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Isabela se removió en la cama, abriendo los ojos con dificultad. Su cuerpo dolía, al igual que su boca y garganta ante el uso para nada acostumbrado que le había dado. Juraba que aun podía sentir el sabor metalizado de la sangre ajena en su boca y la sensación de su cavidad ser llenada. Recuerdo que le hizo salir corriendo en dirección al baño y soltar todo lo que estaba en su estómago. Se estremeció sintiéndose fatal por el hecho.

Agarró una toalla y se secó la boca. La luz del baño permitió que viera en la habitación que estaba sola. Allen debía haberse acostado en la suya para no molestarla y lo agradeció. No le gustaba que la viera en ese estado.

Cerró los ojos e intentó contener el asco dentro de ella. Ya había vomitado lo poco que tenía en el estómago y necesitaba mentalizarse que esto era un suceso del pasado y que al menos lo que había hecho había evitado males mayores. Aun así, no pudo evitar tener otra arcada y estremecerse. Estar sola en ese momento no parecía ayudar mucho. Necesitaba compañía. Se estaba sintiendo débil, como si cada paso que diera hacia adelante la hiciera retroceder.

Se había metido en un contrato matrimonial por el dinero, pero ahora ni eso. Y aunque descubriera quien había aumentado su cuenta, estaba a su nombre, eso no la exoneraba de tener que pagarla. ¿pero con qué? Ella no tenía esa suma.

De pronto su mente se iluminó y no supo si estaba pensando racionalmente, pero solo le vino a la cabeza los puntos que había agregado en el contrato. Hasta la idea de vender su virginidad del vino a su mente una vez terminara el contrato. Pero por el momento solo podría ganar unos cientos más... casi vendiendo su cuerpo.

Dios no. Qué estaba pensando. Su mente estaba caliente. Necesitaba aire fresco... y comer algo. Sentía su estómago pegado a la columna vertebral.

Quizás después de comer podría pensar más racionalmente. Si. Eso haría.

Se lavó el rostro y la boca notando que su estado era realmente demacrado, con ojeras y el cabello todo enmarañado. No era como si hubiera estado durmiendo plácidamente mientras estaba acostada. Al menos se peinó en una larga trenza y se puso un vestido decente, antes de salir de la habitación en un intento de evitar preguntas hacia su persona.

Al menos agradeció que siendo las tres de la mañana casi no hubiera personal en la mansión de Giovani. Aunque si vio uno que dos empleados al menos en el segundo piso haciendo limpieza.

Bajó las escaleras en dirección a la cocina, la planta de abajo estaba a oscuras dado que no estaba el dueño de la casa y ella aun no sabía dónde se encontraban los interruptores de la luz.

Así que comenzó a caminar lentamente intentando no tropezar con nada. Sabía la dirección de la cocina dado que la luz de la puerta se veía en el fondo, esperaba poder llegar sin chocar o romper algo. Lo último que le faltaba era que algo más se le sumara a su enorme deuda.

Solo no se esperó tener la sensación de ser observada. Automáticamente comenzó a temblar y sudar frío, no era igual de intensa que antes pero aún estaba muy reciente lo que había ocurrido. Miró por encima del hombro para no encontrar nada y pensó que se estaba poniendo paranoica, pero después de tantos años siendo perseguida tenía un instinto bien desarrollado. Tragó en seco y comenzó a caminar rápido en dirección a la cocina. No sabía por qué, pero la luz le daría protección.

Solo no contó que algo se interpondría en su camino y tropezaría. Su cuerpo se precipitó hacia adelante sin ver que estaba frente, con un chillido que se intensificó cuando fue agarrada por los hombros y tirada hacia atrás.

Ser sujetada y no saber por quién la hizo estremecer y gritar. Una mano se posó sobre su boca y eso la aterró más. Se removió como si su vida dependiera de ello, incluso arañando con sus uñas oyendo una protesta detrás de ella de una voz familiar.

Como estafar al Ceo siendo virgenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora