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Giovani en serio creía que aquella escena era ridícula, la verdad. Estar en medio de un restaurante famoso de toda la ciudad con una mujer delante de él, llorando, sabiendo bien que ella solo lo hacía cuando se arruinaba su cara manicura que de por si paga él, era bastante para agotar su paciencia.

-Samatha, no hagas un espectáculo- le dijo de forma calmada tomando un sorbo de su copa de vino.

La mujer parecía desconsolada delante de él.

-Pero me acabas de decir que íbamos romper- sollozó, aunque el hombre no había visto mucho rastro de lágrimas- Yo te amo Giovani.

Él separó la copa de sus labios y la miró enfocándola con sus orbes azules.

-Amas mi dinero Samantha. Siempre ha sido así desde el primer momento.

-Cómo puedes decir eso- dijo ella con indignación- hemos estado 4 años juntos, pasamos tantas cosas- sollozó nuevamente.

El Ceo pudiera haberse conmovido hacía quizás dos años atrás donde la pasión de su relación aún estaba vigente pero ahora no... Cuando Kamil le había preguntado sobre ella le había dado una respuesta mecánica, la misma que le hubiera dicho de cualquier mujer, no era mentira que funcionaban bien en el sexo y que ella era elegante y sofistica. De igual forma tenía los defectos que opacaban esas cualidades. Era violenta, impulsiva, no solía respetar con facilidad y era derrochadora. Ya lo había confirmado con otras personas de sus tratos completamente diferentes a cuando estaba delante de él, y en su cuenta bancaria donde los miles habían bajado como agua en la tarjeta que le había prestado y había cancelado esa misma tarde.

Fue entonces que se preguntó cómo había durado tanto tiempo con esta mujer ¿comodidad? ¿costumbre? Tal vez.

-Samantha, nosotros ya no funcionamos como pareja. Nuestros intereses no son los mismos y ahora tengo asuntos en que enfocarme.

Los ojos llorosos de la mujer se pusieron rojos de buenas a primeras.

-Oh, ya entiendo, es por esa maldita mujer ¿verdad? Dime- comenzaba a alzar el tono de voz y el mesero que pasó por al lado de ellos se notó preocupado de que hubiera algún espectáculo más grande que el presente.

Giovani no parecía inmutado.

-Ya te había aclarado que es un negocio entre nosotros. No tiene nada que ver con lo sentimental.

-Acaso me ves cara de estúpida. Vi como la miras.

Giovani suspiró.

-Ella solo estará en mi vida dos putos meses y después se irá con su hijo. No inventes castillos de arena donde no los hay.

Sin embargo, eso no aplacó la furia de la mujer.

-Eres un desgraciado Giovani, así me debes haber engañado miles de veces.

Esa fue la gota que colmó el vaso para él. Estrelló tan fuerte la copa que estaba su mano que esta casi se rompe, el sonido hizo que la atención se posara en ellos.

-No he tocado a ninguna mujer que no fueras tú en todo el tiempo que llevamos de pareja. Ni siquiera un beso. No puedo decir lo mismo de ti Samantha. Crees que puedes revolcarte con cualquiera y yo no enterarme. Solo no le presté atención. Quizás dejé que tuvieras muchas libertades- decía con los dientes apretados.

Ante la exposición del hombre, Samantha se levantó con el rostro completamente rojo de la vergüenza. Esconderlo sería en vano, sabía que Giovani tenía enlaces en todos lados, lo que nunca se imaginó que se lo tuviera reservado. No tenía palabras para refutar eso.

-Eres un asco Giovani- le dijo con la boca tensa.

-Si yo soy un asco que queda para ti, cariño.

La mujer no aguantó más la vergüenza y agarró su propia copa y le lanzó todo el contenido encima del rostro a su ahora completamente ex pareja. El vino rojo manchó el traje de Giovani y se desplazaba por su rostro. Ella dejó tiró la copa al suelo rompiéndola ganando más exclamaciones de los presentes y salió caminando rápido del restaurante.

Giovani tenía los ojos cerrados y respiraba controlando lo que pudiera hacer.

-Señor- sintió una voz joven a su lado y abrió los ojos para encontrar al mesero a su lado con una servilleta de tela.

El Ceo la agarró para secarse el rostro y sabiendo que el traje lo tendría que tirar. No tenía solución. Sacó su billetera y puso varios billetes encima de la mesa.

-Con esto paga la cuenta, la copa rota, y lo que quédatelo de propina- Giovani solía frecuentar aquel lugar por lo que los empleados lo conocían junto con el dueño. Pero había habido un escándalo, aunque no era precisamente él que había pasado la mayor vergüenza.

Salió del establecimiento sin mirar las expresiones atareadas de los demás presentes. Kamil ya lo esperaba parqueado delante de la puerta y salió.

-¿Ocurrió algo inesperado?- abrió la puerta para el Ceo.

-Para nada. Conoces a Samantha, esto es menos de lo que esperé realmente.

***

Al llegar a la mansión Giovani se retiró el saco y la corbata y se la dio a Kamil, desabrochándose la camisa hasta el cuarto botón, dejando el torso descubierto junto con la cadena en su cuello.

-Deshazte de eso. Iré a comer algo a la cocina- agitó la mano y caminó en dirección a su destino.

Eran cerca de las 11 de la noche por lo que la mayoría de empleados de su mansión se habían retirado a descansar dado lo temprano que empezaba su rutina. Aun debía quedar alguien en la cocina pues la encontró encendido y voces dentro. Al entrar se recostó en el marco de la puerta admirando la imagen ante él.

Rafael escogía algunas frutas y las ponía en una pequeña bandeja, junto con un vaso de leche. A su lado y conversando relajadamente se encontraba su nueva invitada y parecía bastante cómoda a su lado, muy diferente de cuada él estaba a su alrededor. Giovami hizo una mueca con su boca y carraspeó la garganta para llamar su atención. Los dos presentes se giraron para encontrarlo y Rafael se tensó.

-Buenas noches señor Lexon- saludó con una inclinación Rafael.

-Buenas noches- Isabela fue menor formal terminando de masticar una uva en su boca.

Giovani alzó una ceja.

-Veo que están pasándola bien sin mí. Nuestra invitada se adapta bastante rápido al nuevo ambiente –estaba algo irritado por lo que no se dio cuenta en el tono que estaba hablando.

Isabela no mostró emoción alguna en su rostro masticando lentamente. Si él supiera a lo que ella se había acostumbrado... es que después de cambiar de casa cada un mes o dos, cualquier lugar era igual. Sin embargo, no dijo nada.

Giovani entró en la cocina iluminándose con la luz de allí y fue que los presentes pudieron ver el desastre de su camisa ahora con una enorme mancha rosada en la parte de adelante.

-Seño Lexon- Rafael se escandalizó al verlo- ¿Qué le pasó?- el hombre sostenía la bandeja en las manos sin saber qué hacer.

-Nada importante- respondió el Ceo recostando su cadera en la enorme isla.

Isabela hizo el ademán de tomar la bandeja para subirla dándose cuenta que Giovani no estaba del mejor humor y Allen la esperaba en su cuarto, pero Rafael hizo un leve movimiento alejándose de ella.

-Rafael caliéntame algo, no cené mucho y mi estómago me está matando- se sentó en la isla mirándolo a los dos. Sus ojos brillaban.

El mayordomo al momento dejó la bandeja al lado de Giovani y corrió a la nevera sacando algunos alimentos envasados de la cena y encendiendo el microondas. Este se alegraba que su jefe no era exigente a esa hora de la noche y llevaba mucho tiempo trabajando para saber que le gustaba comer.

Isabela se acercó a la mesa para agarrar de una vez por todas la maldita bandeja, pero su mano fue agarrada.

-Quédate- Giovani la miró.

-Allen me espera arri...-

-Rafael- Giovani la interrumpió.

El hombre que metía algunos contendedores en la microondas se giró hacia él.

-¿Qué desea?

-Llévale la comida a su hijo y asegúrate que lo coma. Yo...- sus ojos volvieron a Isabela y su mano se mantuvo agarrando la muñeca de ella como un grillete- Tengo intenciones de no comer solo.

Como estafar al Ceo siendo virgenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora