capitulo 36

846 65 2
                                    

No soy un cobarde

El fin de semana los chicos del curso planificaron una salida nocturna, unos de ellos estaba de cumpleaños así que nos fuimos de fiesta para celebrarlo, el club nocturno era pequeño pero se sentía seguro, no estaba abarrotado de gente como los clubes en Manhattan, el ambiente era un tanto exclusivo, la música era buena y los tragos también, a cada canción que bailaba con Piero mi cuerpo se dejaba llevar por el roce de sus manos en mis caderas, por su mirada, por su cuerpo junto al mío.

No sé si eran los tragos que me infundieron valor pero lo bese en la pista, escuche el bufido de los muchachos desde la mesa pero no me importo, así que nos besamos en varias ocasiones, todas las chicas estábamos muy ebrias incluso más que los muchachos, seguro sabían bien que debían de cuidarnos, Piero me ayudo a subir a mi habitación, me acostó en la cama para desabrocharme los tacones que traía puesto para acostarme a dormir.

El toque de sus dedos en mis tobillos me estaban enloqueciendo, así que sin poder evitarlo solté un gemido, él me miro a los ojos pero se centro en seguir con su misión de acostarme a dormir, busco en las gavetas unas piyamas me levanto del colcho con cuidado y me sentó en la cama, bajo el cierre de mi vestido y volví a caer en el colchón un tanto mareada.

Saco el vestido por mis piernas y mordió sus labios al verme en ropa interior –Tómame –le dije sin más –ignoro mi petición y tomo el camisón para pasarlo por mi cabeza, cuando se inclino para ponérmelo lo hale de los brazos haciendo que cayera sobre mí.

— ¿Megan que haces? Me estas volviendo loco.

—Tómame Piero hazme el amor.

Me beso sin pensarlo dos veces, su beso era rudo, era el beso con pasión, con locura, abrí mis piernas para que el estuviese muy cerca de mí, sentí su sexo duro contra el mío y solté otro gemido, el dejo de besarme, recostó su frente contra el colchón y lo golpeo varias veces con el puño cerrado. —No puedo, no puedo hacerte el amor así, estas muy ebria, mañana seguro te arrepentirás de todo esto.

Me burlé de él sin piedad —tú te arrepentirás si lo dejas pasar.

Me siento en la cama y mientras trato torpemente de quitarme el brazier mi cabello largo cabello cae por todos lados, al verme desnuda él suelta un suspiro que parece más bien un quejido, mira mis pechos con ansias y se lame los labios, he logrado que este de nuevo sobre mi y devore mi boca una vez más, saborea mis senos y por unos minutos recuerdo a Josh, abro los ojos asustada y me tranquilizo al ver que es Piero.

Piero mete su dedos por mi ropa intima y yo le arranco la camisa, desabotono su correa y bajo el cierre de sus pantalones, agarro su miembro y el aúlla como un lobo feroz, me delito al sentir su poder, sus dedos están dentro de mí y le pido que entre —hazme tuya Piero —mis labios comienzan a temblar y mi voz se quiebra —hazme el amor, ayúdame a olvidarlo, arrancarlo de mi piel —el deja de acariciarme y me mira, le miro a los ojos y se que he estropeado todo con lo que acabo de decir.

—No puedo Meg quiero tenerte pero no así —besa mi frente y se sienta en la cama, hace un gesto de dolor el meter su miembro con dificulta dentro de sus pantalones y me cubre con una sabana.

—Así que solo te vas a ir ¿te estás vengando verdad? Me haces esto por todas las veces que te he rechazado.

—No Meg no me estoy vengando ¿Quién crees que soy? Se levanta de la cama y cuando llega a la puerta salta del susto al sentir que un vaso de vidrio se ha estrellado muy cerca de él lanzado por mí.

—Cobarde ni siquiera puedes aprovecharte de mí—le grito.

Se mete al baño sin decir nada, busca la pala y el cepillo y vota los vidrios en la papelera, seguramente cuidando de que yo no me corte después, es tan malditamente perfecto, pero yo solo le grito.

—Vete! Vete de aquí lárgate!

Camina hacia mí y me toma por ambos brazos, lo hace con tanta fuerza que levanta mi cuerpo de la cama —cálmate por favor, no me pidas que me aproveche de ti yo no soy él, entiéndelo, no soy un cobarde si lo fuera hubiese hecho lo que cualquier cobarde en mi lugar haría, poseerte aprovechándome de tu embriagues. Yo te deseo maldición no sabes cuánto, al salir dejare la piel en esta cama, en tus dedos, pero así no debe ser, quiero que cuando esto suceda entre tú y yo si es que vuelve a suceder, sea porque estas sobria y totalmente consciente de lo que vamos a hacer —deposita un beso en mi frente y finalmente sale de la habitación dejándome sola, ebria y avergonzada.

Corro más de tres veces al baño para no llenar de vomito la habitación, me siento en el piso de la ducha y lloro por todo lo que acaba de pasar y por todo lo que me pasa, me siento en el balcón y ya son las tres de la mañana, marco el numero tres y por fortuna alguien me atiende, pido un café doble, dos aspirinas y un vaso de agua. Me visto con una bata de seda y me cubro con la parte que va encima de esta, el servicio de habitación deja mi pedido sobre la mesa y me dice que está a la orden por si necesito algo más.

Tomo mi café y sigo llorando acurrucada en el balcón, no me doy cuenta que han pasado dos horas, la cabeza me va a reventar así que entro al salón me diento en el sofá y me todo las dos aspirinas con dos vasos de agua, sin darme cuenta me quedo dormida en el sofá.

Fria y Oscura Dulce Desastre IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora