Capítulo 35

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Sabía que algo andaba mal, podía sentirlo en el aire, en el viento azotando Ourense, en la lluvia torrencial inundando la cuidad.

Antes le gustaba porque le recordaba a su tierra, pero ahora solo le encogía el pecho, en el vivo sentimiento de que nunca iba a irse de allí. La sensación de estar atrapado donde todo comenzó le ponía de nervios, le daba más ganas de huir como la primera vez. Lo que antes creyó que era por voluntad propia ahora se convertía en una necesidad incuestionable: no podía dejar Galicia ni aunque quería.

Ya no eran sus problemas del pasado atándolo a aquel sitio, ahora eran los problemas futuros que asomaban la cabeza de entre los barrotes. Literalmente.

La ayuda legal que tenía su familia era escasa, por no decir también muy costosa, lo que le hacía sentir más desamparado que nunca. Eran ellos dos contra el mundo, otra vez, o tres, si contaba la presencia de su padre, que pocas veces lo hacía. El hombre insistía que iba a volverse la cabecilla de los Cepeda, que ya era hora de que tomara ese lugar, pero Luis hijo sabía que la única razón por la cual lo decía era para calmar a su madre y tratar de que no viviese en un pánico continuo, otra vez.

Lo cierto era que terminaba siendo él, como siempre, el que cargaba con el peso más inquietante de la cuestión. Era él quien daba de la cara frente a la policía, tratando de hacerles recapacitar en su decisión, y también quien se dejaba la vida todos los días buscando una solución más o menos coherente.

Incluso trabajó lado a lado con una de las personas que más sentimientos encontrados le generaba, para completar las entregas de guitarras que tenía pendiente en tiempo record, y también crear otras, moviéndose por toda su comunidad autónoma para realizar los pedidos y distribuir nuevas por zonas más alejadas. Era la única idea que tenía para conseguir dinero rápido, el volver al negocio de la creación de guitarras de su padre, pero de verdad.

No lo había hecho nunca, pero aprendía rápido, y más cuando quería que su padre terminase de hablar de una vez para no seguir oyéndole. Trabajaban en silencio, con la radio de fondo, casi sin tomar consciencia que ese era el máximo tiempo que pasaban juntos desde que Luis hijo tenía siete años. Y ahora, veintiún años después, volvían a encontrarse, siendo personas muy diferentes, en momentos muy diferentes, pero con motivaciones iguales, muy iguales.

Estaban en una tregua, pactada en el más profundo silencio, debido a que su progenitor no era la mayor de sus preocupaciones en ese momento. Él podía esperar, tenía toda la vida para desenojarse con él, u odiarle hasta morir. Para lo que sea que quisiese, no tenía una fecha sobre su cabeza que le descontase horas al reloj.

Mientras tanto veía mucho mejor su vieja habitación como taller que como el espacio en el que solía dormir de pequeño. Apenas y lograba reconocerlo, ya que estaba abarrotado de madera, aparatos de diversa índole para cortarla, y el profundo olor a pintura que lograba enmascarar el de la alfombra quemada que solía tener. Esa alfombra había sentido más dolor que cualquier otra parte de la casa, y ahí seguía, intacta pero camuflada, entre cuerdas y tornillos, entre melodías inconclusas y silbidos desprevenidos.

De vez en cuando se permitía a sí mismo a ir al antiguo cuarto de María, que ahora era el depósito de todo lo que no cabía en el taller. Parecía un sitio lleno de sueños rotos, pero a él le permitía pensar que era lo más parecido a la vida después de la muerte que iba a ver en su vida, a un espacio abandonado que tanto dolor había recordado, por fin convertido en algo útil y necesario para sus vidas a diario.

Se alegraba profundamente, además, de que su hermana se hubiese ido antes de que la noticia explotase. Por temas laborales ella no podía volver, y estaba forzada a permanecer en México, lo cual lejos de irritarle le sentaba de maravilla, como si fuera la primera cosa que le saliese bien desde que se enteró de todo. María estaba a salvo, a 8,668 kilómetros de distancia, en un lugar donde su padrastro nunca podría encontrarla.

Lo peor de nosotrosWhere stories live. Discover now