Mal

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TESSRIN

Nunca se había sentido tan sola, ni si quiera cuándo se dio cuenta que Cal amaba a Astrid o cuando su hermano la traicionó.

El vacío era tan grande que durante los dos primeros días de su encierro su cuerpo se rindió y simplemente se echó a llorar.

Había logrado tanto en esas ultimas semanas, había vuelto ha sentir un poco de paz, pero todo se había esfumado. Todo por lo que ella era.

La repugnancia hacia ella había sido tan grande que ni si quiera le dejaban ir al baño. Le habían dado una cubeta y ella tenia que botar sus desechos por la ventana. La comida era otra cosa, Gisli ya no podía o ya no quería hablar con ella, así que mandaban a un hombre para entregarle el alimento, que normalmente consistía en una hogaza de pan quemado y una botella de agua que era lanzada por una rendija de la puerta.

Los siguientes días no fueron mejores, pero fue mejorando poco a poco, escabulléndose a altas horas de la noche para ver las estrellas. Ya no temía ser descubierta mientras se tamizaba, después de todo ya no había nada que perder.

Estaba sola de nuevo

A los 8 días de estar encerrada uno de los piratas gritó las palabras que había estado esperando con ansias: Tierra a la vista.

Intento ver por su pequeña ventana, pero no había nada mas que agua azul muy clara y un sol radiante y abrazador.

Mal le había dado indirectamente una pista.

Balhala

Ella rompería mentes si era necesario, pero encontraría esa bendita ciudad con ayuda o sin ayuda de Mal.

Se alistó para salir. Hizo que él morral con los anillos y sus pocas pertenencias aparecieran en sus manos, se limpio la ropa con magia y se trenzó el cabello. Estaba lista para aventurarse. No se tamizaría, saldría con dignidad de allí e intentaría convencer a Mal una ultima vez.

Espero impaciente hasta que alguien le abrió la puerta tres horas más tarde. Sabia quién era, sus latidos del corazón y el olor a sudor pungente lo delataban.

Cara de rata apareció. Con los ojos inyectados en asco y lujuria, como si a pesar de todo aún quisiera probarla. Sin embargo, no dijo nada, solo le hizo un movimiento con la daga que tenia en la mano para que Tessrin saliera de allí. Tessrin le sonrío con ferocidad y sin un atisbo de piedad o remordimiento le dijo: lánzate del barco en tres días, que sea en la media noche para que nadie pueda ayudarte.

Caminó por los pasillos con dignidad. Sabia que salir de ese barco sería una de las cosas más duras que haría en esos días. Todos los piratas y mujeres con los que había compartido días enteros de trabajo ni si quiera la miraron al pasar. Intentó que eso no doliera tanto como lo estaba haciendo y salió de allí con apuro. Buscó con la mirada a Mal o a Kaphius pero no había rastro de ellos por ningún lugar, no hasta qué bajó del barco. Sintió su aroma a sal, sus palpitaciones parsimoniosas y no pudo evitar que su respiración se acelerara o que las manos le sudaran. Giró para ver el Mitsuki, para rogarle a Mal que le ayudara una vez más.

– Tengo como pagarte. – le gritó desde el puerto, mientras le mostraba la bolsa pesada de anillos. – Solo necesito que me guíes a mí hermana. – Mal la volvió a mirar con frialdad y simplemente dio media vuelta y se fue. Kaphius se quedó un rato más frente a ella, pero su mirada fue inexplicable.

Tessrin aguantó las lagrimas una vez más, teniendo las esperanzas de ver a Gisli, pero la pelirroja jamás apareció.

Miró hacia el puerto. El peso de los anillos en su espalda era como una nueva maldición. No se atrevía a cambiarlos por dinero, porque cada vez que los sentía, recordaba a Cal. En ese momento no lo había visto, la desesperación había sido tan grande que la había segado. Pero ahora lo entendía, le había robado a su compañero.

Una Corte de Venganza y Ruinas   -  Una Corte de Venganza y RedenciónWhere stories live. Discover now