Capítulo 6

5.2K 171 15
                                    



—¿Dónde has dicho que estás?

—No quiero hablar de eso.

—Aitana. —Simplemente no podía dejar de reírse—. Por favor, repítelo; Alfred no me cree.

—Amaia, te voy a colgar —dijo, y miró el móvil. Esperó, no tardaría en llegar una disculpa. La castaña lo intentó, pero estaba demasiado entretenida riéndose como para mostrase seria—. Amaia, joder...

—¡Anda, Aitana! —gritó una voz masculina, metiéndose en la llamada. Ella gruñó.

—Estoy de voluntaria en la iglesia —susurró, queriendo que se la tragara la tierra.

—¡Pero si eres como Satanás ahí! —chilló su mejor amiga, descostillándose de risa—. No lo puedo creer. Te ha de dar trabajo ligar con el gallego para que metas tu culo en una iglesia...

—¡Para! —chilló—. No tengo mucho tiempo para sus tonterías, ¿cómo estuvo el vuelo a Málaga? —preguntó, con el motivo de su llamada, desesperada por cambiar de tema. Escuchó como del otro lado de la línea cogían aire repetidas veces, quizás para dejar de burlarse de ella, y volvía a la voz solo la femenina.

—Tan bueno como puede ser —suspiró—. Es una locura aquí. Me agobio un poco.

—¿Por qué? —preguntó Aitana, confundida.

—No lo sé, todo está muy ordenado y estructurado y, jo, no sé... Desde que saben del compromiso me tratan como una señora.

—Joe, Amaia... —suspiró, sabía lo mucho que ella odiaba las formalidades—. Avísame de cualquier novedad —dijo, rápidamente, mirando el revuelo a su alrededor—. Tengo que ir a envolver más regalos.

—¡Ya te oyes como un verdadero ángel! ¿Apoco te disfrazarás de duende para la fábrica de juguetes de Papá Noel con los cristianos? —bromeó, dejando completamente de lado lo fuera de lugar que se sentía del otro lado del país.

—Cuando vuelvas te voy a dar una hostia muy fuerte, Amaia Romero.

—Esperaré ansiosa ese día, pequeña Ocaña —rió, y se oyeron murmullos de fondo de ambos lados—. Tengo que irme, llámame ante cualquier cosa, ¿sí? —suspiró—. Feliz Nochebuena, santita.

—¡Como ordene, futura señora de García! —dijo, sarcásticamente, y rápidamente cortó la llamada.

Suspiró. Mientras tanto, ella estaba siendo un ayudante de Papá Noel, literalmente, cumpliendo su palabra desde el estúpido momento en el que decidió abrir la boca dentro de una iglesia y con un Padre frente a ella.

Había evitado comentarle a Amaia que haría trabajo voluntario para los niños del orfanato asociado a la iglesia para evitarse las burlas y risitas, pero fue demasiado tarde como para no mencionarle donde estaba y por qué no podía hablar mucho tiempo cuando esta le llamó.

Por supuesto que a la castaña le parecía noble lo que estaba haciendo, pero la gracia recaía en la repulsión de Aitana en todo lo que tuviera que ver con una cruz. Debía gustarle mucho ese tío como para acompañarle en eso.

Sin embrago, a Aitana no le gustaba Luis Cepeda, era un simple interés en conocerle y entender un poco su forma de razonar las cosas. Era un ser interesante y curioso, pero nada más. Habían salido juntos un par de veces más después del desastre del Padre Esteban... o quizás más de un par.

Ella le había hecho muchas preguntas sobre Galicia, especialmente sobre el arte y diseño, y él estaba gustoso de contarle todo lo que pudiera recordar, siempre y cuando se juntaran para desayunar.

Lo peor de nosotrosKde žijí příběhy. Začni objevovat