Promesa rota

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20 años y un mes antes

Tessrin había estado tomando todas las precauciones para que Laia estuviera a salvo. Había mandado una carta a Astradum, indicando que su pequeña hermana tenia que ser protegida. La tierra de las hermanas danzantes había respondido afirmativamente, despues de todo, a esas tierras áridas podía entrar cualquiera que necesitara refugio y fuera de buen corazón. Tessrin por lo tanto, no podía ir, pero Laia, ella si que podía.

Así que hizo todos los preparativos para que la niña fuera enviada al continente y rompiera todo tipo de lazo con Prythian, le puso una runa de silencio a Azire y una de proteccion a Laia y a ella misma. Todo listo para que si algo saliera mal, Laia estuviera a salvo, exiliada pero al fin y al cabo, a salvo.

– Hoy me reuniré con Ezra. – le habló a su hermana. La pequeña que hasta ese momento veía por la ventana tan solo se limitó a asentir con la cabeza.

– Eso quiere decir qué me voy hoy ¿verdad?– preguntó con la voz neutral. Podía ser pequeña pero ella lo entendía todo. Tessrin tomó una bocanada de aire. Dioses eso era tan duro.

– Si monito. – dijo mientras intentaba con todas sus fuerzas no llorar frente a su hermana.

Laia se levantó y sin previo aviso, la abrazó, escondiendo su rostro pálido en su estomago. Tessrin lloró en silencio sin poder evitarlo, mientras sentía como su estomago se humedecía por las lagrimas de su hermana.

– ¿Vas a intentar salvarlo? – le preguntó en casi un susurró.

– Si, intentaré que padre recapacite. – la niña negó con la cabeza y levantó el rostro para verla.

– No me refiero a él.

Tessrin la vio sorprendida y entendió que Laia tenia el mismo presentimiento que ella. Su corazón comenzó a palpitar con fuerza. ¿Y si traer a Ezra era un error? ¿Y si ya estaba muy corrompido?

– La sangre es sangre... – susurró a Tessrin. No pudo evitar sorprenderse con esas palabras. 

– Y es un lazo inquebrantable. – culminó la frase.

Era una frase que su madre les había dicho desde pequeños. Quizás porque Ezra y Tessrin siempre se habían llevado mal. Quizás porque su madre sabia que un día necesitarían de eso para entender que cuando no quedará nadie, los hermanos siempre estarían allí. Laia no había conocido a su madre, pero ella sabia la frase. Fue una extraña sensación reconfortante, entender que gran parte de la esencia de su madre aún vivia en Laia. 

– Lo haré Laia.  Y cuando todo acabe, iremos a buscarte monito. Seran solo días, lo prometo. 



Una Corte de Venganza y Ruinas   -  Una Corte de Venganza y RedenciónWhere stories live. Discover now