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Isabela pensó que si dormía se sentiría mejor y no tendría que terminar en el baño. Estaba muy equivocada. Cuando creyó estar realmente cómoda entre los brazos de Giovani su estómago comenzó a retorcerse y el dolor en su cabeza fue tal que sus ojos se abrieron de golpe. Esa conocía esa sensación.

Tuvo que deslizar el brazo acogedor y pesado de Giovani de su cintura y correr en dirección al baño para derramar todo lo que estaba en su estómago en un doloroso vómito en el inodoro. Se estremeció completamente y lágrimas ya se encontraban en su vientre. Bien sabía ella lo que vendría después. Su cuerpo no se conformaría con solo una devolución de lo que estaba dentro de ella.

Y así fue, vomito tras vómito, botando lo poco que tenía dentro de ella hasta que solo quedó bilis y lo que ella más temía. Gotas de sangre cayeron sobre el contenido del inodoro antes de ella descargar.

-Mierda- jadeó sin apenas fuerza y con el rostro bañado en lágrimas, y con la garganta inflamada cuando escuchó su nombre siendo nombrado desde la habitación.

Había intentado ser lo más silenciosa posible, pero al parecer no fue así. No tenía intención de despertarlo y que la viera en ese estado. Sin embargo, no pudo evitar otra arcada y se tuvo que doblar nuevamente sobre el borde el inodoro. Esta vez fue más sangre que fluidos lo que salió. Y el dolor hizo que soltara un pequeño chillido. Su cuerpo entero temblaba y sudaba frío.

No le deseaba aquello a nadie.

Giovani al escuchar el sonido de arcada proveniente del baño no dudo en acercarse y tocar la puerta.

-Bela, voy a pasar- no le estaba pidiendo permiso. Ella no parecía sentirse del todo bien cuando se había ido a dormir, por lo que había estado atento toda la noche a pesar de dormir.

No recibió respuesta por parte de ella, pero si había oído sollozos y frunció el ceño. Abrió la puerta para ver como la mujer alzaba la mano y bajaba la manilla para descargar, aun sin levantar la cabeza del inodoro. Su cuerpo se veía tan pequeño y sin fuerza alguna, sin contar que temblaba completamente.

La preocupación lo asaltó con fuerza y caminó hacia ella, pero se detuvo al escuchar su petición.

-Alcánzame una toalla- su voz sonó sumamente grave y apagada alzando una mano hacia él.

Giovani no lo pensó dos veces y agarró una alcanzándosela cuando se arrodilló al lado de ella. Lo que vio lo asustó aún más. Isabela lo había hecho rápido, aunque con sus movimientos algo torpes le había dado tiempo a él a que viera las líneas de sangre que salían de su nariz.

-Isabela, estás sangrando- la agarró de los hombros para ayudarla a estabilizar una vez que ella se cubrió la nariz y la boca con la toalla blanca. Al momento manchas rojas comenzaban a teñir la tela- ¿Qué demonios?

Él agarró la mano de ella y tiró para descubrir su rostro y ver mejor el daño. Isabela apenas puso resistencia. En esos momentos mantenerse consciente era un reto. El ataque de ahora lo sentía más fuerte que aquella vez que había tomado ese trago justo frente de él. Qué ironía de la vida que ahora estuvieran de nuevo juntos.

-No hagas... escándalo... de esto- ella logró articular presionando de nuevo la toalla contra su rostro intentando contener la hemorragia que una vez que comenzaba no se detendría.

-Como que no lo haga- Giovani no se había dado cuenta que había alzado la voz- Estás en ese estado delante de mí.

-No grites- ella gimió cerrando los ojos con dolor y estremeciéndose- Mi cabeza me está matando.

Giovani chasqueó la lengua y rodeó la cintura de ella para recargarla mejor contra él. La mujer parecía que colapsaría en cualquier momento.

-Vamos al hospital, allí te atenderán- estaba sumamente preocupado, pero al intentarla levantar Isabela se inclinó de nuevo en el inodoro y volvió a vomitar con dolorosas arcadas.

Como estafar al Ceo siendo virgenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora