Enjaulada

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Lo primero que sintió fue el horrible dolor de cabeza, luego el frio de los grilletes cubriendo sus muñecas.

Grilletes

El miedo se apoderó de su cuerpo en un instante. Intentó utilizar su magia fae, nada ocurrió. Gritó y volvió a intentar. Nada.

– Por más que lo intentes, nada pasará. Son grilletes traídos de Hyberno– habló el hombre de orejas azules, ella no lo podía ver en medio de la oscuridad, pero jamás olvidaría esa voz.

– ¿Dónde esta Malachi? – fue la primera pregunta que hizo. Luego todo vino con fuerza, Laia... Laia la había golpeado. – ¿Y Laia? – preguntó.

– ¿Así se llama el otro hombre? Interesante, cuando lo torturamos dijo que su nombre era...

– Melrin – dijo Tessrin cortante. – él si se llama así, yo  me refiero a la chica que me golpeó.

– Te has confundido.

– No. Su verdadero nombre es Laia, necesito verla. – exigió. El fae se rio con fuerza.

–  No se quien mierda te has creído niñata, pero aquí el que exige cosas soy yo, no tu.

Tessrin se paró de un salto y caminó hasta las rejas que los separaban.

– ¿Qué quieres? – preguntó con frialdad. Sentía su respiración cercana.

– ¿Dónde esta el libro?

– Lo quemé antes de venir. Ya no existe. – habló con toda sinceridad. El macho chascó la lengua.

– Respuesta errada. Cuando tengas la respuesta que quiero solo llámame.

– Esa es la respuesta.

– Nop, no es la que quiero escuchar. – habló con tranquilidad.

– Cuando salga de aquí, serás el primero que mate. – le gruñó Tessrin.

– Espero que aprendas a matar con la mirada, porque no vas a poder salir de aquí en mucho tiempo.

El fae salió de la estancia tan rápido que Tessrin solo pudo ver un instante de luz. Fue suficiente para darse cuenta de que estaba en una celda dentro de una habitación mayor y que había un pasillo afuera que posiblemente conectaba a las demás celdas. También fue suficiente para darse cuenta que las puertas eran a prueba de sonido, sobre todo después de escuchar el grito desgarrador de Mal allí afuera. Lo estaban torturando.

Sintió nauseas mientras gritaba su nombre sin control.

Mal

No, no, no.

[...]

Mal

Seis horas de torturas.

Habían desollado sus pies, habían roto sus dedos, le habían puesto varas calientes sobre las palmas de las manos y ahora se limitaban a flagelarle la espalda una y otra vez.

La runa de Tessrin había funcionado al principio, si que lo había hecho, pero comenzaba a perder su efecto a medida que él perdía sangre. El dolor comenzaba a sentirse en grandes oleadas, cada una más fuerte que la anterior, impidiendo que pensara con claridad.

Su cuerpo no soportaría, no mucho.

– Ya te dije. – hablo escupiendo sangre. – No tengo el libro. – volvió a decir.

– Mientes. – gritó un hombre, el ni si quiera le había visto el rostro, solo sabia que tenia barba roja.

– No, es cierto.

Una Corte de Venganza y Ruinas   -  Una Corte de Venganza y RedenciónWhere stories live. Discover now