Es un trato

176 15 0
                                    


Las sirvientas de Dorael la bañaron, la alimentaron y finalmente la llevaron a una habitación amplia y con grandes ventanales que daban a la ciudad de Balhala. Al fin pudo verla en todo su esplendor y lo que vio, la dejó sin aliento. El castillo de Dorael estaba sobre una cima rocosa y aun así, Tessrin no podía ver el final de la ciudad, tan grande y tumultuosa. Se dio cuenta que había un glamour que evitaba el sonido, porque no había forma que desde allí no se escuchara a la gente gritar en el mercado que estaba al oeste, o a los niños jugar en la plaza que estaba por el sur.

¿Cuánta gente vivía en Balhala?

Hizo un movimiento con la mano y su magia abrió una ventana de sonido. Pudo escuchar a la ciudad, gente rencontrándose con sus seres queridos que seguían llegando por las puertas gigantes de piedra.

Se quedó horas viendo por esos balcones. No podía terminar de sorprenderse y posiblemente jamás lo haría. La Corte Primavera tenía un décimo de la población total de solo esa ciudad.

– La primera vez que llegué aquí, también me sorprendí por la cantidad de gente. – habló una voz calmada.

Tessrin se sobresalto al verlo, había estado tan metida en sus propios pensamientos que no había notado a ese fae.

– ¿Te conozco? – le preguntó mientras lo observaba de pies a cabeza. Tenía patas de ave y alas color marrón, cabellera castaña, piel tostada y ojos verdes. Traía una túnica color verde, que por un instante le recordó a los arboles frondosos de la Corte Primavera.

– No, pero yo si la conozco a usted mi señora. Por lo menos la vi una vez, cuando su padre los presentó frente a nuestro pueblo, en el solsticio de verano.

Tessrin se paró del piso como un resorte.

– ¿Eres de la Corte Primavera? – preguntó sin poder creer lo que estaba escuchando.

Es una trampa. Escuchó el recuerdo de la voz de Mal. No importa cuan bien se vea todo. Siempre querrá que entres en su juego, no caigas. Se mas astuta que el.

– Si, pero fui antes de que su padre se volviera loco. – Ella asintió con la cabeza, sin inmutarse por el comentario, él bajó la cabeza aun que realmente no lamentara la ofensa.

– ¿Cuál es tu nombre? – preguntó.

– Samuel, mis amigos me dicen Sam.

– No soy tu amiga, Samuel, ¿Qué haces en mi habitación? ¿Tengo que preocuparme? – preguntó con seriedad.

– Oh no señora, lo lamento, vine a avisarle que la cena ya esta lista. El señor Dorael la espera. – habló con la cabeza baja. Luego la volvió a levantar, su mirada era otra ahora, más aguda y felina – La Casta del Ciervo le da la bienvenida. – habló en un susurro y luego le abrió la puerta de forma servicial, como si lo que hubiese dicho no hubiese ocurrido jamás.

Cuando Tessrin bajó al comedor, escoltada por soldados que vestían de dorado, se percató de dos cosas, la primera es que todos los sirvientes en ese lugar vestían de verde y no eran ni humanos ni altos fae, la segunda es que todos la miraban con ojos llenos de miedo. No le temían a ella, tenían miedo de lo que Dorael haría con ella.

Tessrin comenzó a sentirse nerviosa, tal vez la materia a penas llegará a ese salón. Tal vez la obligaría a hacer runas para él. O tal vez ya había encontrado a Mal.

Las puertas del gran salón se abrieron. Era circular y bastante alto, en el medio había una mesa llena de alimento con tan solo dos sillas puestas una al frente de la otra. Mas haya, sobre una gradería, había un trono dorado, Dorael estaba allí, sentado perezosamente con una túnica larga y roja que caía por unos cuantos escalones.

Una Corte de Venganza y Ruinas   -  Una Corte de Venganza y RedenciónWhere stories live. Discover now