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Isabela había lidiado con muchas cosas en su vida, incluyendo tener miedo y pánico, y sabía cómo reaccionar, mas no ahora. Su cuerpo comenzó a temblar de pies a cabeza y palideció aún más que antes al punto de sentirse mareada. No podía pensar, tenía miedo, estaba aterrada y cuando se sacudió para liberarse el brazo sobre su hombro se apretó con más fuerza y algo puntiagudo se posó sobre su cintura de tal forma que no visto.

-Quieta ratoncito. Estamos en un hospital, pero eso no me impedirá hacer lo que me ordenaron- el hombre, al que ella conocía muy bien le habló al oído, pegado a ella, casi como si fueran una pareja- Así que camina y salgamos de aquí y llévame con quien sabes directamente. O te puedo llevar a ver a esa persona. De seguro no estará nada contenta con verte. O mejor sí. Ha gastado mucho dinero debido a que te escondes constantemente.

Isabela sentía que sudaba completamente y la camisa debajo de la chaqueta se le pegó a la piel de forma asquerosa, pero no tenía cabeza para eso. Tenía que pensar rápido y salir de esa situación, porque quien había mandado a buscar por ella era la abuela de Allen y esa persona que la amenaza con un cuchillo en su cintura era su perro guardián y el que se encargaba de limpiar los desastres de la familia.

Y la había encontrado. Bajo ninguna circunstancia podía dejar que llegaran a Allen, aun si eso le costaba la vida a ella.

Por el momento tragó en seco y siguió las indicaciones del hombre caminando hacia la salida. Al abrirse las puertas del hospital, a pocos metros estaba su auto y el chofer esperando, que al verla salir se separó del auto notando que algo estaba mal. Isabela negó levemente con la cabeza mientras pasaba de largo obligada por el hombre y agradeció que el chofer entendiera la indirecta, si él intervenía no sabía cómo terminaría ella, y además, su atacante podría ver la matrícula y al momento saber en dónde estaba residiendo ella. No podía arriesgarse de esa forma.

Con pasos inestables y rezando para no girarse un pie con sus zapatos de tacón avanzó junto con el hombre que parecía llevarla en dirección a la otra esquina a un callejón. Isabela no hablaba, solo analizaba con la mente lo más fría posible. Rezaba porque lo que estuviera planeando saliera bien sino terminaría en urgencias o peor muerta.

-Oye ratoncito. Ya que no parece que me quieras decir donde está tu pequeño hijo, vamos a ver a esa persona- se acercó y lamió el oído de ella- Pero por qué no nos divertimos antes un poco. Hace tiempo que te estoy buscando y me tienes frustrado. Además, sabes que siempre me llamaste la atención.

Isabela contuvo la bilis en su garganta. Conocer a Samuel, el hombre a su lado, había sido una total coincidencia. Había sido en una de las muy pocas visitas de Aris a su familia y casi siempre era para buscar algo que se le había quedado. Él era el que se las entregaba y ella se había cruzado con él cuando la había acompañado. La mirada que le había dado ese día la había hecho sentir sucia.

A pesar de siempre estar vestido bien y estar limpio, era un hombre que le sacaba de 15-20 años, ella no podía saber bien, apenas conocía de él lo necesario, era alto, más de una cabeza que ella, y su cuerpo era fuerte. Lo más destacable de él era su cabeza calva y sus ojos negros, muy negros que le helaban la sangre. Detestaba estar alrededor de él y más después de saber que él estaba tras ella y la persecución había comenzado. Tenía una facilidad innata para encontrarla.

Incluso había optado una vez por intentar salir del país, pero su nombre y el de Allen estaba registrado en el aeropuerto. La detendrían al momento.

-¿Qué dices preciosa?- el hombre apretó más la punta y esta rompió la tela llegando a la piel. Estaba muy afilada. Isabela sintió el frío y temió que la hiriera. Si quería salir de esta situación iba a tener que cooperar... a su manera.

-Que al menos no nos vean- intentó controlar su temblor y respiró profundo para llenarse de valor. Iba a apostar todo.

El rostro del hombre se iluminó con una sonrisa. Podía ser una persona cruel, que le estuvieran pagando miles por encontrarla, pero se notaba que quería follarla fuera donde fuera, y si eso era lo que él quería, bueno. Con más entusiasmo el hombre la llevó hacia el callejón y caminaron hasta doblar la esquina, donde se encontraba un auto negro con algunos años.

Isabela tenía la boca seca y tremendas ganas de vomitar por lo que iba a hacer, pero si tenía que hacer eso para defender a Allen lo haría. Si ella caía en sus garras usarían todos los métodos para encontrarlo a él.

Ambos se detuvieron delante del auto.

-Entra- él le ordenó abriendo la puerta.

Ella negó con la cabeza.

-Si lo hago, estaremos realmente incómodos- Isabela intentó usar la mayor sensualidad posible para engañarlo. También el hombre tenía un leve olor a alcohol, con razón no estaba tan agresivo como ella conocía.

Samuel la giró y le pegó fuerte contra el auto. Ella cerró los ojos ante el impacto. Su cuerpo después de esto tendría nuevos hematomas, cuando ya los anteriores habían casi desaparecido.

-Estás jugando conmigo- él le gruñó.

Una leve sonrisa apareció en el rostro de ella. Llevó su mano y palpó el miembro del hombre por encima de la tela del pantalón.

-Estás seguro que quieres hacer esto allí adentro- le provocó- Es mejor aquí afuera.

Samuel sonrió de lado y guardando la daga en el bolsillo trasero comenzó a abrirse el pantalón. Se notaba que estaba confiado en que ella no escaparía dada la diferencia de tamaños y la tranquilidad que ella había mostrado desde el inicio.

El miembro del hombre ya estaba erecto para cuando fue sacado de la ropa interior y se irgió entre ellos.

-¿A qué estás esperando?- el agarró la cabeza de Isabela y la empujó hacia abajo tirando de su cabello.

Ella cedió cayendo de rodillas y conteniendo tanto los temblores que su cuerpo dolía. Aun asi tenía una sonrisa en su rostro. Alzó una mano e intentó imaginar cualquier cosa antes de recorrer el miembro del hombro. Pronto un gemido salió de él. Se notaba excitado, como cuando al fin tiene lo que tanto había deseado.

Isabela lo sobó con asco unas cinco veces dejando que él bajara un poco la guardia y procedió a la parte más importante de su plan. Contuvo todas las arcadas que pudieran venirle y lo llevó a su boca. El hombre al momento dio una estocada y ella tuvo que correr la cabeza hacia atrás para no atragantarse con el miembro de él.

En la comisura de sus ojos había lágrimas. Nunca había hecho aquello, aunque no era inculta del tema. Solo que no se había esperado hacerlo con él. Incluso, hacerlo con Giovani no sería tan desagradable y el solo pensamiento hizo que no se desmoronara allí mismo. Y que cobrara más fuerza.

Movió sus labios hacia atrás y hacia delante de nuevo espetando escuchar un gemido por parte de Samuel. Y no tardó en llegar. Momento exacto que ella aprovechó, para usar sus dientes. Acto seguido se escuchó un profundo grito de dolor y la sangre corrió por el suelo.

Isabela lo había mordido y salido corriendo.

Como estafar al Ceo siendo virgenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora