El mensaje

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TESSRIN

– Espera, ¿cuánto tiempo tardaremos en hacer tu bendito recado?

– Aproximadamente 10 días. – dijo, movimiento de un lado a otro la cabeza, sopesando los tiempos.

– No. – replicó, incorporándose con violencia, dirigiéndose a la puerta. Diez días más eran demasiado tiempo. Ella no esperaría más, ya había esperado un mes en altamar, tenia que buscar a Laia lo antes posible.

Mal se encogió de hombros.

– Supongo que sabes que Balhala es una ciudad que no se encuentra fácilmente. ¿Sabes por qué? – Tessrin se detuvo en seco.

Mal no esperó a que ella respondiera. Se paró de un salto y fue tras ella, acortando el espacio con rapidez, pero gracilidad. Puso una mano sobre la puerta, impidiendo que ella pudiese salir. Sus cuerpos estaban tan juntos que ella sintió en su espalda el calor que el cuerpo de Mal emanaba.

– Es porque la puerta solo se abre cuatro veces al año. – le susurró al oído. El cuerpo de Tessa se estremeció. – Y eso querida Tessa es en 20 días. – Tessrin giró sin previo aviso. Observándolo a los ojos en silencio y con desafío, sintiendo su aroma a primavera, a casa.

– ¿20 días? – preguntó con dolor.

Ella podía esperar 20 días. Ella podía hacerlo. Mal asintió con la cabeza y aun que Tessrin ya había aceptado esperar todo ese tiempo, no se movió de allí. Estuvo a punto de tocar su rostro, por mas estúpido o raro que pareciese. Necesitaba tocarlo, como el día que él había agarrado su mano.

Pero alguien subía las gradas casi corriendo. Latidos rápidos y respiración acelerada. Tessrin supo que era una mujer antes de que Mal abriera la puerta.

– ¿Sí? – preguntó. Tessrin la miró de reojo, un vestido de gasa largo, pero con un gran escote que mostraba sus senos del tamaño de pomelos. Una melena larga y roja. Un rostro redondo con ojos color marrón y pecas en la nariz. Su rostro se puso ligeramente rosado cuando vio a Mal, de pies a cabeza como si estuviese recordando algo. – Matilde. – Habló Mal con ligereza, reconociendo a la muchacha. Ella se mordió el labio con deseo y Tessrin solo quiso cortarla en pedazos.

– Mi dulce Malachi. – habló ella cantarina. Mal sonrío y le guiñó el ojo, haciendo que Tessrin solo quisiera vomitar. – Acaban de avistar el barco de los soldados, llegaran en aproximadamente dos horas. – habló algo nerviosa. – Mal tomó aire y le dio un beso en la mejilla prolongado.

– Gracias Matilde. – fue lo único que dijo mientras cerraba la puerta.

– Matilde. – repitió Tessrin, sin evitar comportarse como una niña.

Mal sonrío ampliamente mientras le lanzaba unos pantalones color marrón y una camisa verde botella.

– Aséate rápido, tenemos una hora para salir de aquí. – le habló Mal.

Tessrin se metió a la ducha. Hace tanto tiempo que no se bañaba en una, que sintió alivio al recibir el agua dulce sobre su piel. Se restregó tan rápido como pudo, intentando no hacerse mucho daño con la esponja natural que habían dejado en la bañera. Cuando salió de la bañera y comenzó a vestirse, se dio cuenta que Mal había pensado hasta en el mas mínimo detalle. Metido en la camisa había ropa interior nueva, realmente pequeña. Sus mejillas se sonrojaron al ver el sujetador y la trusa de encaje blanco. Se mordió la lengua.

– ¿Mal? ¿Esta ropa interior es nueva o es de tu amiguita Matilde?

Mal lanzó una carcajada.

Una Corte de Venganza y Ruinas   -  Una Corte de Venganza y RedenciónWhere stories live. Discover now