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Giovani sentía que después de entablar una conversación con Allen se le iban toda la fuerza y energía para discutir. Ese niño realmente era algo. Con pocas palabras era capaz de dejar a uno sin habla. No entendía como Isabela podía estar con él sin perder la paciencia. Aunque pensándolo bien... ellos dos interactuaban de una forma especial.

Miró su reloj después de un rato notando que la mujer se estaba demorando bastante para probarse un simple vestido. El vestido era elaborado en tela, mas no en diseño. Solo hacía falta unos pocos minutos para ponérselo. Entonces...

Vio como dos empleadas pasaban por su lado y una de ellas le cotilleaba a la otra, mirándolo precisamente a él. Giovani, después de tantos años en el ojo público era capaz de diferenciar las miradas, así como quien estaba diciendo de él un comentario bueno y otro malo. En ese caso era lo segundo.

Se levantó en dirección a ellas y las vio tensarse.

-De que me perdí que hablan tanto de mi- alzó una mirada. Kamil que estaba atento a todos sus movimientos, como siempre que estaban en la calle se tensó y se preparó para intervenir en caso que fuera necesario.

Las chicas parecían incómodas y una de ella se puso pálida y se mordió la uña arruinando su manicura.

-Hablen- el Ceo exigió con un poco más de fuerza en su tono lo que hizo que ellas retrocedieran.

-No... no debería- la mujer que había comenzado con el chisme temblaba y miraba hacia abajo- No debería... golpear a las mujeres- la voz de él fue temblorosa.

Giovani se quedó un momento procesando sus palabras.

-¿Cómo?- él no había entendido bien ¿verdad?

Esta vez la mujer pareció tomar más fuerza y lo miró con los ojos encendidos tanto de coraje como miedo.

-Que no debería golpear a las mujeres. Esa chica... su espalda...- pero se detuvo de hablar pues su barbilla había sido tomada por los dedos de Giovani y él se había inclinado hacia ella.

-Créeme cariño, el día que le ponga un dedo encima a una mujer de forma violenta, no seré el hombre que soy ahora. Así que no inventes cosas que no son. No golpeo, prefiero tenerlas debajo de mí, gritando, pero locas de placer- sus palabras fueron tan planas y frías que la mujer quedó como un papel al principio para después volver sus mejillas rojas ante la sugerencia sexual.

Giovani soltó el rostro de la mujer y le dio la espalda.

-Lástima que no me gustan las mujeres que cotillean de otros. Eso las hace verse vulgares para mi gusto- la miró por encima del hombro y el azul de sus ojos era sumamente translucido, algo que ocurría cuando estaba mortalmente molesto.

Los ojos de la chica se llenaron de lágrimas y salió corriendo dejando a su compañera detrás. Esta no sabía cómo reaccionar y sus manos se quedaron en el aire. Giovani no le prestó mucha atención, pero si le dirigió la palabra.

-Dile a tu jefe que será la última vez que venga a esta tienda. El personal que trabaja aquí no cumple mis expectativas.

La chica apretó los labios igual de pálida que su compañera, sabiendo que todos recibirían un buen regaño por lo ocurrido, después de todo el hombre frente a ella era uno de los que compraba las piezas de más alto precio.

Por su parte Giovani ya no dudó cuando se encaminó en dirección al vestidor.

-Isabela- dijo antes de abrir la puerta de esta de este sin pedir más permiso. No estaba del mejor humor como para estar con protocolos.

Lo que le dio la oportunidad de ver la espalda de la mujer y comprender porque las chicas habían comentado aquello antes. La mujer en el interior gritó ante la entrada del hombre al pequeño compartimiento y subió la parte de delante de vestido que estaba a la altura de la cadera, para cubrir sus senos. Ella lo miró por encima del hombro con las mejillas completamente rojas al casi verla desnuda.

Aunque Giovani no le diría que debido a que había un espejo delante de ella había sido capaz de ver sus senos completamente descubiertos, y la imagen le gustó lo suficiente para relamerse los labios rápidamente. Era pequeños, pero con el tamaño suficiente para que cupieran en sus manos.

-¿Qué hace?- la voz chillona de ella de vergüenza hizo que él se enfocara en el objetivo de porque había entrado de esa manera.

Y como si no fuera una violación de su intimidad dado que ellos serían marido y mujer, él cerró la puerta detrás de él haciendo que el espacio entre los dos se sintiera aún más pequeño. Vio a Isabela apretar la tela sobre sus pechos de forma protectora he intentado alejarse lo más que podía de él.

-Tu espalda- él había notado los varios moretones en la estrecha y blanca espalda de la mujer. Era varios y a todo lo largo hasta perderse por el vestido que rozaba el borde de sus nalgas, esas, que la tela enmarcaba hermosamente.

-Fue la caída de esta mañana. Estaré bien en pocos días- respondió ella rápidamente.

-¿Fue a causa de Kiki?- el tono de él era molesto.

-No vaya a hacerle nada al perro por esto. Cualquiera se cae por cosas así.

Él inclinó a la cabeza.

-¿Qué clase de bestia crees que soy? No voy a botar a mi perro por cualquier cosa. Solo se tomarían medidas para que no lo hiciera de nuevo, es un perro entrenado.

-Oh- Isabela exclamó en voz baja. Al menos no era de esos hombres egocéntricos que no querían a nadie más que a ellos mismos. Le gustaban las mascotas. De alguna forma eso hizo que ella dejara de estar tan tensa. Algo que cambio al momento al notar la forma en que los ojos de él recorrían su cuerpo casi desnudo.

Sus brazos apretaron más la tela sobre sus pechos sin darse cuenta que estos sobresalían por encima dándole una muestra aún más apetitosa a Giovani. Acaso ella no se percataba que él deseaba su cuerpo. Ella era una maldita tentación para él que lo hizo tragar en seco y usar todas sus dotes de caballero para no quitarle la ropa en ese mismo lugar, mandar al demonio su empresa y follarla de una vez.

Y lo mejor que hizo fue centrarse en los hematomas en la espalda de la mujer en un intento de aplacar el calor que comenzaba a acumularse en su ingle. Al menos su traje escondía su evidencia, pero hasta cuando...

-Isabela, déjame ver tu espalda- le pidió él sabiendo que estaba caminado en la cuerda floja. Había notado que la curva de la columna de ella, aun debajo de aquellas manchas amoratadas era simplemente hermosa.

-No Giovani- ella se negó rotundamente enfrentándolo y negando con la cabeza- Más bien, debería salir. Me estoy cambiando, no entiendo la necesidad de que tenga que entrar aquí.

Pero Giovani.

-Isabela- su nombre lo arrastró en advertencia dando un paso hacia ella. Había un aura alrededor de él que la puso alerta- Gírate y muéstrame tu espalda.

Isabela pensó que estaba usando esa capacidad innata para hacer lo que las personas hicieran lo que él deseara porque ella se encontró dándose la vuelta. Sus orbes solo fulminaron a partir del reflejo del espejo, mas no impidió que él se acercara a ella deteniéndose tan cerca que ella pudo sentir el calor de su cuerpo. Y pudo jurar que era más caliente que otras veces. Como una bestia excitada buscando satisfacerse y ella era su presa y estaba atrapada. 

Como estafar al Ceo siendo virgenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora