Adiós

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Tessrin

– Tu....tu moriste. Ezra, él te....– Su mente estaba tan confundida que no podía hablar bien. Los recuerdos venían una y otra vez, bombardeándola con visiones horribles de su compañero atravesado por la cola de Ezra. – Te vi morir, te sostuve en mis brazos...¿Eso quiere decir que yo estoy muerta? – preguntó finalmente, totalmente confundida.

– Oh no, mi amor. – Susurró el chico de cabellera negra mientras se recostaba en la cama con mucho cuidado. – Pero yo si morí. – Sentenció al fin y mostró la cicatriz que tenia en medio del tórax. El cuerpo se le escarapelo mientras recordaba nuevamente la escena.

– ¿Mal? – Preguntó, entendiendo al fin, que eso no era un sueño y que el chico de cabellera negra era su Mal. Se levantó de la cama, acortó el espacio que lo separaba de él y lo abrazó con fuerza – Estas vivo. – sollozó. – Cal, Cal, Cal. Mal esta vivo. – habló a través del vinculo con emoción.

– No tienes que gritar, lo se. – Se limitó a decir Cal con una picara sonrisa, estaba sentado en una cilla, leyendo un libro mientras vigilaba a sus dos compañeros. Tessrin no pudo evitar sonreír tan grande que hasta le dolió el rostro, luego volvió a mirar a Mal.

– Pero, no entiendo. ¿Cómo es esto posible? – Se paró y comenzó a revisar a Cal instintivamente, pensando que quizás él había hecho algo para salvar a Mal. Cal le sostuvo sus muñecas y las bajó con cariño.

– No fui yo. Tess, fue Bryaxis. – Sentenció con tristeza.

– Siéntate por favor. – Le pidió Mal y Cal le ayudó a sentarse al costado de su otro compañero.

Malachi le contó lo que había ocurrido mientras Tessrin se quedaba en silencio. De pronto el apuro de Bryaxis para que ella se fuera y su despedida cobró sentido. El pecho se le estrujo en ese segundo mientras las lagrimas caían en silencio. Su amigo, su mentor y básicamente su padre, había dado la vida para hacerla feliz. Se secó las lagrimas y tomó aire. Abrazó a Mal y atrajo a Cal para que también entrara en el abrazo.

– Me dijo que estaba orgulloso de ti y que te extrañaría. – Le habló Mal aun en el abrazo y eso terminó de quebrarla. Tessrin lloró aun más y se quedó allí durante un buen rato.

Ese ser, al que todos habían temido en un principio, había terminado siendo el ser más noble que ella había conocido y lo había perdido.

Laia

Laia observó el techo de su carpa, todo había terminado, pero a un costo muy alto. Observó las dos camas vacías, esas dos camas que jamás volverían a llenarse. Sus dos amigos habían dado la vida por ella, la habían defendido cuando ya todo estaba perdido y habían muerto. El corazón se le estrujó mientras sentía los brazos de su compañera rodeándola.

– Todo va a estar bien. – Le dijo Mor, intentando consolarla. Pero ella estaba dentro de un hoyo profundo lleno de rabia. El inicio de esa maldición y toda la desgracia de su tierra tenia un nombre y no era el de Ezra, era el de Ianthe.

– Iré y no quiero que vengas. – Le dijo a Mor, le dio un beso en la frente y se convirtió en un águila. Salió volando de allí hasta la mansión de su padre. Habían pasado ya tres días. Tres días en los que Ianthe no había parado de gritar. Acabaría con esos gritos, pero no de una manera pacífica.

Entró por el balcón de su padre, él ya no estaba allí, ella se había encargado de sacarlo y enterrarlo detrás de la mansión. Sin una ceremonia, ni si quiera unas palabras. Hubiese querido hacerlo, pero hubiese sido hipócrita de su parte, después de todo, no lo conocía de verdad.

Caminó por esa habitación extrañamente fría y llegó al pasillo, donde aún estaba Ianthe con una espada incrustada en el estomago, quemándose y recuperándose una y otra vez por las runas de Tessrin.

Una Corte de Venganza y Ruinas   -  Una Corte de Venganza y RedenciónOnde histórias criam vida. Descubra agora