54

7.1K 551 10
                                    

-Giovani, maldito- la mano de Isabela temblaba con los dientes apretados. La palabra secuestro no era algo con lo que se pudiera jugar y menos con ella. Eso... eso...

Se tambaleó sintiéndose mareada y los recuerdos del pasado la atacaron. Cayó en el suelo y tuvo que regular su respiración con trabajo. Su cuerpo comenzó a temblar de indignación y apretó sus manos fuertemente hasta que estas se pusieron blancas. Cerró los ojos con fuerza e intentó controlar el ataque de ansiedad que le estaba entrando. SU cabeza un torbellino de sensaciones que había enterrado y que volvían a ella. Tenía que ir por Allen. No volvería a quitarle a Allen de su lado. No de nuevo.

Aun así, descalza y con solo un vestido ligero Isabela bajó la escalera rápidamente sin temer caer por ellas. Pasó por al lado de los empleados que veían a la mujer de muy largo cabello ahora danzando detrás de ella de forma salvaje. Incluso los ojos de ella se habían oscurecido.

-GIOVANI- entró casi gruñendo en el comedor.

Los presentes la miraron, sobre todo por el tono empleado por la mujer jadeante y que tenía sudor frío corriendo por su cuello.

-Buenos días de nuevo, preciosa- el Ceo no se inmutó por la alzada de voz o eso fue lo que disimuló. No se imaginó que la reacción de ella fuera tan severa. Se notaba realmente molesta y... aterrada. Nunca la había visto así, ni siquiera en sus peores momentos. Apenas la reconoció.

-¿Qué mierda estás pensando secuestrando a mi hijo?- ella se acercó a la mesa casi pareciendo una leona en busca de su cachorro.

Giovani estaba sentado en la mesa al otro de Allen que estaba en la silla. Amarrado. El niño tenía un rostro de obstinación.

-Solo estaba usando un método factible para sacarte de la habitación. No tienes que exaltarte tanto- él se recostó contra el respaldar de la silla. La mesa delante de él estaba servida con el desayuno- No soy un hombre me que me guste que me dejen solo en la cama y menos después de que lo digo.

Isabela frunció más el ceño y sus ojos apenas quedaba el color claro de ellos. Y se notaba aun más por lo pálida que se encontraba.

-Acaso eres tan infantil para secuestrar a un niño y usarlo para tus fines- su voz era grave.

-Estoy en mi casa, está sentado en la mesa, no tiene ninguna herida, no lo secuestré.

-Estoy amarrado- Allen interrumpió planteado la realidad- Y soy un niño, no hablen más puercadas delante de mí- hizo una mueca.

Los dos adultos lo miraron. Isabela chasqueó la lengua y se acercó a él para quitarle las sogas que encontró que no estaban para nada apretadas, pudiera habérselas quitado él mismo. Más bien, parecían de adornos. Aun así, a ella eso no le había hecho ninguna gracia.

-No vuelva jugar con algo así- su tono era plano, no lo miraba.

La leve sonrisa que Giovani tenía en el rostro se había desvanecido por completo y sus ojos azules perdieron el brillo. Algo le decía que había hecho algo indebido.

-Siéntate al comer. No lo has hecho desde ayer y en la boda apenas probaste bocado.

-Perdí el apetito- Isabela dejó las sogas sobre la mesa sin prestar atención a los platillos puestos- ¿Estás bien?- pasó las manos por los brazos de Allen que no tenían ninguna marca.

-Si- este respondió y se levantó para abrazar la cintura de Isabela- Estoy bien Bela, estoy bien. No me pasó nada.

Ella acarició su cabeza con el rostro serio. Su cabello escondía su expresión y temblaba ligeramente. Su rostro pálido como el papel, pero al menos solo había sido una broma, una de muy mal gusto por parte de Giovani.

-Siéntate a desayunar- ella le dijo bajando su cabeza y besando su frente. Después sube a cambiarte de ropa- su voz apenas un murmullo.

Allen asintió con la cabeza y soltándola se sentó obedientemente y comenzó a comer su desayuno. Ella en cambio, sin decir otra palabra siguió de largo de vuelta a la habitación, con pasado, se sentía agotada.

-Isabela- Giovani la llamó- Come al menos- ella era delgada, necesitaba comer, pero al no recibir ni siquiera una mirada de ella frunció el ceño.

Allen dejó su cuchara sobre el plato de cereal, se mostraba molesto.

-No vuelva a jugar así. Hizo llorar a Bela. Bela no llora, pero hay temas que la afectan mucho.

Ante esto el rostro de Giovani se quedó helado. ¿Isabela estaba llorando? Ese no era su objetivo. Quería sacarla de la habitación, incluso ver la expresión sexy de ella cuando se molestaba que hasta lo encendía. No hacerla llorar, al menos no fuera de su cama.

Chasqueó la lengua con molestia.

-Mierda- se levantó y salió pro donde mismo antes había salido la mujer.

Allen se quedó mirándolo para después hacerlo con el mayordomo.

-No se dan cuenta que aquí hay un niño. No me respetan- negó con la cabeza.

El hombre solo sonrió apenado por el vocabulario y palabrota de su empleador, aunque no era como si pudiera decirle algo.

Giovani caminó rápido para encontrar a Isabela comenzando a subir la escalera. La alcanzó, y tiró de ella del brazo haciendo que cayera contra su pecho. Sus brazos la envolvieron apretándola contra él. Pudo sentir la respiración caliente de ella contra la tela, mas no se movía.

-No pensé que te pondrías en ese estado. Solo quería sacarte de la habitación- le dijo el Ceo acariciando su espalda de forma calmante.

No la sentía sollozar, pero la parte de delante de su camisa se estaba humedeciendo ligeramente. Si, si estaba llorando.

-Además, tú no querías salir y tienes que comer. Están en mi casa. A dónde más llevaría a Allen.

Isabela ni siquiera se movió en sus brazos. Giovani suspiró, acaso ella quería... Demonios.

-Disculpa, vale. Me sobrepasé- detuvo sus manos, un poco molesto por tener que pedir disculpa, no era de lo que lo hacía tan fácilmente.

Fue entonces que Isabela se removió y alzó la cabeza. Efectivamente, sus ojos estaban rojos y sus mejillas surcadas por lágrimas, su boca apretaba en una fina línea.

-Repite eso- lo forzó.

Giovani entrecerró sus ojos azules.

-No lo haré de nuevo.

-No sonó sincero- la mujer presionó- No puedes ir haciendo de los demás lo que te venga en gana.

Giovani tomó un largo suspiro y se pasó la mano por la cabeza corriendo su cabello hacia atrás.

-Eres difícil de convencer, al igual que tu hijo- y diciendo esto hizo lo que mejor sabía para aligerar el ambiente.

Le agarró la barbilla a ella y le dejó un beso rápido en los labios.

-Pero yo también tengo mis límites de paciencia, Bela.

La mujer se corrió hacia atrás soltándose de su agarre poniendo una mano sobre su boca.

-No me llames así, solo Allen lo hace.

Giovani alzó los hombros.

-Es lindo llamarte así- al menos ella había dejado de llorar, y ese brillo en sus orbes había vuelto- Ahora ve a preparar las maletas. Nos vamos de luna de miel.

Isabela pestañeó rápido.

-Si, alquilé un piso en un hotel y nos vamos por tres días a pasar la luna de miel. Allen viene también si te preocupa. Así que prepara las maletas que esta noche nos vamos.

Y se dio la vuelta de regreso al comedor dejándola en el lugar procesando todo aquello. Giovani sabía como darle la vuelta a la situación. No era un reconocido Ceo por gusto.

Como estafar al Ceo siendo virgenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora