La guerra de los hermanos

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BRYAXIS

Ver a Tessrin le había devuelto la vida, pero no era suficiente. Había hecho todo mal y sus acciones le seguían trayendo pesadillas. Lo único que podía hacer por ahora era vivir con las consecuencias de sus actos. La niña le había perdonado, pero él no lo hacía, jamás lo haría.

Trató de concentrarse en su única misión. Un paso a la vez Bryaxis. Un paso a la vez.

Se movió tan rápido como pudo y a medida que lo fue haciendo, se dio cuenta que las bestias iban desapareciendo, como si se aglomeraran en algún otro lugar. El bosque cambió abruptamente, ahora estaba adentrándose al bosque de los duraznos venenosos que había puesto Tamlin para proteger a su familia. Eso quería decir que estaba cerca de la mansión.

Comenzó a subir una colina empinada y al llegar a la cima, observó. Era un basto prado, rodeado de montañas boscosas. Al final del prado, estaba la mansión de Tamlin y en el medio, más de cien mil bestias formadas y esperando. Como si Ezra les hubiese encargado que se quedaran en orden y a la espera de su hermana.

Se dio cuenta en ese momento que aquellas bestias le hacían caso a él. Luego recordó que también hablaban como él. Como si Ezra fuera la cabeza y ellas solo sus marionetas. Como Dorael y sus tentáculos.

Si eso era cierto, quizás para acabar con las bestias solo tendrían que matar a Ezra.

TESSRIN

Tessrin estaba sentada en una roca que le dejaba ver el bosque y las montañas de su tierra. No regresaría hasta que Bryaxis apareciera.

Además, necesitaba tiempo a solas para llorar. La lucha en la zona humana había sido una masacre, la Corte Otoño y la Corte Verano habían soportado a duras penas, pero tenían bajas, muchas más de las que esperaban.

– No te tortures pensando en eso. – Le pidió Mal. Tessrin se respingó al escuchar su voz. Su compañero había aparecido de la nada. Giró para verlo y observó que no estaba solo. Cal lo había tamizado hasta allí. Ambos se sentaron a su costado y le tomaron la mano.

– Las guerras siempre tienen bajas. – Dijo Cal con la voz sombría. Era su primera guerra y la estaba pasando tan mal como ella, pero lo escondía mucho mejor.

– Si la alargamos, será peor, será una masacre. – Dijo Tessrin con la mirada ida. Estaba decidida. Tenían que ir lo antes posible y acabar con eso, si seguían con el plan inicial, no llegarían suficientes.

– Pero si vamos muy rápido, será lo mismo. No estaremos preparados. – Refutó Cal. Mal se encogió de hombros.

– Será como lo planeamos, solo nos estamos saltando un par de días. – Respondió. Era cierto, ya tenían la estrategia para subir esas colinas de bosque venenoso. Solo que ahora Ítaca les acercaría más a ellos.

Tessrin se levantó de un salto al ver que una bruma oscura se acercaba. Bryaxis había llegado.

– Cierren los ojos. – Les pidió a ambos. – Bryaxis. – Le llamó con los ojos cerrados.

– Hola. – habló con su voz aterciopelada. Tessrin extendió sus manos para que Bryaxis la tocara. El Dios del Miedo agradeció el gesto tocándole una mano, sintiendo el contacto que ya no podía tener tan fácilmente. – Lamentablemente tengo malas noticias. – inició y les mostró a través de sus recuerdos todo lo que había visto mientras los tres compañeros se mantenían en silencio. Al finalizar, también les confió su corazonada.

– Yo también creo que, si terminamos con él, terminaremos con las bestias. – Susurró ella, lo había sentido desde que escuchó su voz en esas bestias. – Aun que no podemos confiarnos, puede ser una trampa. – aclaró, su hermano era impredecible al igual que las maldiciones creadas por Zemunin.

Una Corte de Venganza y Ruinas   -  Una Corte de Venganza y RedenciónWhere stories live. Discover now