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Efectivamente, Isabela había encontrado irregularidad en el sistema financiero. Tenía un acceso personalizado que le dejaba entrar a esa base de datos y había encontrado filtraciones. Lo bueno es que nada con la importancia necesaria había sido tocado. Rápidamente grabó el resto de la información en una memoria y archivó todos los datos cifrándolos. Si intentaban acceder sería mucho más complicado y con dos intentos se autodestruirían.

Era algo que había aprendido en los últimos días con el equipo de informatización que no pensó que pondría en práctica tan rápido. Al menos tenía el consentimiento de Giovani. Solo tendría que darle a él la memoria y las claves nuevas. Si toda la información de la empresa era robada estarían en serio problemas.

Echó la cabeza hacia atrás y se masajeó la nuca. Había estado tan centrada trabajando que notó que afuera ya había anochecido y se encontraba sola en la oficina por no decir el piso. De por si había llegado cuando los últimos trabajadores salían de su turno y solo quedaban los guardias de la entrada.

-Bueno, es hora de ir a casa- allí podría dormir con Allen pero recordó de nuevo que Giovani no estaría allí y se palmeó las mejillas. Debía dejar de pensar en él. Eso era tóxico para su existencia.

Agarró el celular, pero esta vez no le marcó. Ya lo había intentado varias veces antes pero su celular seguía anunciando apagado o fuera del área de cobertura. Así que no insistió más. Debían estar viajando a un país lejos como para que aún estuviera incomunicado. Solo le quedaba volver a casa e intentar levantar los ánimos. Al menos ahora podría pagar parte de su deuda y Allen tenía un techo. Algo bueno que podría sacar de todo aquello.

Solo esperaba que Giovani no le dijera de tener sexo como habían quedado siendo pareja de Samantha. Eso la haría sentirse terrible. Aunque conociendo a Giovani no creía que se lo pidiera. Pero la vida a esa altura la había sorprendido tanto que cualquier cosa podría pasar.

Ya habiendo terminado se levantó para ir al baño y tomar alguna bebida antes de volver, dejando sus cosas y celular encima de la mesa. Solo se llevó la memoria consigo escondiéndola en un bolsillo. Su instinto le decía que lo hiciera.

Veinte minutos después volvió después de perder mucho tiempo digiriendo un café caliente sentada en el banco y mirado hacia afuera. La cafeína había ayudado a despejar su mente y se sentía mejor. Lo que no se esperaba era que al volver si bolsa estuviera toda desparramada por el suelo y su celular sonando sobre este al revés.

No estaba sola.

El cuerpo entero de Isabela se tensó. Miró a todos lados buscando la presencia de alguien porque definitivamente alguien había estado allí. Isabela comenzó a temblar de miedo, pero controló no entrar en pánico. Eso no la ayudaría. Definitivamente alguien estaba allí y por la pantalla que mostraba la computadora, y sus cosas era muy evidente que sabían que ella estaba allí y lo que hacía.

Se dejó caer en el suelo y gateó rápidamente hasta el celular y se escondió debajo de la mesa. Al alzarlo encontró el nombre de Giovani en la pantalla.

-Bela- escuchó la voz del hombre alarmada y agitada del otro lado.

-Giovani- en cambio la de ella estaba quebrada por los temblores e intentando no hablar alto.

-¿Dónde estás?

-En mi oficina. Giovani... aquí hay alguien- sentía que su cuerpo se empapaba de sudor.

Quizás en otro momento y otras personas no tendrían ese miedo, pero ella sabía en carne propia lo que era sentir se la presa de un cazador. Y más cuando estaban detrás de su cuello. Acaso ya sabían dónde estaban. Eso complicaba más las cosas.

-Lo sé. Cálmate preciosa. Kamil y yo estamos cerca. Quédate donde estás y no hagas ruido.

-Está bien- ella tragó en seco en un intento de mantener la calma- Yo...- en ese momento una mano agarró su tobillo del otro lado de la mesa y tiró de ella- AAAAAHHHHH.

Isabela se le resbaló el celular tras el tiró que le dieron donde se golpeó la espalda con la parte de atrás de la mesa que no llegaba al suelo. Aun así, pateó con su otro pie aquella mano que al momento reconoció tras marcas que no sería la primera vez que las viera en un intento de soltarse. Los dedos cada vez apretaron más y tiraron al punto que su piel se rasguñó con la parte de abajo del escritorio.

Solo cuando ella golpeó con más insistencia directamente en los dedos estos cedieron y ella se arrastró lejos, sabiendo que aquello no era tan fácil.

-No escaparás tan fácil ratoncito. No cuando me tomé las molestias de encontrarte-

Ella reconoció la voz de Samuel, ese hombre otra vez. Y no se quedaría para escucharlo. Sabía muy bien lo peligroso que era y más después que ella le había mordido su miembro en aquel callejón al salir del hospital. La bilis quiso salir al recordar aquel suceso, pero no era momento de eso. Tenía que poner distancia.

Algo complicado cuando el hombre saltó por encima de la mesa a casi un metro de ella y con una sonrisa en su rostro. Primero, la había encontrado y segundo, estaba jugando con ella.

Isabela había logrado ponerse de pie ignorando el dolor alrededor de su tobillo que rápidamente se había puesto morado y ya estaba inflamándose. No era momento de damisela encantadora, a saber, tú donde estaba Giovani y Kamil, y más que eso, le preocupaba que podría hacerles este loco a ellos.

-Ni se te ocurra correr ratoncito. Sabes que puedo hacerlo más rápido que tú- el hombre le advirtió al verla retroceder con la guardia en alto.

Isabela miraba a los lados con disimulo a ver a donde podría ir o que podría necesitar. Hacerle frente a ese hombre no sería algo inteligente. Con un solo golpe que le diera la podría noquear.

-Hagamos esto por las buenas porque si solo pones un poco de fuerza todo lo que tengo intenciones de hacerte en este momento te juro que te las haré- él le gruñó- Y tengo que terminar mi trabajo y llevarte de vuelta sana.

Isabela tenía ganas de responderle y hacerlo como ella acostumbraba, sin embargo, se mordió la lengua. No estaba en la calle, encontrar protección no sería tan fácil. Además, estaba asustada, en medio de un piso casi a oscuras y con pocas, por no decir nulas opciones de escapar intactas contra alguien entrenado como él para hacer las tareas sucias de la familia.

En eso se sintió un ruido que vino desde el piso, pero contrario a ellos. La atención de Samuel se desvió solo unos segundos como para ver que era, momento que Isabela aprovechó e hizo lo único que le quedaba, salir corriendo en la otra dirección.

Samuel al notar aquello solo sonrió de lado, como si fuera realmente el juego del gato y el ratón.

-Al parecer esto va a ser por la vía difícil- sacó una pistola de su bolsillo apuntando en dirección a Isabela.

Y apretó el gatillo.

Como estafar al Ceo siendo virgenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora