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Isabela se encontró dentro de aquella enorme habitación decorada en colores oscuros, con la espalda contra la puerta y el cuerpo semidesnudo de Giovani que presionaba el de ella hasta pudiendo sentir la humedad y el calor sobre ella. Tragó en seco y alzó las manos en un intento de alejarlo de ella, pero estas se posaron en el pecho desnudo y húmedo de él. Pudo sentir el corazón de él latiendo fuerte.

Quiso apartar las manos rápidamente, pero una de ellas fue agarrara para que se mantuviera en el mismo lugar.

-Toca- él tono de él era demandante, había un brillo peligroso en esos ojos azules.

Isabela se sacudió un poco con las mejillas completamente rojas, la pierna de él estaba posicionada entre los muslos de ella, aunque no podía sentirlo mucho dada la falda del vestido, aunque aun así esa posición era vergonzosa.

-Suéltame, me voy, le voy a pedir a alguien más que me ayuda a quitar el vestido- ella habló rápido, pero intentando mantenerse firme.

Ahora con Giovani tan cerca sentía que su vientre se estaba calentando y entre sus muslos picaba de una forma peculiar. Ella no se estaba excitando pro tenerlo así tan cerca, y menos ahora que era su esposo. No, no y no.

Sin embargo, lo que menos haría el Ceo era dejarla ir, y menos ahora que había notado la incomodidad en ella. Conocía bien las reacciones de la mujer para saber cómo se estaba sintiendo Isabela ahora mismo. Por lo que la tentaría un poco más, tenía la impresión que ganaría mucho esa noche. Así que se inclinó un poco más hacia ella hablándole al oído.

-Vas a dejar que otra persona vea tu cuerpo y no tu esposo- había notable coqueteo en su voz.

Isabela se encontró temblando ante el aliento caliente que acarició su oreja e intentó alejarse de nuevo. Era una sensación rara para ella que la incomodaba como estimulaba su cuerpo.

-Quieta cachorra- Giovani le dijo apretándola más contra la puerta. Isabela soltó un jadeo.

-No soy un perro- ella protestó.

El Ceo sonrió ligeramente y acarició la nariz de ella con el dedo.

-Parecer ahora mismo una cachorra haciendo una rabieta porque no tiene lo que desea.

-Es porque me estás mirando de una forma rara Giovani. Me das miedo, así que suéltame, no me quedaré aquí contigo- como siempre, ella tan directa.

Él inclinó la cabeza entrecerrando los ojos.

-Y como qué te estoy mirando.

Ella apretó los labios fuertemente como si estuviera negada a decirlo, pero al final abrió la boca.

-Como si quisieras devorarme.

El rostro de Giovani no cambió.

-Es porque quiero devorarte- lo afirmó- Desde esa vez que nos encontramos en el restaurante y te propuse tener sexo quiero comer cada parte de ti, Isabela.

El sonrojo de ella desapareció poniendo su rostro pálido para después enrojecerse aún más que antes.

-¿Qué... que estás diciendo?

Él inclinó la cabeza hacia un lado haciendo que algunas gotas de agua cayeran por su rostro.

-la verdad Isabela, acaso en algún momento te he mentido- su tono era grave. Los brazos de él ahora estaban alrededor de la cintura de la mujer y la apretaba hacia él- Quiero devorarte, tenerte en mi cama, hacerte gritar hasta que caigas exhausta y saciada por mí. Quiero tener sexo contigo, así de simple.

Isabela abrió la boca para después cerrarla de nuevo sin saber que responder. Debía sentir se incómoda y avergonzada con esas palabras, en cambio, había un poco de emoción dentro de ella. Nunca nadie la había deseado tanto, es que nunca nadie se había fijado en ella de esa forma tan sexual, por lo que las palabras de él le hicieron latir su corazón.

-Te propongo algo- Giovani le besó la mejilla y habló contra su piel dado que ella no retrocedió esta vez. Isabela aun procesaba todo aquello- Hagamos un arreglo en el contrato.

Los ojos de la mujer se abrieron y se corrió un poco hacia atrás sin mucho resultado para mirarlo directo a los ojos. Tuvo miedo de lo que él le iba a decir.

-¿Qué quieres cambiar?- no pudo evitar que su voz saliera temblorosa. Ella necesitaba el dinero del acuerdo.

Giovani sonrió de forma leve y le dejó un beso en la punta de la nariz.

-No me mires como un ratón asustado. Lo que te voy a decir te va a convenir- estudio la expresión de ella que se mantuvo ansiosa- Que te parece si ampliamos el rango de pago, y a cambio, cuando ya tenga mi dinero y antes de divorciarnos me entregas tu virginidad. Tenemos sexo.

Los labios de Isabela temblaron.

-Giovani eso...-

-Hablo de 10 millones- la interrumpió.

Y el cerebro de Isabela hizo cortocircuito.

En otro momento se sentiría como una prostituta entregando su cuerpo a cambio de dinero. Sin embargo, ella tenía una deuda enorme que pagar. Necesitaba el dinero con urgencia para quitarse ese grillete. Y, además, no era ciega. Giovani podía ser un hombre complicado, pero no estaba mal. Perder la virginidad con él, que además se notaba que tenía bastante experiencia, no sería aterrador. No era mal trato después de todo.

Aun así, no podía ceder tan fácilmente. Conociéndolo si lo hacía él aprovecharía cualquier oportunidad para salirse con la suya. Era alguien muy manipulador. Así que ella también usó sus artimañas y quizás podría sacarle unos millones más si usaba bien sus cartas. 10 millones estaban bien, pero si él quería tanto tener sexo con ella, entonces unos 15 millones no le dolerían tanto ¿verdad?

-Tengo que pensarlo- ella al final dijo.

Los ojos de Giovani se entrecerraron.

-¿Tienes que pensar tanto esto?-

Ella asintió. Notó la tensión en el cuerpo de él.

-Lo pensaré y te daré una respuesta después.

Él apretó los labios con impaciencia.

-Está bien, aunque recuerda que antes que pierdas tu virginidad con cualquiera, la perderías con tu esposo.

Isabela alzó una ceja.

-Te está gustando mucho el papelito de esposo. No parecías ser del tipo de hombre que le gustaba los compromisos de este tipo.

Giovani se inclinó y le robó un beso rápido chupando el labio inferior de ella.

-No puedo negarlo. Estar casado se siente... extraño y emocionante. Sobre todo, porque puedo enseñar a mi esposa en algunas cosas- se relamió los labios sugerentemente.

Isabela apartó el rostro. Sus mejillas súper calientes y sintiendo sus bragas húmedas. Dios, responder así a un hombre. No estaba borracha. Entonces por qué. Mas no pudo pensar mucho pues el vestido se le aflojó y cayó de su torso dejando al descubierto el sostén de encaje que cubría sus senos.

Y los ojos de Giovani brillaron peligrosamente.

Como estafar al Ceo siendo virgenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora