capitulo 38

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Olor a Moras

Piero.

Son las once de la mañana y no he sabido nada de Meg, me angustia no saber de ella, en el hotel el administrador me informa que ni siquiera ha pedido el desayuno, es muy amigo de la familia le cuento mi preocupación y sin pensarlo me da la copia de la tarjeta de la habitación, antes de subir pido un consomé se que lo necesita, también pido beicon, huevos revueltos, pan tostado y zumo de naranja.

Entro a la habitación mientras el servicio sube al mismo tiempo que yo la bandeja con la comida, entro con cuidado porque no se con lo que me voy a encontrar, tomo la bandeja y la coloco en la sala de la habitación, la veo dormida en el mueble y me enternece la imagen, tienen el rímel corrido de tanto llorar y su cabello cae por el mueble hasta tocar el suelo, me arrodillo cerca de ella para despertarle sin asustarle.

—Meg —susurro —Meg despierta, ya es mediodía necesitas comer algo.

Me mira y su rostro permanece serio, no dice nada y va derechito al baño como obedeciendo una orden, de la ducha sale un delicioso sabor a moras debido al gel de baño, desde aquí puedo oír la regadera, sale en toalla y me volteo con vista al lago para no caer en la tentación de mirarla, vuelve a entrar al baño y se viste con un vestido de algodón blanco largo, que tiene un hermoso escote arriba dejando ver el tamaño de sus senos a la perfección, la tela llega hasta sus tobillos dejando ver sus hermosos pies dentro de esas sandalias romanas, su cabello esta como si nada liso, brillante y huele a moras.

Se cubre la vista con lentes oscuros seguro aun tiene resaca, se sienta frente a mi y abro la bandeja para ella, le paso el consomé y ella lo acepta tomándolo enseguida, le doy el plato de beicon, huevos revueltos y pan tostado y lo come por completo, ambos tomamos zumo de naranja, le sonrió pero ella hace solo una mueca, aun así no dice nada y yo guardo silencio no quiero incomodarla con el tema.

La invito a caminar y a ir de compras ella asiente y en silencio se pone un sombrero, toma su bolso y salimos del hotel, sin mediar palabras toma mi mano como si fuésemos novios, me gusta la sensación que esto me produce, la miro y vuelvo a sonreírle pero su rostro sigue impasible, entramos a varias tienda y mientras ella escoge su ropa yo estoy por otro lado escogiendo la mía, me hace discutir frente a la cajera con ella por no dejarme pagar sus cosas, aun así no permito que suceda y la cajera toma mi tarjeta.

En el restauran pido una soda de limonada para ambos, hace calor aquí en Venecia por ello hemos parado para refrescarnos, sigue sin decir nada y yo no quiero que lo haga, aunque ella no lo crea la entiendo a la perfección, no hace falta que ella se disculpe ni mucho menos.

La escucho aclararse la garganta —Piero yo...

—Tranquila nena no ha pasado nada.

—Sí, sí ha pasado y necesito decirlo, no eres un cobarde, no lo eres, eres un gran hombre solo quería que supieras eso.

Tomo sus manos y con cuidado dejo un beso en ellas — te quiero Meg y esperare paciente a que tú me quieras.

—No por favor no me quieras —una lagrima se escapa por debajo de sus lentes de sol —yo estoy rota, estoy envenenada, no puedo ser buena para ti ni para nadie en este momento.

De regreso al hotel estando en la habitación llaman a la puerta y salgo para saber de que se trata —disculpe señor ha llegado este sobre para la señorita Megan Jones.

Miro extrañado el sobre quien podría escribirle a Meg a esta dirección, claro tiene que ser ella — ten ha llegado esto para ti.

Mis ojos se hielan y casi escupo el jugo cuando veo que Meg se quita las gafas para leer, sus ojos están muy hinchados e inyectados en sangre, debió haber llorado toda la noche, pone una mano sobre su pecho —no puede ser—lo dice y camina de un lado a otro en la habitación.

Fria y Oscura Dulce Desastre IIWhere stories live. Discover now