El Rito

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– No entiendo para que me sirve esto. – Habló Tessrin con molestia dentro de su mente.

Cal quiso tocarle el rostro con dulzura, quiso transmitirle los sentimientos que tenia retenidos en el pecho. Decirle que no importaba que fuese molesto o confuso, tenia que contarle toda la historia para que ella pudiera entendiera esa parte de él.

Cal no había tenido tiempo de asimilar lo que había pasado, al estar dentro de la maldición todo se había pausado.

Dolor, pena, rabia.

Todo se había quedado dormido durante esos 20 años. Y ahora que posiblemente volverían los recuerdo y las pesadillas. Ahora que tendría que volver a ese campamento y ver la cara de todos otra vez. Por el Caldero Santo, claro que se lo tendría que mostrar.

– No quiero tener secretos. Quiero que mires como la conocí, como me llegué a enamorar de ella y por qué no quiero saber nada más de Astrid.– Tessrin salió de su mente, dejándolo frio. Cal abrió los ojos y vio la confusión en sus ojos verdes con reborde dorado.

– ¿Qué? – Preguntó con el seño fruncido.

Cal sintió como la adrenalina se arremolinaba en su pecho. Realmente quería tocarla. Tragó con fuerza y fue momento de que él se sentara en la cama. Dándole espacio, no solo porque ella necesitaba asimilar las cosas, sino porque su instinto le estaba tentando a hacer algo que realmente no era apropiado en ese momento.

– Cassian creo este grupo para bastardos. Éramos seis: Einar, Ivar, Sigurd, Sonia, Astrid y yo. Comenzamos a entrenar todos los fines de semana en un bosque de coníferas a dos horas del campamento.

Sutilmente Cal le comenzó a mostrar imágenes de un bosque de arboles grandes, de las luchas entre machos y hembras. Un entrenamiento arduo y constante lleno sangre y huesos rotos. Luego le mostró las fogatas donde la amistad comenzó a forjarse con bromas y riñas.

– Nos hicimos amigos. – Hablo con dolor Cal.

Recordó las bromas de Einar, la sonrisa sin un diente de Ivar, el carácter explosivo pero cómico de Sigurd y la determinación de la pequeña Sonia. Intentó no recordar a Astrid, pero todo vino como una explosión, su sonrisa, sus toques sutiles, sus horribles pero gloriosos golpes. Cada uno de ellos se había ganado un espacio en su corazón. Cada uno de ellos le había demostrado que el campamento Ilaryano, valía la pena si ellos estaban con él.

– Estuvimos así un año entero. Entrenando, haciéndonos mas fuertes. Siendo unidos. Nunca, durante mis 5 años previos había tenido algo así. Siempre me habían tratado como el hibrido, el hijo de Rhysand, nunca como Caladrial. Pero ellos lo hicieron, todos ellos.

– ¿Y que cambio? – preguntó ella, aun con la voz fría, pero con la mirada más cálida.

– El Rito. Es la fase final, allí sabes si eres un verdadero Ilaryano o no. En el Rito muere mucha gente Tessrin, porque no hay magia, ni leyes allí. Lo que pasa en esas montañas se queda en esas montañas. Te atan las alas, te quitan la magia temporalmente y te lanzan allí.

Recordó el camino montañoso hasta llegar a Ramiel, la montaña sagrada donde estaba un monolito de ónix en la cima. Un ojo etéreo que lo miraba todo. Pocos habían tenido el honor de tocarla, pero las leyendas decían que si lograbas hacerlo, la gloria eterna se vertería en ti. Mentiras.

– Nosotros sabíamos que seriamos mandados en diferentes direcciones, pero nos prometimos que pasara lo que pasara nos encontraríamos, que llegaríamos como grupo. No se que es lo que creí, no se porque pensé que siendo tan joven ya estaba preparado para eso.

Una Corte de Venganza y Ruinas   -  Una Corte de Venganza y RedenciónWhere stories live. Discover now