultado, por su condición su coagulación era muy lenta, casi ínfima, por lo que tomaría un tiempo hasta que dejara de sangrar completamente.

-Oh dios, llamen al doctor- decía una empleada.

-El señor se va a molestar cuando vea esto- otro decía.

-Ya lo estoy viendo- la voz masculina interrumpió bruscamente.

Samantha estaba tiesa delante de ella ante el espectáculo sin saber qué hacer. Y al escuchar al dueño de la voz caminando hacia ellos se tensó tanto que su espalda quedó recta.

-¿Qué fue lo que pasó?- Giovani llegó con su porte serio y molesto a pesar de su ropa puesta de forma informal. Sus cejas estaban duramente fruncidas y sus ojos azules se habían tornado más oscuros.

-Esta mujer agredió a mi madre- la voz del niño bastante madura para su edad fue la que dio respuesta a su interrogante y las miradas se pusieron sobre él. Por alguna razón el tono usado les pareció bastante brusco, pero a la vez familiar- Espero que tome medidas- Sus manos apretaban la ropa de Isabela con fuerza.

-Allen- Isabela murmuró sobándole la espalda a modo de mandarlo a callar haciendo una leve mueca de dolor. Era un niño, aunque con mucha autoridad y personalidad, pero un niño después de todo. Y estaban en una casa ajena. No era como si pudieran mandar al dueño de esta, acabados de llegar.

-Fue un accidente Giovani- la voz de Samantha era vacilante- En serio no era mi intención hacerle daño. Solo moví la mano y...

El ceño del Ceo se frunció aun más, dio un paso hacia ella y agarró la mano con las uñas que tenían marcas de sangre en las puntas. Los ojos la fulminaban.

-Si mañana vas al trabajo con esas uñas no entrarás por la puerta ¿Entendido?- no sabía por qué pero había un sentimiento incómodo dentro de él.

Como estafar al Ceo siendo virgenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora