Me harás mucha falta

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TESSRIN

Tessrin tenía un sentimiento de vacío en el pecho que supo que no se iría en un buen tiempo. Su hermana los había condenado en esa guerra, ¿pero realmente la iba a castigar por eso o de cierta manera la entendía? Si ella hubiese estado en su lugar, posiblemente hubiese cometido el mismo error, de todas maneras, era Ezra del que hablaban.

Tomó airé y la observó en silencio. Por suerte, Ítaca había tenido la cordura de solo avisarle a ella y no a todo el grupo. Por suerte, porque nadie más lo sabría jamás. Tessrin tomó todas las precauciones, las tres estaban dentro de un circulo de protección que silenciaba a los compañeros y que impedía que cualquiera los escuchara. Lo que tendría que hacer en ese momento le quitaría el sueño durante toda su vida, pero tenía que protegerlas a ambas. Primero fue donde Ítaca y la abrazó con fuerza. Su amiga no tenía por qué pagar por el error de su hermana.

– Gracias. – Le susurró en el oído, se metió a su mente y le pidió que durmiera. La joven banayaen cayó en sus brazos.

– ¿Qué estas haciendo? – preguntó Laia horrorizada. Hasta ese momento se había mantenido completamente trémula en una esquina del camarote.

– La duermo. – le respondió sin mirarla a los ojos. – Ítaca no merece llevar el peso de tu error en los hombros, así que voy a borrarle los recuerdos. Jamás fuiste a su habitación, jamás le pediste que te llevara a Primavera. – Le respondió con sequedad mientras entraba a la mente de su amiga y se encargaba de hacer que olvidará. La puso sobre la cama y se mordió el dedo sin que su hermana lo viera.

– Ahora, tendremos que pensar en lo que haremos nosotras. – continuó y esta vez la miró a los ojos. Laia ya no se veía como la chica sanguinaria y valiente que era, ahora era la Laia pequeña que tuvo miedo de salir de la Corte Primavera. Se veía perdida ahora que sabia la verdad, ahora que los había condenado a todos.

– Yo...– Intentó decir algo, pero simplemente no pudo hacerlo.

– Lo vamos a solucionar. – Le susurró Tessrin. La abrazó con fuerza y estuvo a punto de dibujar una runa en su hombro para que Laia se quedara también dormida. Pero su hermana era rápida e inteligente. Le sostuvo la mano y negó con la cabeza.

– Se cuales son tus intensiones y no quiero olvidar. – le habló. Tessrin intentó alejarse de su hermana, pero Laia la sostuvo con ambas manos. – Es bueno saber que quieres protegerme, pero esto, esto tiene que quedarse en mi para que no vuelva a hacer una estupidez como esta jamás.

– Esta bien. Pero aun así, nadie puede enterarse, ni siquiera nuestros compañeros. – habló Tessrin y lo decía en serio. Imaginó por un instante a Malachi, como explotaría, como se negaría a enviar a los humanos para que murieran como carne de cañón. Antes tenían una pequeña opción de ganar, ahora esa opción se había ido.

– Ordéname a no decirlo jamás, pero no quiero olvidar. – Le pidió su hermana con desesperación y abrió su mente para que Tessrin entrará y pudiera dar la orden. Entendía cuan duro era pedirle eso, así que mientras iba dándole la orden le abrazó y le acarició el cabello como cuando eran pequeñas.

– Todo estará bien.

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Durante las dos semanas siguiente, Tessrin recibió más cartas de Cortes uniéndose a la batalla, todas aceptaron hacerlo, pero no necesariamente como ella pensó que lo harían.

La Corte Inverno decidió quedarse en las fronteras, esperando pacientes si algún tipo de bestia se avecinaba. Esa misma decisión la tomaron las otras cortes faltantes y eso hizo que para Tessrin y Laia fuera más fácil cambiar los planes sin muchas mentiras de por medio.

Una Corte de Venganza y Ruinas   -  Una Corte de Venganza y RedenciónWhere stories live. Discover now