Flecha

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Laia

– No nos podemos quedar esperando aquí. – Le dijo a Ítaca. La muchacha estaba echada en la cama que se le había asignado, tratando de conciliar el sueño después de todo lo que había ocurrido.

– ¿Y qué quieres hacer? – le preguntó sin abrir los ojos. – Malachi está inconsciente, tu hermana básicamente en un ataque de pánico y Caladrial sigue hablando con todo ese grupo de ilarianos. – continuó y se acurrucó más en su cama.

Laia gruñó, no quería quedarse allí sin hacer nada, no cuando sabia que su compañera estaba cerca, sentía su aroma en ese campamento. Así que hizo lo qué mejor podía hacer, se transformó en un ratón pequeño y salió de la habitación. Caminó por esa horrible enfermería de ilarianos, lleno de habitaciones con camillas y gente enferma. ¿Por qué diablos los habían hecho quedarse allí? ¿Qué no tenían algo mejor que ofrecer?

Siguió el camino que dejo el aroma de Morrigan hasta salir de la estancia. Caminó por calles empedradas y en mal estado hasta ver esa pequeña casa. Sabia que estaba allí, podía sentir su corazón palpitante. Antes de acercarse más se embarró con todo lo que encontró en un basurero cercano, no quería ser percibida por ella.

Se posó en la ventana antes de interrumpir en la estancia y observó a todo el circulo de Rhysand discutiendo en el comedor.

– ¿Por qué diablos recién apareces? – le gruñó Rhysand a Cassian. El joven ilariano lo miró con dolor en los ojos. Estaban rojos, como si hubiese estado llorando y también parecía estar borracho como una cuba.

– ¿Nuestro hijo te necesitaba Cassian y simplemente te fuiste a tomar?– Preguntó Feyre con indignación.

– Déjenme en paz. – Ladró Cassian y subió las escaleras con grandes zancadas, desapareciendo de la estancia y dejándolos a todos con la palabra en la boca.

– Ah no, este imbécil me va a escuchar. – Dijo Rhysand, pero Mor se lo impidió.

Al ver a su compañera, Laia no pudo evitar quedarse sin aliento, era bella, realmente bella. Iluminaba todo ese lugar con su vestimenta roja y su cabellera rubia.

– No vayas. ¿Qué no te das cuenta que básicamente perdió a su hija? – Le preguntó Mor. Rhysand se quedó paralizado y luego fue a sentarse a la mesa, tomó un trago largo de vino y dejó que Mor continuara.

– Queramos o no, Casssin generó un vinculo bastante cercano con Astrid durante todos estos años, él era su mentor, su amigo... Imagina enterarte que traicionó a sus otros pupilos, a los mismos niños que Cassian entrenó. Imagina que quiso matar a tu hijo Rhys y que después de eso y sin tregua alguna, Astrid pidió un juicio por combate para intentar matar a Cal nuevamente. Imaginen por favor por un momento como es que se está sintiendo Cassian.

– ¿Y por eso no apareció? Sin importar que Deblon sea una autoridad aquí, él es el General y no debió de faltar. – Dijo Az con severidad.

– Az, fui yo quien se lo impidió.– Dijo Mor mientras se encogía de hombros. – No iba a permitir que se diera el duelo, iba a matar a Deblon y todos sabemos en que hubiese terminado eso. Así que decidí ponerle algo en la bebida para que se quedara dormido.

Todos se quedaron en silencio hasta que Feyre habló:

– Somos una familia, debiste de avisarnos sobre esto, lo hubiésemos solucionado de otra manera. – Feyre se paró de la mesa y la observó intentando encontrar lo que ocultaban esos ojos marrones. – No entiendo que te pasa, desde que Cal regresó te estas comportando muy extraña y esto no puede seguir así Mor. Cuéntanos que sucede.

Una Corte de Venganza y Ruinas   -  Una Corte de Venganza y RedenciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora