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Un lujoso auto se detuvo delante de un completo de apartamentos de baja categoría que contrastaba completamente con el vehículo. Sin embargo, uno de las dos personas dentro del auto apenas se percató de ese hecho y la otra... estaba acostumbrada a estar allí.

Giovani se aflojó la corbata y abrió los dos primeros botones de su camisa sin importar que la mujer aun estuviera dentro del auto. La cadena de oro blanco que siempre llevaba brilló sobre su clavícula. Solo podía decir una cosa. Estaba ahora de muy buen humor. La mujer al final había cedido.

Bueno... le había dicho textualmente «Primero leeré el contrato, y después le diré mi respuesta», pero él estaba seguro que ella accedería, después de todo, eran 3 millones lo que ella tendría en sus manos después de dos meses sin hacer prácticamente nada. No se podía quejar.

El sonido de la puerta de su auto abriéndose lo sacó de sus pensamientos y miró como la mujer se dignaba a bajarse. Algo dentro de él se agitó y se movió en contra de su voluntad rodeando la delgada muñeca con fuerza. Los ojos de Isabela lo enfocaron con duda y asombro.

-¿Algo más?- ella le preguntó deteniéndose en seco.

Giovani miró de donde la tenía agarrada.

-Déjame llevarte hasta la puerta de su casa- removió sus neuronas para justificar sus acciones. Esta maldita mujer tenía algo que lo hacía actuar diferente de lo que normalmente lo haría.

Ella agitó la mano soltándose con algo de dificultad. Era extraño el contacto con él, sobre todo porque había notado que el hombre tenía tendencia a tocarla de un modo...

-No hace falta. Ya estamos aquí. No creo que me violen en el jardín del edificio donde vivo- dijo con un deje sarcástico. Sentía que si le dejaba solo una milésima de espacio al hombre la devoraría.

Fue entonces que él reaccionó y miró el edificio conteniendo una mueca en su rostro, mas Isabela era muy perceptiva y lo notó en sus ojos.

-No todos tenemos millones. Algunos por no decir la mayoría somos personas con ingresos normales- no lo decía de forma acusadora, más bien, era como si de alguna forma levantara una barrera de defensa para cualquier cosa que le fuera a decir él.

Giovani también lo notó y no dijo nada sobre el tema.

-Mañana mando el auto para que te recojan a primera hora. Tendré una copia del contrato y el abogado preparado.

Isabela lo miró dubitativa.

-Yo... trabajo, por si no lo sabe.

Giovani sonrió.

-Esto es también trabajo.

Y ella no supo cómo refutarle aquella. Estaba todavía procesando sus propias palabras y de lo que haría en un futuro. Algo dentro de ella le decía que era mejor no meterse en la boca de un lobo desconocido, pero ella necesitaba esos ceros en su cuenta bancaria. Así que suprimió la voz en su cabeza y cerró la puerta del auto.

-Hasta mañana Ceo- fue lo que dijo y caminó detrás del vehículo rodeándolo en dirección al edificio.

Giovani se quedó enfrascado en ella hasta que la vio subir la escalera, antes de volver a encender el auto y volver a su casa. Siempre todas las situaciones densas tienen una solución. En eso sintió la vibración de su celular y al tomarlo se dio cuenta que había más de 20 llamadas perdidas. Y todas pertenecían a una misma persona.

Samantha.

Por lo visto ella estaba muy ansiosa... y él estaba de buen humor como para dejarse provocar. Todo estaba comenzando a encajar en donde debía ser y pronto tendría asegurada su fortuna y el imperio que había levantado con sus manos y no permitiría que un ataque de celos por parte de la mujer con la que estaba saliendo le echara a perder sus planes.

Así que tendría una larga charla con ella esa noche.

***

Isabela cerró la puerta de su apartamento encontrando a Allen sentado en la mesa haciendo su tarea.

-Bella- alzó la cabeza en cuanto la vio y se levantó, caminando hacia ella.

De pronto se detuvo de golpe y su rostro se ensombreció. Ella supo la razón. La mirada azul penetrante de él se enfocaba en su frente. Ella llevó la mano para intentar cubrirla, pero ya era demasiado tarde. Sabía que estaba de un color morado, lo había visto antes de bajar del auto de su jefe.

-Me quedé dormida y me golpeé sin querer con la mesa- dijo ella dejando el bolso y dejándose caer en el sofá. Dejó salir un suspiro de cansancio.

Allen no dijo nada pero se encaminó hacia él frío. Ni siquiera le había dado un beso e Isabela se imaginó que se había molestado. Allen era un niño demasiado maduro para su edad y muy pocas veces decía realmente como se sentía, sobre todo en los últimos años. A veces era difícil saber que estaba pensando y como interactuar con él. Y por mucho que ella se esforzara en intentar ser una buena madre con él a veces pensaba que no era lo suficiente buena para ella, aun cuando él no le reclamaba.

Un minuto después Allen volvía con sus manos llenas. En una tenía una bolsa de hielo y en la otra una botella de agua con una pastilla. La ultima se la entregó. No hablaba pero estuvo pendiente a que ella tomara el antinflamatorio así como se pusiera una bolsa de hielo en la frente.

Isabela sonrió y antes que le diera la espalda nuevamente lo rodeó con su brazo y lo sentó de un tirón en su regazó, dándole el beso de bienvenida que se había quedado pendiente. El niño no puso resistencia y bajó la cabeza.

-¿Te duele?- la pregunta de él conmovió a Isabela.

Ella sabía que él estaba asustado de quedarse solo nuevamente. Había visto morir a su madre delante de él y ser rechazado por toda su familia. La única que había estado junto con él en todo momento era ella.

-Solo es un raspón. Sabes que me salen hematomas de solo dormir de un mismo lado mucho tiempo- ella se rio recostando su barbilla en la cabeza de él- No estés molesto.

-No lo estoy- por la forma en que había salido su voz ella dedujo que él tenía un puchero en sus labios.

Sonrió y le pellizcó la mejilla.

-Oye Allen, quiero comentarte algo que me está pasando.

EL niño se removió para sentarse de lado y verla al rostro. Él podía ser pequeño, pero era mucho más inteligente que hasta un adulto de 24 años como ella y era muy perceptivo.

-¿Qué ocurre?

Era momento de preguntarle, después de todo él se vería vinculado en todo aquello. Sobre todo, porque su jefe sabía que ella era virgen... ¿pero de que tuviera un hijo? Bueno, eso se podía arreglar dependiendo como fuera todo.

-Veras...

***

Allen terminó de escuchar la historia por parte de Isabela y no tenía expresión en su rostro. Por un momento ella pensó que el niño no le iba a responder, pero...

-Ese hombre es un descarado- fue la conclusión de él.

Su comentario hizo que Isabela estallara en carcajada. Se lo había imaginado, sin embargo, lo que vino después fue mejor.

-Bella. Tienes que sacar más provecho de la situación. Unos ceros más no le dolerán.

Ella dejó de sonreír y le apretó de nuevo la mejilla.

-De donde sacas esos pensamientos. Yo no te he criado así.

Allen sacudió el rostro y se alejó de la mano de ella. Su puchero ahora era más grande.

-Te he visto toda la vida trabajar hasta casi desfallecer. Es tiempo de que puedas alguna vez tomarte un respiro- hablaba como si fuera todo un adulto de negocio.

Isabela se recostó en el sofá y suspiró.

-Entonces estás de acuerdo con esto-

-Solo tendré que llamar a un tipo desconocido papá por dos meses... puedo soportarlo.

E Isabela no pudo evitar sonreír nuevamente imaginando la cara de su jefe cuando todo saliera a la luz. No lo estaba engañando... solo... omitía detalles. Pero que detalles.

Como estafar al Ceo siendo virgenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora