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El reloj no había marcado las 3 de la mañana cuando Isabela se tuvo que levantar e ir corriendo hacia el baño. Su estómago se revolvía de forma dolorosa y apenas llegó al inodoro antes de devolver todo lo que había en su estómago. Su mundo comenzó a revolverse con cada arcada y contracción de su abdomen. Dios, era realmente doloroso.

En medio de todo aquello escuchó como la puerta del cuarto de Allen se abría y ella empujo con su pie la puerta del pequeño baño para cerrarla. No quería que la viera en esas condiciones. Solo lo preocuparía más.

No faltó muchos segundos antes de que Allen estuviera tocando con voz angustiada del otro lado.

-Bela ábreme, Bela, Bela-

Pero ella no lo hizo. Apenas levantó la cabeza para decir con una voz quebrada.

-Vuelve a dormir, esto pasará pronto. Ya sabíamos que pasaría- casi se quedó sin aliento y volvió a vomitar.

Escuchó los pasos de Allen alejarse. Al menos el chico en momentos como estos era obediente. Ella no tenía fuerzas para ponerse a pelear con él. No cuando su cuerpo le estaba jugando esa mala pasada. Y otra vez vomitó encontrando que unas gotas de sangre comenzaban a acompañar el contenido del inodoro.

-Demonios- maldijo ella agarrando el poco papel higiénico que quedaba al lado y lo llevó a su nariz.

No pensó que se complicaría tanto. Y tras tres arcadas más donde ya solo salió jugo gástrico, el papel estaba completamente manchado de sangre. Isabela no tuvo más remedio que buscar en el pequeño closet y agarrar una de las pocas toallas que tenían allí. El sangrado no se detendría pronto.

Ella no lo aparentaba, pero era una mujer portadora de hemofilia, una enfermedad bastante grave no dejaba que su sangre coagulara que afectaba generalmente a los hombres y hacia portadoras a las mujeres presentándole síntomas varios y menos del 50% de la coagulación normal de su sangre. Y aunque solo presentaba una alteración del gen de la enfermedad presentaba síntomas un poco severos. Su vida no peligraba, pero el día a día podía complicarse sino tenía cuidado o tomaba sus medicamentos regularmente. Y debido a que había bebido alcohol y a su alergia a él sus vasos sanguíneos se habían dilatado más de lo normal provocándole una severa hemorragia nasal.

Cualquiera en su caso llamaría a una ambulancia o tendría tratamiento para tomar en este tipo de caso, pero Isabela no tenía ni siquiera un expediente médico sobre este caso. Solo lo sabía por los exámenes que se había hecho en la escuela menor, muchos años atrás. Era un tratamiento muy caro y que, además, por su grado de gravedad necesitaba anticoagulantes bastantes concentrados y esos solos se vendían en centros especializados. Y ella no se podía dar el lujo de un gasto así. Ya bastante con la deuda que tenía sobre sus hombros… que no le pesaba dada que era de su hijo.

Esperó sentada con la espalda recostada en la fría baldosa hasta que la mitad de la toalla estaba de un color carmín, pero el sangrado se detuvo por fin. Estar débil se quedaba corta con lo que estaba por lo que no pudo levantarse del lugar, sin embargo, sabía que Allen no había vuelto a su cuarto.

Usando toda su fuerza de voluntad se impulsó aguantándose de todo y escondió como pudo la toalla que tendría que tirar después. Su mano pasó trabajo para encontrar el mango de la puerta, pero después de varios intentos donde los mareos se lo permitieron por fin abrió y salió tambaleándose. La sala estaba a oscuras más la cocina estaba encendida.

En ese momento agradeció que la casa fuera pequeña, pues pudo llegar a su habitación sin caerse o tropezar demasiado. Por último, se dejó caer en la cama sintiendo frío. Estaba helada por su pérdida de sangre. Sabía que se repondría rápido, pero necesitaría unas largas horas de descanso.

Como estafar al Ceo siendo virgenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora