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Escuchar el nombre de Samantha en ese momento no fue nada positivo para Isabela, más bien, aparte de todos los malos recuerdos que le había dejado la mujer, estaba el hecho que ella había sido la exnovia de Giovani, y no de contrato, sino que ellos habían estado juntos 4 años porque se querían. Eso le trajo un mal sabor de boca.

Acaso eran celos lo que estaba sintiendo.

Se llevó la mano a su pecho y lo apretó. Nunca había tenido este tipo de sensación tan intensa que más que molesta la ponía triste porque, a diferencia de ella que, aunque estaba casada con Giovani era por medio de un contrato que beneficiaría a cada parte, en cambio, Giovani y Samantha habían tenido sentimientos reales uno por el otro.

-Que ella estuviera allá adentro, que la hubieran dejado entrar después de todos los problemas que había dado era porque su esposo la había dejado.

Un escenario donde él aceptaba volver con ella después de romper el contrato apareció fugazmente en su cabeza y ella se estremeció. Cerró sus ojos porque estos comenzaron a aguarse. Si, al parecer estaba sintiendo celos porque desde que estaban casados nunca había habido algo que hubiera amenazado con separarlos que no fueran ellos mismos con sus desacuerdos, pero nunca una tercera persona y más quien era esa tercera persona. Quizás era porque el tiempo se estaba acabando y pronto cada uno tomaría su camino. Y ella... no tenía el derecho de reclamar nada, después de todo... ellos dos solo estaban casados por un contrato.

La realidad la golpeó tan fuerte que se mordió el labio inferior tan fuerte que sin darse cuenta se hizo una pequeña herida. Rápidamente un hilo de sangre comenzó a correr por su barbilla.

-Señorita Isabela- Rafael notó esto, algo que ella misma no se había dado cuenta- Está sangrando- dijo alarmado.

Isabela se tocó la zona y al alzar sus dedos los vio manchados. Iba a soltar una palabrota, pero mejor no hacerlo.

-Voy a lavarme- quería salir de allí, su cabeza tenía muchas cosas en las que pensar y más ahora que estaba confundida con sus emociones.

Caminó en dirección al baño de esa planta sin acordarse de que este quedaba en una de las dos salas donde precisamente estaba Samantha esperando. Isabela entró a la habitación y la encontró sentada en uno de los sofás. Para su sorpresa no parecía la mujer siempre altanera y elegante. Por el contrario, estaba vestida muy casual, con un moño alto y sus manos temblaban sobre sus muslos. Parecía ¿asustada? Notó su presencia en cuanto ella entró.

-Todavía estás aquí- tampoco fue sorpresa su desprecio al hablarle.

-Buenas tardes, primeramente- Isabela le mostró que tenía modales. Cubría la pequeña herida en su boca con dos dedos para que no sangrara.

El ceño de la mujer se frunció.

-Al parecer te sientes victoriosa- soltó Samantha con un suspiro sínico, como si necesitara soltar todo lo que tenía en la mente para no parecer asustada- Lograste casarte con Giovani, vivir en esta casa, sacarle dinero, que te comprara una casa a ti- su mirada se posó sobre su cuello donde, aunque apenas era visible había el borde de una de las tantas marcas que él le había dejado en el cuello- y no tardaste en meterse en su cama. Quien pensaría que con esa carita de mosquita muerta me quitarías a mi hombre.

Isabela no se tomaría la molestia de discutir con ella. No estaba en condiciones de hacerlo cuando en ese momento ni ella misma comprendía sus propios sentimientos. Por eso debía haber seguido a su instinto al inicio y no haberse involucrado tanto con Giovani, al final ella no tenía suerte en el amor y terminaría dolida. No era un sentimiento agradable.

-Di lo que quieras- ella alzó los hombros con desinterés y se dio la vuelta para encaminarse a la otra puerta que estaba en aquella sala.

-Oye- Samantha no estaba complacida con la simple reacción de Isabela y de haber sido ignorada así y menos cuando Isabela despareció detrás de la puerta dejándola en silencio en medio de aquel lugar.

Isabela se pegó a la pared detrás de ella y tomó un profundo suspiro. El movimiento hizo que su labio siguiera sangrando y maldijo. Debía poner sus pensamientos en orden, primero no pensar de más, y enfocar su camino como lo había hecho cuando había firmado el contrato.

Ella podía tener sentimientos por Giovani, sino no dejaría que él la besara y tocara como lo había hecho hasta el momento, pero ambos eran de mundos completamente diferentes. Cómo podrían ellos tener una relación formar cuando... pero sus pensamientos fueron interrumpidos al escuchar la familiar voz de su esposo.

-Samantha, solo te recibí porque dijiste que era algo sumamente urgente y casi llorando, pero no malgastes mi tiempo. Tú y yo no quedamos en tan buenos términos como para eso.

Isabela escuchó como detenía sus pasos.

-Giovani yo- la voz de Samantha temblaba, no parecía que estuviese fingiendo- Yo... necesito que me ayudes.

-De todas las personas porque tengo que ser yo- él replicó con voz tajante.

-Porque eres en quien más puedo confiar en este momento- ella soltó en un sollozo- Por favor, ayúdame, me están amenazando. No quiero amanecer muerta en un latón de basura en cualquier lado.

-¿Dé qué estás hablando?

Incluso Isabela dentro del baño no hizo algún ruido sentada en la taza. Sabía que no era de buena educación escuchar conversaciones ajenas, pero no era como si pudiese salir ahora. Parecía que era un tema serio.

-Me están amenazando Giovani. Fue un hombre. Sabe todo sobre mi. Quiere que me case con él o me va a matar. Está obsesionado conmigo- sollozaba.

-¿Quién es?

-No sé, no sé. Siempre manda a los suyos. Ya no sé dónde meterme. Temo por mi familia, por mi vida, por favor. Solo tú puedes ayudarme. Eres lo suficientemente fuerte para borrar el rastro y poder escapar de él.

Isabela se podía imaginar el intenso azul que debían estar los orbes de Giovani y la forma en que se fruncía su ceño cuando se molestaba o incomodaba. También por un momento se sintió estúpida sintiendo celos por una mujer que estaba corriendo peligro. No quería ser una celosa maniática. Odiaba eso, es que era tan complicado no sacar conclusiones de dos personas que hasta hacía dos meses tenían sexo como pareja.

-¿Qué es lo que quieres como tal que haga? No puedo defenderte de alguien que no sé quién es. Puedo ayudarte, pero necesito algo más.

-Yo... tengo unos ahorros. Solo necesito salir del país y quedarme en alguna casa. Tengo un amigo que me puede ayudar con la identidad. Solo tengo que abordar un avión sin que lo sepa. Y al menos a ti no te revisan el jet privado.

Se escuchó como Giovani se dejaba caer sobre el sofá y soltaba un profundo suspiro.

-Puedo prestarte el jet si es lo que necesitas. Enviaré algunos guardaespaldas contigo para que te sientas más segura. Eso no es problema. Así que cálmate- le dijo él con un tono menos duro.

-Giovani, solo quiero algo más- ella soltó hipando un poco- Acompáñame, al menos hasta que llegue a la casa en el otro país.

-Samantha- él le advirtió con su tono de voz.

-Por favor Gio- usó el diminutivo de su nombre- Tengo demasiado miedo. No confío en nadie. Salí de la casa con las maletas y di mil vueltas antes de llegar aquí para asegurarme que no me seguían. Te lo pido, por todos los años que estuvimos juntos- recalcó sus palabras- Por lo que sentimos cuando éramos una pareja.

El pecho de Isabela se apretó y allí estaba otra vez aquella sensación. Sabía que no era correcto decirlo, pero la idea de ellos dos solos por al menos todo un día, una mujer asustada, con lo protector que era Giovani... no quería ser egoísta pero...

Isabela tenía dos formas de actuar en ese momento. Simplemente esperar a que ellos salieran de la sala y después ella sin que supieran que había escuchado toda la conversación, o abrir esa puerta y declarar que Giovani era suyo y que no podía acompañarla estilo novela rosa. Sin embargo, no tuvo tiempo de analizar alguna de las dos opciones. La respuesta de Giovani fue decisiva.

-Está bien, iré contigo.

Como estafar al Ceo siendo virgenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora