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A pesar de que Giovani había dicho que sería una boda rápida y sencilla, el vestido que Isabela se estaba probando ahora no era precisamente lo que ella tenía en mente acorde a esas dos palabras. Ni el vestido ni el restaurante en el que iban a celebrar la cena después.

Después de haber terminado la jornada laboral la había llevado primero al establecimiento más caro de toda la zona y había elegido un menú acorde a la fecha después de reservar el local entero. Él le había comentado sobre algunos conocidos que irían muy personales y le había preguntado a ella si tenía a quienes invitar. Y ella, aparte de Allen, no tenía a más nadie, así que había negado.

En la empresa ya estaban los comentarios dado que los habían visto juntos y que el auto en que ella era llevaba y recogida tenía la misma inicial de la matrícula que el Ceo, pero Giovani le había especificado que, aunque trabajaran en su empresa, había temas que había que mantener por separado. Y aun cuando ellos se casaran, él lo anunciaría formalmente una vez estuvieran con los anillos en el dedo. No quería una ceremonia llena de personas que la mitad vendría a comer y la otra a criticar, sobre todo a la novia. Él era consciente que Isabela no estaba en su mejor momento emocional dado todos los sucesos y alterarla más no era nada bueno.

Después de eso, había hecho las llamadas pertinentes para casarse en el registro civil y tener el turno y todos los papeles listos con el abogado basándose en el contrato, y por último habían terminado en una tienda de trajes para bodas.

Isabela casi se había quedado sin palabras cuando había visto los precios, eran marcas exclusivas, con tejidos exclusivos, incluso si se descuidaba, hasta los hilos eran también exclusivos porque esos previos estaban más allá de lo que ella se gastaría aun siendo millonaria en un vestido. Sin embargo, esa lógica no funciona con una máquina de hacer dinero como Giovani que la había llevado al área de los vestidos más lujosos de la tienda y le había pedido a la dependienta que la ayudara y que no le permitiera ver las etiquetas. Ya él la conocía.

Por lo que ahora, ella estaba en el vestidor, probándose un traje de encaje y transparencias, que se amoldaba a su cuerpo, aunque se abría en una falda ancha a la altura de la cadera. No le gustaba la ropa tan entallada dado que aún estaba ganando las libras que necesitaba, y aunque era un vestido bastante lujoso tenía menos pedrería y brillo que los demás. No estaba acostumbrada a tantas excentricidades.

-Me voy a quedar con este- le dijo a la dependienta una vez esta terminó de ajustar todas las partes del vestido que agradeció que le quedara justo a la talla. No había tiempo para estar remodelando.

-¿Está segura? Todavía quedan algunos que...

-No hace falta- la interrumpió Isabela dándose la vuelta- Este me gusta- y salió del vestidor. Que Giovani lo viera, lo pagara y terminaran. Sus pies estaban adoloridos de estar todo el día en tacones y aún tenía que ir a cuidar a Allen. Podían haberlo recogido y en la casa haber personas que estuvieran pendientes a él, sin embargo, aún ella revisaba sus tareas y estaba pendiente a los detalles.

Giovani estaba a unos metros de ella ajustándose un traje igual de blanco que el de ella, dándole la espalda. Al sentirla se giró y aunque abrió su boca para decir algo, ninguna palabra salió de su boca. Isabela se frenó en seco.

-¿Qué? ¿Me veo más rara con esto?- se miró de arriba abajo y le pareció que no había nada fuera de lo normal. Eso quería creer.

Giovani se acercó a ella y su mano se posó en la cintura de la mujer. Ella por reflejo quiso retroceder pero el brazo del Ceo ya estaba alrededor y la atrajo hacia él.

-Acaso... no sabes que el novio no puede ver a la novia vestida hasta que estén en el altar- le susurró en el oído haciendo que la dependienta detrás de Isabela se sonrojara y les diera espacio.

Isabela se estremeció levemente al sentir el aliento caliente de él contra su piel.

-No vamos a hacer una boda común, así que seguir el protocolo no creo que venga al caso- ella le respondió también en voz baja- ¿Y puede soltarme?

Giovani la miró por el rabillo del ojo y la soltó para terminar de abrocharse la chaqueta. Dio dos pasos atrás para que ella pudiera apreciarlo.

-Creo que estos servirán para la ceremonia- declaró él haciéndole señas a la dependienta e indicándole a Kamil detrás de ellos que se encargara de pagar, incluyendo un juego para él mismo y otro para Allen.

Mientras tanto Isabela miró al hombre y como el color blanco le asentaba bastante bien. Hacía que su cabello se viera más oscuro y sus ojos más claros. Además, como tenía los hombros anchos y el cuerpo trabajado la pieza se ajustaba en una curva agradable y elegante. Vaya, aun cuando era por contrato, al menos en un futuro podría especular de haberse casado con un hombre como él. No se podía quejar.

Y ya una vez que todo estuvo guardado volvieron al auto. Isabela apenas tocó el asiento soltó un profundo suspiro y cerró los ojos.

-¿Estás cansada?- Giovani comenzó a revisar su celular pero tuvo que bajar la mirada para ver como la mujer se retiraba los tacones y estiraba sus dedos dentro de las medias pantis. Un gemido de satisfacción salió de los labios de la mujer.

-Ahora que me quité esa tortura de los pies me siento un poco mejor- ella habló aun sin abrir los ojos.

Apenas había dormido después del bocado nocturno con él, se había levantado temprano, trabajado en la auditoria de un lado a otro, y terminando siendo arrastrada para lo de la boda. No podía más. Tomaría una sienta antes de llegar a la mansión donde le esperaba otra faena. Y antes de que se diera cuenta su cabeza cayó de lado completamente dormida.

Giovani admiró el semblante de ella y continuó revisando los correos que tenía. Algunos minutos después de incorporarse a la carretera el cuerpo de Isabela comenzó a moverse por los leves baches de la calle y su cabeza perdía estabilidad. Él la agarró antes que cayera y la puso contra su hombro. Rápidamente Isabela hizo una mueca con la boca y se acomodó dejando el peso de su cuerpo contra él. Una leve sonrisa apareció en sus labios y su respiración se mantuvo estable y suave.

-Kamil, maneja con más cuidado- le dijo antes de volver su atención al trabajo.

Kamil asintió, cambiando de carril y disminuyendo la velocidad. Por la expresión de Giovani, no era solo para que no hubiera tanto movimiento, sino que se notaba que no quería llegar a la mansión tan rápido. Después de todo, una vez allí, la atención de Isabela se desviaba completamente hacia Allen.

Como estafar al Ceo siendo virgenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora