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Giovani se sobaba el costado de su cuello donde la piel palpitaba notoriamente, solo cubierto con el cuello de su elegante y caro traje. Había una mueca en su rostro.

-En serio tigresa, jugar contigo puede ser peligroso. Primero me araña y ahora me muerdes el cuello. Tienes idea de cómo duele eso. Voy a tener que cortarte las garras y lijar tus colmillos sino no quedará nada de mi para cuando vayamos en serio- se quejó el Ceo bajando la escalera dos escalones más atrás que Isabela, pero era más por ver como se balanceaba el trasero de la mujer en aquel vestido blando de seda que por otra cosa.

-Te lo mereces, mil y una vez- Isabela ni siquiera lo miró y menos después del comentario final- Me metiste en el baño en contra de mi voluntad, me besaste y comenzaste a tocar en lugares extraños.

Entonces el brazo de él se enrolló alrededor de su cintura haciendo que ella se detuviese y soltara un gritillo. El cuerpo grande de él se pegó a su espalda y el olor de la rica colonia que él usaba inundó sus fosas nasales. Al momento sus mejillas se tiñeron de rosado recordando lo que habían hecho en el baño, del cuerpo desnudo de él, y, además, de cómo la había tocado y besado.

-Protestas, pero de igual forma te gustó- le murmuró él dejando que su aliento caliente rozara su oreja.

Poco a poco estaba entendiendo a la mujer y la forma en que ella respondía a él. Y de entretenido y fascinante tenía todo. Porque precisamente con Isabela no se sabía el resultado. Mirándolo ahora, tenía una mordida en su cuello.

-Tal vez debería yo también morderte. De esa forma estaríamos empatados. No lo crees así Isabela- Giovani lamió la piel del cuello blanco desprovisto del cabello peinado atrás en una larga trenza que él había tenido que ayudar a secar el cabello.

La mujer temblaba ligeramente aun afectada por las sensaciones de antes, pero la mención de la mordida la sacó de su aturdimiento. Con su enfermedad. Si Giovani la mordía ella podría comenzar a sangrar y bastante. Un simple rasguño con ella era peligroso.

-No Giovani, espera, no me muerdas.

-¿Por qué no? Acaso solo tu pue...

-Acaso pueden dejar de ser vulgares y hacer esas cochinadas en la mitad de la casa-

Una voz femenina los interrumpió rompiendo la erótica atmósfera entre ellos y miraron hacia abajo. Al pie de la escalera se encontraron a una mujer joven con un rostro familiar a pesar de que al menos Isabela no la hubiera visto antes.

-Anastasia- fue el nombre que salió de los labios de Giovani que había cambiado su forma coqueta a una extremamente fría.

Isabela pudo sentir como el brazo alrededor de su cintura se sentada y además la apretaba más contra él. Como de forma protectora.

-Giovani, que formas son esas de saludar a tu hermana mayor- ella cruzó los brazos sobre sus pecho- Baja y dame un beso. Somos hermanos después de todo.

Aquello definitivamente era una provocación. El brillo en los ojos de ella era notable. E Isabela definidamente podría afirmar que en rasgos apenas se parecía a su esposo, más bien, parecía haber heredado loe genes maternos.

-Isabela, lo que te comenté antes. Ten cuidado- él le susurró en el oído antes de soltarla, pero agarró su mano y la ayudó a terminar de bajar la escalera. Sin embargo, no le dio el beso en el rostro a su hermana como ella lo había pedido.

La mujer era media cabeza más baja que Giovani, con un traje de pantalón y sacó y el cabello en ondas cayendo a lo largo de su espalda. Elegante, refinada, y, sobre todo, arrogante. Su mirada recorrió de arriba abajo a Isabela.

-Esta es tu famosa esposa- había una ligera sonrisa en su rostro, aunque no había ningún gusto en sus palabras- Markus está hablando mucho de ella. Al parecer le llamó la atención. Me preguntó el porqué.

-Quizás porque los encantos no son solo en el físico- Isabela mostró también una sonrisa ligera intentando no parecer molesta por el rechazo de la mujer a ella.

Anastasia entrecerró los ojos de forma peligrosa y abrió la boca para decir algo. Giovani se preparó para defenderla cuando uno de los empleados se acercó anunciado que la mesa estaba preparada.

Los tres respiraron y relajaron los hombros dado que el ambiente entre ellos se había vuelto. Solo que ahora sería mucho más tenso que antes. La mano de Giovani apretó la de su esposa. Sentía que la estaba metiendo en un nido de cocodrilos, y aunque sabía que ella era fuerte no era como si deseara que ella pasara por ese mal rato. No le deseaba su familia a nadie.

Los tres caminaron en dirección al comedor para encontrarse con los padres de Giovani, Markus y un rostro versión masculina de Anastasia. Alexander, el mayor de todos ellos estaba también allí.

Giovani dirigió a su esposa a sentarse al lado de su hermana y del otro lado se sentó él. Prefería que fuera así a que ella estuviese al lado de sus hermanos varones. Conociéndolos no era buena idea.

-Gracias- Y Bela se notaba incómoda más no estresada por la situación.

Oscar alzó la mano para que la comida comenzara a ser servida en los platos.

-Y bien, ¿en qué trabaja tu esposa Giovani- él no se tardó en preguntar. Todos los ojos de la mesa menos los de Isabela se fijaron en él.

-Isabela es una de los directivos en mi empresa. Es una excelente trabajadora, mucho más funcional que muchos que tienen ese título sin hacer mucho- eso fue una indirecta.

Un bufido sonó del otro lado de la enorme mesa.

-Al parecer nuestro hermanito se ha vuelto bastante atrevido desde que vive solo. Deberías tener cuidado de cómo te diriges a tus mayores.

-No recuerdo haber dicho algo fuera de lugar, pero si lo quieres tomar para ti hermano, puedes hacerlo con gusto.

Alexander frunció el ceño. Las relaciones entre ellos eran peores que con los demás.

-Giovani, acaso crees que...

-Alexander- la voz de su madre lo cayó. La mujer no perdía elegancia- Los modales en la mesa, después habla lo que desees.

El hombre chasqueó la lengua y casi soltaba una palabrota. Anastasia se cubrió la boca ante la vergüenza que le habían hecho pasar y Markus... él solo tenía ojos para su nueva cuñada, que en su asiento mostraba una expresión relajada.

Los platos fueron puestos delante de los miembros en la mesa y comenzaron a comer.

-Espero que la comida sea de tu agrado, me imagino que no debes estar acostumbrada a platos tan... distintivos- Camila mencionó en dirección a Isabela y esta que aun estudiaba la comida delante de ella solo asintió con la cabeza.

La verdad es que sí. He asistido a tantos eventos y cenas importantes que comer este tipo de platillos se me hace algo normal- mintió, aunque, ellos no se darían cuenta a menos que Giovani abriera la boca y él no lo haría de seguro.

-Oh, ya veo- Camila inclinó la cabeza de lado y se enfocó en su comida y el silencio reinó en la habitación.

Como estafar al Ceo siendo virgenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora