Lo lamento

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LAIA

Laia había aprendido a adorar su cuerpo desde que las hermanas danzantes le enseñaron qué era un templo, pero no fue hasta conocer a Tatiana, a sus 16 años, cuando comprendió el verdadero significado de la adoración. Pero como era de esperar, el romance no duro mucho y Laia siguió buscando otros templos de placer. Como su amiga Freya decía, ella era como un ave que solo buscaba libertad. Así había conocido a la hermosa mujer que tenia a su costado.Intentando encontrar la libertad por medio de un buen orgasmo.

Y lo había conseguido, sin ni siquiera saber su nombre.

Soy una pésima persona. – pensó mientras le comenzaba a hacer un camino de besos por la columna vertebral, hasta llegar a su redondo trasero.

– Para, ahora. – gruñó alguien detrás de la puerta y luego entró. Laia puso los ojos en blanco mientras giraba con una sonrisa amplia. Freya estaba allí.

– Querida, por que no te nos unes. – Freya puso los ojos en blanco mientras chasqueaba la lengua. Segundos después le lanzó su túnica blanca sobre la cara.

– Oye. – gruñó Laia.

– vístete, todos te están esperando. – ella intentó ver por la ventana.

– ¿tan tarde es? – Freya volvió a chascar la lengua.

– Tienes 5 minutos Sana. – le gruñó. Laia le dio un beso rápido a la muchacha.

– Cuando regrese, no quiero verte aquí. – habló dulcemente a su oido y se vistió con tal rapidez que ni si quiera le dio tiempo a replicar. Odiaba las despedidas.

Se tamizó de un solo saltó hasta la sala central. Freya aun no había llegado, así que le sonrío socarronamente mientras le veía atravesar las puertas de madera.

– Llegas tarde. – le gritó a la Mutanturen broma. Freya solo puso los ojos en blanco mientras se apoyaba en una de las columnas de mármol.

Había por lo menos unas 60 cabezas frente a ella. Sus mejores hombres. Ella conocía a todos en esa estancia y no solo a ellos, sino también a todos sus hijos, esposas y a los que ellos habían perdido por la maldición. A veces se ponía a pensar en los rostros que faltaban en medio de esa multitud y el corazón se le apretaba un poco.

Todos guardaron silencio mientras ella se acomodaba en su asiento y hablaba de la tarea que les había sido encomendada por Dorael hace un par de días.

– ¿por que no lo dijiste antes? – replicó uno de ellos. Su nombre era Elías y tenia hermosas orejas puntiagudas con pequeños penachos de color azul.

Ella había mordido esas orejas cuando era joven.

– ¿Por qué si, por qué no? Son preguntas que no suman ni restan. Así que es mejor evitarlas. El punto es que ahora están al tanto. – habló, pero lo cierto es que había esperado hasta recibir noticias sobre las alimañas que también habían ido a buscar el libro. Nadie había regresado y eso le daba esperanzas. Si ella se encargaba, toda su gente podría salir del encierro.

– Sabemos que vendrá con ese libro, pero no sabemos por donde entrará. Así que nos repartiremos para buscarlo. – habló Laia mientras caminaba de un lado a otro, planeando su estrategia.

Era una buena estratega, una de las mejores de Dorahel, por eso a pesar de su subordinación él no había ordenado matarla, ni a ella ni a su gente.

– Recuerden que están buscando a este hombre. – hablo y su cuerpo se transformo. Como era costumbre, sintió sus huesos gruñir por el movimiento mientras su espalda se hacia mas ancha y sus piernas se alargaban un poco. Su cabello se acorto y sintió esa horrible sensación, que solo sentía cuando el cuerpo que ella tomaba era de un ser moribundo. – varios ya conocen a Malachi, es un humano escurridizo y bueno con las espadas, pero como todos, tiene sus limitaciones. Se separarán en grupos que vayan a las puertas principales y las grietas. Apenas alguno lo vea mande una nota de fuego y yo me tamizare. No quiero que ustedes lo ataquen. ¿Entendido?

Una Corte de Venganza y Ruinas   -  Una Corte de Venganza y RedenciónOnde histórias criam vida. Descubra agora