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Cualquier hombre sensato, si tuviera a su fantasía sexual, con sus labios pegados a los suyos aunque no se estuvieran besando, lo que haría, sería precisamente aprovechar la oportunidad, ya después asumiría la consecuencia de sus actos, pero siempre había un impedimento que frenaba a Giovani referente a la mujer delante de él. Esta vez fue su celular vibrando en el bolsillo de su pantalón.

Aun sin soltar la cintura de la mujer y gruñendo internamente, solo se separó un poco y sacó el celular para ver quién era el nombre de la pantalla. Lo que vio no le gustó y simplemente colgó para volver a guardarlo.

Isabela no se movió, tampoco era que quisiera, pero deseaba que fuera soltada para poder acostarse en la cama de una vez y cerrar los ojos. Se sentía débil. Y Giovani lo sintió. El peso del cuerpo de ella se recargaba sobre su agarre y los ojos que antes lo fulminaban ahora estaban entrecerrados.

Con un movimiento ágil él se inclinó y pasó su brazo libre por debajo de las piernas de ella cargándola. Isabela chilló un poco del susto y enrolló sus brazos alrededor de su cuello por reflejo.

-¿Esto...?- los ojos de Isabela ahora estaban muy abiertos llenos de impresión.

-¿te suelto para que subas toda la escalera tú sola?- inclinó la cabeza ligeramente- No parece que puedas terminar de hacer el recorrido.

Ella se mordió ligeramente el labio y dándose cuenta de donde estaban sus brazos comenzó a retirarlos. Al ver su intención Giovani aflojó sus brazos asustándola haciéndole creer que iba a caer y eso hizo que ella volviera a apretar su cuello. El rostro de la mujer volvió a quedar cerca del suyo.

-No juegue conmigo.

Giovani alzó una ceja.

-Sumaré 1000 dólares más a la cuenta que te debo aparte del daño a tu rostro ¿contenta?

Eso hizo que Isabela se quedara quieta.

-Qué sean 1500.

Giovani abrió la boca sorprendiéndose con la forma de negociar de ella. En serio, esa mujer sabía jugar mejor que él.

-Volvamos a tu habitación antes que me pidas la mansión a cambio- él tenía el ceño fruncido.

Una leva sonrisa apareció en el rostro de Isabela.

-Bueno, si en el primer día ya vamos así, quizás le saldrá más barato darme la mansión que pagarme los extras.

Giovani se detuvo después de haber subido tres escalones.

-Eres una mujer peligrosa- le gruñó.

Ella no pareció inmutarse.

-Solo fui una excelente alumna en mi carrera. Sé hacer buenos negocios.

-Entonces espero que ese mismo esfuerzo lo enfoques también en mi empresa. Si me arruino no tendré de donde pagarte los tres millones de dólares- él volvió a retomar la marcha apretando el cuerpo de la mujer contra él encontrando que parecía más ligera que la vez anterior.

-No tengo intenciones que se arruine. Tengo muy bien planificado el dinero del pago, así que no lo puedo perder.

Y aunque a Giovani le picó la curiosidad, no preguntó para que lo utilizaría. Aunque descubrió una cosa interesante, hablar con esta mujer era entretenido, diferente a lo de siempre. Quizás porque no estaba coqueteándole como era normal en su vida.

Una vez en el segungo piso se detuvo frente a una puerta blanca de madera talla.

-Esta será tu habitación por el momento, la del al lado es la que le di a tu hijo. El baño es común y los conecta- le comentó mientras la dejaba en el suelo.

Isabela sintió que la sangre volvía de su cabeza a sus piernas por lo que se mareó en el proceso y se sostuvo de la puerta para no caer. Jadeó en el proceso y bajó el rostro para que él no viera su palidez.

-Gracias- forzó su voz para que saliera lo más fuerte posible.

-Alguien vendrá más tarde a organizar las pertenencias de ustedes.

Eso la hizo enderezarse.

-No. Yo puedo hacerlo sola.

La forma en que ella reaccionó no fue nada natural, pero Giovani no recayó en el tema.

-Cualuier cosa habla con el mayordomo, yo estaré trabajando, no me gusta que me molesten.

Ella asintió la cabeza deseando que él acabara de desaparecer de su vista para poder pensar con más calma. Deseaba más ver a Allen, él la hacía estar en calma. Estar en una casa tan grande no le traía buenos recuerdos. Por suerte sus deseos fueron escuchados pues Giovani al no recibir respuesta de ella dio media vuelta y caminó por el pasillo hasta el otro extremo donde entró a una habitación. Esa debía ser su oficina.

Ella soltó un enorme suspiro y pegó su espalda a la puerta. Vaya día estaba teniendo. Parecía irreal. Hizo una mueca y las palpitaciones en su rostro le recordó su herida y que debía cambiarse. Allen no debía verla así.

Veinte minutos más tarde, después de fajarse con la tecnológica ducha de aquel baño que era más grande que la sala de su antiguo apartamento tocó la puerta del cuarto de Allen. La puerta se abrió dejando ver al hombre grande que era el guardaespaldas de su fututo esposo. Si mal no recordaba, Kamil.

-Está durmiendo- él le dijo serio señalando el interior de la habitación.

Isabela asintió y entró cuando él se corrió a un lado para dejarla pasar. Encontró a Allen bocarriba en la cama dormido, con su cabeza enterrada en una mullida almohada y al lado una bandeja donde la mitad de la comida aún estaba.

-Gracias por cuidar de él- ella agradeció en un suspiro con alivio.

Kamil solo hizo un movimiento de la cabeza y salió de la habitación para dejarlo a los dos.

Isabela se sentó al lado de la cama y acarició la cabeza de Allen. Este al momento abrió los ojos, aunque se notaba que estaba soñoliento.

-Bela, tu rostro- se sentó y fue a pasar la mano por la herida vendada, pero retrocedió- ¿Te duele?

Ella negó con una sonrisa.

-Solo es un rasguño, no duele. Solo que ya sabes que es más espectáculo que función en si- se refirió al sangramiento.

Allen se quedó pensativo.

-Y si le pides a él que te pague el tratamiento. Tiene mucho dinero, no creo que se niegue.

-Niño- ella sacudió con fuerza su cabeza alborotando el cabello y ganando un quejido de su hijo- Ya cuando termine el contrato y cobre el dinero compraré una casa para ambos, te haremos un estudio médico como mereces y yo me atenderé como debo ¿Bien? Así que no menciones nada de eso de nuevo. Él tiene dinero, pero ya sabes que no debemos confiar mucho en personas así.

Allen supo por qué, ambos se habían pasado años huyendo de personas con dinero solo porque el interés era más importante que sus vidas, por lo que tener la guardia alta solo era parte de su día a día. Ahora, aunque estaban a salvo, nunca podían saber dónde podría estar la trampa. Sabía que Isabela hacía todo aquello por la estabilidad de él, razón por la que no la cuestionaba.

Asintió con una sonrisa y se movió hacia la mesita.

-Bela come, no desayunaste, te dejé un poco de todo.

Isabela sintió que su corazón palpitó. A pesar de todo Allen seguía siendo un buen niño. No rechazó lo que le dejó lo que si terminó de compartirlo con él masticando lentamente por el lado que estaba sano.

A pesar de sentirse débil por la pérdida de sangre y que sus ojos se cerraban ella tenía cosas primero que atender. Deshizo su equipaje mientras Allen volvía a dormir y acomodó toda la ropa en el vestidor del cuarto de su hijo. Le habían dado un cuarto a ella, pero no tenía la intención de dormir separados. Después de todo estaban bajo un techo desconocido, junto a un hombre que sería su jefe, pero del que apenas conocía algo.

Ella no podía arriesgarse a perder de nuevo a Allen. 

Como estafar al Ceo siendo virgenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora