[Alfas] - Bakugo y tú

Octogésimo cuarto capítulo

[No dejarnos caer.]

Mis vellos estaban erizados, tenía escalofríos y mi respiración era pesada. Estaba nerviosa, muy nerviosa. Cuando Bakugo cerró la puerta y se fue de casa, tuve que tomarme unos segundos para poder tomar valor de ir a la habitación de Diana. En esos segundos lo único que pensaba era:

Por favor, que esté equivocada.

Caminé hacia las escaleras, para poder subir al segundo piso.

Por favor, que esté equivocada.

Puse mi mano en la manija de la puerta y la moví, para así entrar a su habitación al fin.

Que esté equivocada.

Empecé a inspeccionar todo, sábanas, almohadas, ropa, clóset, gavetas, medias, zapatos, basura, todo.

Que esté equivocada.

Tenía muchos papeles, tareas no terminadas, suciedad, desorden. Ropa en el suelo, sucia y sin lavar desde hace semanas. Eché mi cabello hacia atrás, sin saber en dónde más buscar. Quizás solo estaba paranoica, quizás yo no tenía razón. Miré una de las gavetas y volví a chequearla, asegurándome de que no hubiese ninguna tabla escondida para poder cubrir cosas en lugares pequeños. No había nada. Aunque al mover la ropa de nuevo, me encontré con un pequeño destornillador. Alcé una de mis cejas, confundida. Miré la gaveta y decidí moverla a un lado.

Equivocada.

Al hacerlo vi el enchufe que había en la pared, uno que permanecía oculto gracias al mueble que acababa de mover. Miré el destornillador que tenía en la mano y decidí aflojar los tornillos que cubrían el enchufe.

Equivocada.

Los tornillos cayeron al suelo y saqué la tapa de plástico, dejando ver un espacio vacío, un hueco en donde se suponía debía estar el enchufe.

...equivocada.

Metí mi mano ahí y no tardé mucho en sentir pequeñas bolsas de plástico. Mi corazón se paralizó y cuando saqué las bolsas del pequeño hoyo, casi lo solté de inmediato, como si fuera veneno. Mi garganta se cerró y me levanté del suelo, alejándome de ese lugar. Al parecer...

No estaba equivocada.

No podía sollozar, no podía respirar, no podía hablar. Puse mi mano sobre mi garganta, buscando aire desesperada.

Que alguien me diga que esto no es verdad.

Me mareé y tuve que sostenerme de la cama.

¡Que alguien me diga que esto es una puta pesadilla!

Por fin pude soltar un sonido de mi boca, un grito de agonía. Sin poder controlarme comencé a desordenar aún más esa habitación que ya estaba vuelta un desastre, dejando ver justo cómo estaba Diana por dentro.

Destrozada y perdida.

Miré lo que había tirado al suelo, esas maldita bolsas de plástico, llenas de happy. Algunas ya estaban vacías y otras por la mitad. Las lágrimas comenzaron a escapar con desesperación y yo solo pude cerrar los ojos con fuerza.

¿Por qué...? ¿Por qué no me di cuenta antes?

Otra vez, ¡otra maldita vez! El ciclo se volvía a repetir. O quizás solo eran las consecuencias de un ciclo que aún no había terminado. Sin importar la que fuera, lo único que importaba es que dolía y era un dolor diferente a todos los demás que había experimentado. Sobre todo porque...