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El aire acondicionado era agradable dentro del auto, aun así, Isabela no sabía si podía acostumbrarse a tener un chofer personal y ese tipo de lujos. Para alguien que siempre había tenido que contar el dinero para tomar el metro al día siguiente era difícil de asimilar. Se recostó en el asiento mirando por la ventanilla, hasta que...

-Alto- soltó de pronto.

El chofer no supo la razón de aquello, pero rápidamente frenó el auto y se giró hacia atrás preocupado.

-¿Qué ocurre?

Isabela entrecerraba los ojos en dirección al otro lado de la acera y su rostro se iluminó.

-Espera un momento. Vi algo que debo comprarle a Allen- ella exclamó entusiasmada y salió del auto rápido. Lo mejor es que aún tenía el dinero que Giovani le había dado esa mañana a raíz de todo lo que le había hecho. Ese hombre soltaba el dinero como si fuera papel. A ella no le importaba mucho siempre y cuando fuera limpio y cumpliendo su parte del contrato.

Y antes que el chofer pudiera decir algo, ella ya estaba cruzando la calle en dirección a una tienda de dulces.

Isabela se detuvo delante de una de las vitrinas que daban a la calle y sus ojos se posaron en una pequeña caja adornada, donde en su interior estaban seis donas, pero bien sabía que no eran donas cualesquiera. Eran una edición especial que Allen hace tiempo deseaba, rellenas de chocolate y dulce de leche, con glaseados variados. Dada la forma en que estaban preparadas no era baratas y antes no había podido comprarlas, pero esperaba con ansias ver el rostro de su hijo una vez las tuviera con él.

Cinco minutos después ella ya tenía la caja en su posesión saliendo de la tienda, cuando tuvo un escalofrío. La sonrisa se desvaneció de su rostro y agitó su cabeza, mirando de un lado a otro. No pudo evitar que sus manos comenzaran a temblar apretando la caja entre ellas y el color se desvaneció de su rostro.

Esa sensación de ser observada y vigilada... ella la conocía muy bien.

Su único alivio fue ver el carro que la esperaba frente y cruzó la calle casi siendo atropellada por un auto. En su estado ni siquiera había mirado. El chofer al notar su estado se preocupó, sobre todo como ella jadeaba al tirar la puerta y habiendo presenciado el casi accidente.

-¿Se encuentra bien? Necesita algo.

Isabela agitó la cabeza aun mirando por la ventanilla mordiéndose los labios.

-Solo vámonos de aquí, por favor- y cuando antes mejor. Ella temblaba de pies a cabeza y sentía su espalda empapada en sudor.

Porque aquello le había hecho recordar los años anteriores... cuando ella había tenido que esconderse con Allen. Acaso la habían encontrado tan fácil esta vez.

***

Giovani había llegado a la empresa temprano y sabía que había un asunto pendiente. Samantha era su secretaria, pero después de la discusión que habían tenido no sabía si era adecuado tenerla en esa posición. Mas no supo si fue suerte o casualidad, pero al llegar no la encontró y fue reportada su falta. Mejor para él, no tenía muchas ganas de tratar con ella, no cuando en su cabeza lo que rondaba eran los labios de la mujer que ahora vivía en su casa.

Cuando los había tocado se habían sentido realmente suaves, se preguntaba cómo se sentirían dentro de su boca, chupándolos, mordiéndolos

Bzzzz, bzzzzzz.

El sonido de su celular lo llamó la atención y miró la pantalla, así como la hora, donde se percató que había perdido parte de la mañana simplemente pensando.

-Dime- le respondió al chofer que había enviado con Isabela para que le notificara sobre el recorrido.

-Buenos días Ceo. Le informo que el niño fue aceptado en la escuela en un grado superior en un aula especial. Y la señorita Isabela ya fue dejada en la empresa, pero...

-¿Pero qué...?- a Giovani no le gustaba el tono que estaba usando su empleado.

-Por alguna razón la señorita, después de volver de comprar algo en una parada que hicimos se puso muy nerviosa. Miraba para todos lados, aun dentro del auto. Como si estuviera siendo perseguida.

Eso puso alerta las alarmas de Giovani que frunció el ceño,

-Está bien- le dijo- Yo me encargo del resto. Puedes volver, Kamil nos llevará más tarde a nosotros- y con esto colgó.

El Ceo se quedó pensativo. Después de saber que ella había estado huyendo, era normal tener ese tipo de reacción, lo que le llamó la atención que hubiera sido tan exagerada. Acaso la habían vuelto a buscar. Tendría que hablar con ella.

-Kamil- llamó y el hombre sentado en la otra mesa dentro de la inmensa oficina alzó la cabeza- llama a Isabela y que venga. Primero tengo que darle algunas cosas, y segundo... tengo que hablar seriamente con ella.

***

A pesar del susto que anteriormente había pasado, Isabela aún tenía que enfrentar otra situación. Y esa era cómo reaccionarían sus compañeros de trabajo cuando la vieran tomando su nuevo puesto de trabajo. Nada más ni nada menos que el de directora del área financiera.

Antes de bajarse del auto respiró profundo sintiendo como sus manos aun temblaban y apretaban la caja de confituras que había comprado. Era mejor que enfriara su mente. El día había sido intenso desde el despertar, como que aquello... podría soportarlo. Y agradeciendo al chofer se bajó del auto y caminó al interior de la empresa. Lo que no se esperó fue la reacción de los demás miembros del su piso.

Ella entró dando los buenos días y ellos le respondieron, sobre todo poniendo su mirada en ella. Se preguntó la razón, y se dio cuenta que era por su cambio de peinado, recordando que siempre lo llevaba en un chongo todo despeinado que no le daba ningún glamour. Y además, el parche en su rostro, que aunque había sido cambiado por uno más discreto era visible.

Tragando seco se acercó a su nueva mesa y se sentó aun con las miradas sobre ella. Se imaginó que sería así por un tiempo. Segundos después tres de los que trabajaban antiguamente como sus compañeros se acercaron a ella. Se alegró que no le preguntaran por su rostro. No tenía como decir que las uñas estrafalarias de la secretaria del Ceo habían terminado en su rostro, pues eso implicaría explicar su relación actual con él.

-Buenos días- uno de ellos la saludó- Kamil el guardaespaldas del Ceo nos avisó de su nuevo ascenso.

-¿Qué tenemos que hacer?- la única mujer del grupo le preguntó.

Isabela ya conocía el sistema de antes y era consciente que todos sabían de la eficacia de su trabajo, así como del trato que habían recibido. Y si algo había aprendido era que un buen jefe siempre tendrá buenos subordinados.

-Por el momento haré una revisión del estado en que se encuentra todos los documentos dejados por el director anterior. Después tendremos una reunión dado que el Ceo pidió una auditoría de todas las áreas de la empresa. Será un proceso largo, pero cuento con la ayuda de todos. Lo que pueden hacer es un informe de sus labores en los últimos tres meses y entregármelo en dos horas para así organizarnos mejor.

La forma en que les habló intentó que fuera la más diplomática posible haciéndolos sentir útiles. Ah, como le hubiera gustado que le hubieran hablado así. Estaba segura que hubiera rendido mucho más en el trabajo.

Por suerte sus ahora nuevos subordinados asintieron con la cabeza y muy receptivos volvieron a sus mesas de trabajo. Ella sintió alivio en su interior, aunque no sabía que les había podido decir Kamil para que fueran tan cooperativos. No pensaría en eso, ella tenía mucho, pero mucho trabajo.

Por lo que encendió la computadora y entre eso y los documentos en sobres comenzó a trabajar. Solo no se espetó que el disco duro tuviera varias carpetas cifradas y conociendo los antecedentes del antiguo dueño de este puesto, de seguro había información que a Giovani le interesaría.

Como estafar al Ceo siendo virgenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora